El término “generación de cristal” se ha vuelto frecuente en el discurso contemporáneo para designar a los jóvenes como emocionalmente frágiles. Aunque se usa de manera coloquial, en contextos institucionales puede transformarse en una herramienta de control emocional, un mecanismo descrito en profundidad por estudios de psicología social y de dinámicas sectarias (Singer, 2003; Lalich & Tobias, 2006; Hassan, 2018).
En el Instituto del Verbo Encarnado (IVE), esta expresión sirve para exonerar a la institución de responsabilidad frente al sufrimiento psicológico de los jóvenes miembros y para reforzar un sistema de obediencia vertical, una dinámica ampliamente documentada en la literatura sobre organizaciones autoritarias (Lifton, 1989; Barker, 1984).
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