Salir de una secta no es simplemente alejarse de un grupo: es, en muchos casos, reconstruirse desde cero. Muchas víctimas de abusos espirituales, psicológicos o incluso físicos por parte de grupos sectarios deciden no dar la cara públicamente. A menudo se mantienen en el anonimato, y esto no debe interpretarse como cobardía, sino como parte de un proceso profundo y doloroso de sanación. Aquí exploramos las razones más frecuentes detrás de esta decisión.
1. Vergüenza y culpa internalizada
Las sectas son expertas en manipulación emocional. Una de sus tácticas más efectivas es hacer que la víctima sienta que lo que vive es culpa suya. Aún después de salir, muchas personas sienten vergüenza por “haber caído”, y prefieren guardar silencio para evitar juicios externos.
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