Categoría: Testimonios

  • Cadena de encubridores

    Cadena de encubridores

    Soy Luis María de la Calle; sufrí abusos sexuales en el seminario menor del IVE a los 12 años de edad. Denuncié todo lo ocurrido ante el ex obispo de San Rafael, Mons. Taussig, quien hizo lo correcto. Pero tuve que presentar la denuncia por mi cuenta, yo directamente al obispo diocesano, ya que este deber de los superiores del IVE en la persona del finado Buela y el impresentable actual rector del mismo seminario menor en el que sufrí los abusos, el P. Gabriel Zapata, no fue hecho en su momento.

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  • Ex-religiosa SSVM afectada: «Me retuvieron en contra de mi voluntad y me destrozaron psicológicamente»

    Ex-religiosa SSVM afectada: «Me retuvieron en contra de mi voluntad y me destrozaron psicológicamente»

    Una mujer que estuvo 20 años en el IVE cuenta a IDEAL su historia y cómo «manipulan» a los devotos para obtener donaciones

    Aurora, nombre ficticio, tenía solo 16 años cuando un sacerdote del Instituto del Verbo Encarnado le incitó a huir de casa de sus padres en Brasil para iniciar el noviciado. Su familia no quería que tomara una decisión tan drástica a esa corta edad, pero una noche huyó hacia Argentina con el cura.

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  • La inmoralidad en algunos miembros del IVE en su máxima expresión

    La inmoralidad en algunos miembros del IVE en su máxima expresión

    He decidido compartir este testimonio, con la esperanza de que se publique, ya que considero que es de suma importancia. Mi relato puede ayudar a muchas víctimas a abrir los ojos y prevenir que situaciones similares vuelvan a ocurrir.

    Conocí en Tucumán (Argentina) a un sacerdote del IVE que estaba de paso. Venía desde San Rafael hacia su ciudad natal a cuidar de su madre y de paso por Tucumán, le permitieron quedarse en una parroquia, colaborar ahí y seguir de viaje.

    Uno veía un sacerdote de sotana, que venía de haber misionado en Sudán (África) y se imaginaba un santo sacerdote. Inmediatamente no dudé en abrirle las puertas de mi casa y de mi conciencia.

    Este sacerdote se llamaba Marcos Fabricio Medina; le decían «Padre Foco». Entabló conmigo una relación de amistad, me convertí en su benefactora, yo era casada. Le presenté a mi familia. Inmediatamente se incorporó como un miembro más. Mi esposo viajaba mucho y sus visitas a Tucumán se hicieron muy frecuentes. Hasta que de a poco fue mostrando su verdadero rostro.

    Al principio me hablaba de que se había enamorado perdidamente y todo aquello parecía sucumbir a tentaciones humanas. Entre muchas intimidades me terminó confesando que no había sido su primera vez ya que en su vida sacerdotal había tenido muchas caídas.

    Incluso con estudiantes del Colegio «Isabel la Católica» que tienen en San Rafael. Eso me hizo mucho ruido, ya que se trataba de estudiantes de secundario, por lo tanto, menores. Me relató que lo enviaban de chofer en algunos viajes de estudio y que algunas chicas lo tentaban y él cedía. (Que luego las monjas en el colegio a esas chicas que trataron de contar les pidieron se cambien de colegio para que no hablen mal de los sacerdotes).

    Eso me cayó muy mal, traté de alejarme, pero cada vez que se iba al monasterio volvía pidiendo perdón y pidiendo plata porque era muy pobre. Nunca entendí cómo sus superiores lo dejaban moverse con tanta libertad sabiendo sus adicciones sexuales.

    También me contó que lo habían traído de África porque habían encontrado en su celular información sobre sus relaciones con mujeres africanas. Y no tan solo mujeres… En fin, todo su sacerdocio se la pasó conquistando adolescentes o mujeres de la propia misión.

    Le supliqué visite un psicólogo, no podía continuar haciendo el daño que hacía. Todos se acercaban a él buscando un pastor y se aprovechaba de su condición para acostarse con cuantas mujeres encontraba, sin importar edad, estado civil etc.

    Me impresionaba que después de cada intimidad quería que ambos nos confesáramos. Y salía corriendo preocupado a celebrar la misa, como si nada hubiese pasado.

    Me decía que el IVE le hacia mucho hincapié en la liturgia y lo sacro, pero nunca entendí que lo que él cometía hacía más daño a las personas que su preocupación por la liturgia. Abusaba de su condición sacerdotal para manipular y acostarse con quien deseaba.

    Pero esto no es lo peor. Lo peor vino después, cuando corté totalmente la relación con él, por darme cuenta era un hombre enfermo psicológicamente.

    Tiempo después, al no sentirme bien de salud, me hicieron unos estudios y me descubrieron HIV. Quería morirme, no podía creer… lo llamé inmediatamente y solo me dijo que no me preocupara, que eso se trataba… que él se contagió en África, en un desliz que tuvo y que sus superiores estaban al tanto, por eso lo habían traído.

    Ahí me di cuenta el daño que este hombre llegó a hacer….investigué un poco más…y sé que estuvo ayudando en parroquias en Salta, Mendoza, Bs As. ¿¿A cuántas menores y no tan menores habrá contagiado??

    Me comuniqué con sus superiores en San Rafael; el Padre Gabrial Zapata sabía todo. Ya había tenido otros casos, pero nunca hicieron nada. Solo dijo que por eso lo tenían en el monasterio. Para que rezara más…

    En algunos casos hasta llegaron a dar dinero a las víctimas para que no hablen y escandalizen. Mientras ellos lo mantenían en un monasterio, como todos los casos difíciles, la solución es encerrarlos un tiempo. Si ellos hubiesen actuado a su debido tiempo, este hombre al menos no hubiese contagiado en nombre de Dios a tantas personas.

    Creo que después de varios reclamos al IVE, decidieron sacarlo del sacerdocio.
    ¿Pero quien da la cara con las victimas? ¿Cuántas adolescentes, hoy mujeres, se acercaron tal vez para consultar una vocación y terminaron manipuladas y enfermas?

    Por supuesto su congregación no cuenta nada de esto… Nadie sabe nada… Aquí siguen llegando los del IVE a pedir dinero y solo cuentan la santidad del fundador, las grandes misiones, lo pobre que son y yo por dentro pienso: ¿estos jóvenes sabrán todas estas historias que el IVE OCULTÓ SIEMPRE?

    Le dieron tan mala formación que en vez de darse cuenta de que si desean hacer doble vida deben dejar de utilizar el nombre de Dios y salir. Es preferible que dejen a seguir haciendo daño escondidos en una sotana. Tal vez se acostumbraron a pedir plata y vivir sin trabajar. y eso los hace no salir y hacer doble vida. ¡Ojalá alguien haga justicia!

  • Si ustedes callan, las piedras gritarán (Lc. 19,40)

    Si ustedes callan, las piedras gritarán (Lc. 19,40)

    Desde hace tiempo, venimos recibiendo distintos testimonios en este blog de ex religiosos, laicos y ex alumnas del IVE, contando las distintas experiencias de abusos por las que han tenido que pasar y sobre las que se les ha silenciado de distintos modos. Muchos de ellos, al hablar de lo sufrido a su director espiritual del IVE, han recibido respuestas ante abusos como: «hay que olvidar y perdonar».

    Y si la víctima sugiere denunciar el caso ante la Iglesia, se escandalizan diciéndoles que va a dañar a un sacerdote o a la congregación. Mejor que nadie se entere y seguir así.

    Algunos testimonios son graves, ya que se tratan de abusos sexuales y manipulación. Pero, como el IVE silencia todo y permite que estos abusadores sigan causando daño en sus misiones, publicaremos aquí las historias de aquellos que enviaron sus testimonios. Obviamente, se preservarán los nombres reales de las víctimas por la persecución que implicaría por parte de la comunidad fanática.

    Si la víctima desea publicar el nombre de su abusador, nos parece correcto, ya que en su momento alzaron la voz con los superiores y directores y nadie hizo nada, provocando que estos hombres del mal solo hicieran más daño. Como los superiores callaron, hoy las ovejas levantan su voz.

    Testimonio 1

    Hola, soy M., de Ecuador. El IVE trabaja en Ecuador desde hace muchos años, tiene parroquias, escuela, hogares etc. hay religiosos muy buenos que hace un lindo trabajo en mi pais. yo desde chica fui muy cercana a la parroquia, tanto que en algún momento me pidieron ayudará con la secretaria parroquial.tenía entre 15-16 años cuando comencé. El padre Juan Alcaraz era muy querido por los jóvenes y religiosas. Me llamaba la atención su trato mas cercano siempre con las jóvenes y religiosas. Distinto a los demás sacerdotes. El solía ser más de aprovechar las bromas que hace para acercarse y ser afectuoso con las demás.

    Todo cambió cuando trabajaba en la secretaría parroquial. Él venía todo el tiempo a charlar conmigo. Te hacía sentir especial. Cada vez era más confianzudo, hasta que un día que estábamos solos en la secretaría,se abalanzó sobre mí, que estaba sentada, empezó a tocarme y besarme. Se sentó arriba mío. En ese momento entró el Padre Guillermo Albarracín, quien era el párroco y superior (que actualmente dejó el sacerdocio por denuncia de abusos en Brasil y otros países) y él nos vio.

    El Padre Albarracín se lo llevó a hablar. Yo estaba muy nerviosa y comencé a llorar. Luego ingresó el Padre Albarracín y me dijo que no iba a trabajar más como secretaria. Que el Padre Juan le había dicho que yo lo había seducido y que él se dejó llevar. Que yo era una tentación para el padre y debía renunciar a la secretaría y no volver más a la parroquia.

    Lloré mucho porque no entendía nada. Jamás había hecho algo para seducirlo; era él quien constantemente buscaba de una u otra manera acercarse. De todos modos, lograron meterse en mi cabeza que yo era la culpable de todo y me alejé. Luego, tuve en mi grupo de amigas y familiares algunos que ingresaron a las SSVM y, cada vez que me hablaban, me contaban cómo el Padre Juan era con ellas su mejor amigo, muy cercano, etc. Yo, aterrada, sin decir nada porque en mi cabeza yo era la culpable de todo.

    Cuando pasaron los años, me crucé con un sacerdote que había conocido en el IVE y que me parecía muy serio. Recién ahí pude hablarlo, para paz de mi alma. Este sacerdote no se sorprendió. Me dijo que no le extrañaba lo de este sacerdote; que “en Argentina ya había tenido un problema similar con una religiosa, por eso lo habían sacado de Argentina” y que en Ecuador ya había tenido varios casos, pero como es muy apostólico y hay pocos sacerdotes, los superiores se enteran pero no hacen nada. A lo máximo, lo envían a Argentina a una casa llamada «residencia» para tratar sus problemas y lo regresan a su apostolado.

    De hecho, hoy que soy mayor, me doy cuenta de lo terrible que es tapar todo esto. Hoy él es párroco en el mismo lugar que me abusó, es capellán de hogares de niños, dirige a varias religiosas jóvenes, etc. Mucho tiempo vivió solo. Temo que no soy la única víctima de él. Cuando estas jóvenes se animen a hablar, ya será tarde. Lo peor es que todos saben pero nadie hace nada. Si no hay pruebas físicas, como dicen ellos, no pueden culpar. En nuestro caso, nos encontró el mismo párroco, él nos vio y, sin embargo, la culpable era solo yo.

    Yo era la tentación.

    Sin embargo, yo me fui y él siguió actuando como si nada con las demás jóvenes del grupo, inclusive dirigiéndose, pero no siempre tratando temas espirituales, sino siempre excavando en la vida sexual de ellas. Mis propias amigas me hicieron referencia de esto.

    Lamentablemente, el IVE no toma cartas en el asunto. Niega todo porque en toda la diócesis ellos son los de la liturgia impecable; los demás, unos progresistas de terror.

    ¡No sé quién es peor! ¡Esperemos que se haga justicia! ¡Basta de tapar!

  • El abandono de personas en su máxima expresión

    El abandono de personas en su máxima expresión

    Hace poco se publicó en YouTube el video de 4 exreligiosas, contando sus experiencias en las «Servidoras del Señor y la Virgen de Matará», un video que en una semana alcanzó 5000 visitas.

    Cada una desde su sencillez expresó sus vivencias de abusos, manipulaciones, abandono de persona, y lo que les llevó a dejar el Instituto y no seguir permitiendo que la Congregación manipularan sus vidas.

    Entre tantos mensajes de apoyo, muchos expresaron que se sintieron identificados con el testimonio de Mónica en cuanto al abandono de persona después de años de vida religiosa. ¿Y por qué será?

    Para aquellos que la conocieron, recordarán que Mónica ingresó con apenas 17 años, fue una joven activa, transparente y con muchos anhelos de santidad. Una joven dócil a su director espiritual, a sus superioras y amante de su instituto. ¡Quizás demasiado dócil!

    Mónica ha sido cómo muchas vocaciones que ingresaron, joven, fuerte, con grandes deseos de santidad, de hacer el bien, etc., pero este no es el problema, sino el modo con que el Instituto se aprovecha de ellos, abusando de sus conciencias, manipulándoles, y después de años abandonándolos.

    Conocido es el afán que tenía Buela a principio en fundar rápidamente en muchos países, de enviar a sus jóvenes misioneros a lugares lejanos, con lenguas difíciles, sin experiencias; lo importante era crecer en número, eso evitaría que la Iglesia los cerrara, sin embargo él nunca tuvo la iniciativa de ir a misionar.

    De esos primeros misioneros, algunos permanecen, pero la tasa de abandono en el IVE es grande. Algunos se hicieron diocesano, otros se enfermaron, otros perdieron la fe o simplemente tuvieron que abandonar por algún escándalo o por «temas de pollera».

    El IVE prefiere tener a algunos cómo amigos, tener a sus hijos en los Bachilleratos de San Rafael y en la Tercera Orden, desde cuando esto no signifique un gasto para ellos, más bien quieren demonstrar que son caritativos, o quizás, para evitar que se sepa lo que realmente ocurrió, pues en el caso de los que optaron por no quedarse como «amigos», a denunciar los abusos de autoridad, llegando a casos de delitos, a eses los superiores prohíben cualquier contacto; aunque hayan sido buenos religiosos o que, incluso, sigan siéndolo, hacen comentarios en detrimento de su persona, lo tachan de locos para que los miembros no lo busquen, diciendo: ¡»son un peligro»!, ¡El peligro es si llegan a contar la verdad!

    No son «locos», simplemente se fueron porqué empezaron a PENSAR, al darse cuenta de las acciones de los superiores, de las manipulaciones y que estafaron su buena FE.

    Así ocurrió con Mónica, la enviaron a un hogar con más de 140 niños con diversos problemas familiares y judiciales. Con 20 años de edad ya era la vicaria de la comunidad (la segunda en autoridad), pero prácticamente estaba sola en el mando, ya que, la superiora era la ecónoma provincial y viajaba mucho, y Mónica no solo atendía a los niños con sus problemas, sino también a las religiosas, sin tener respuestas efectivas de su superiora.

    Un hogar con pocas religiosas, algunas enfermas, sin una preparación profesional para tratar a niños en situaciones, muchas veces, complejas; con la ayuda de pocos voluntarios, comida insuficiente y escaso tiempo para el descanso.

    Las SSVM juegan con la caridad, no forman lo suficiente a sus miembros y les sobrecargan con funciones que sobrepasan humanamente sus capacidades, las envían con una única frase: «son madres de almas» y con esto piensan que no pueden fallar.

    Son indiferentes al sufrimiento humano de las religiosas. Repiten la famosa frase de las Constituciones: «que venderían un cáliz por el bien de la salud de las hermanas», lo dicen, pero no lo aplican.

    Apenas se reemplaza por otras más joven y dócil.

    Mónica llevaba más de 20 años de vida religiosa, no dejó nunca de comunicar los problemas que ocurría, tanto en las comunidades por donde pasó cómo su situación personal, la única ayuda por parte de las superioras fue cambiarla de comunidad, pero exigiéndole lo mismo hasta que su salud física y psicológica colapsaron.

    Su superiora provincial le llegó a decir que podía ayudarla más afuera que adentro (un modo sutil de «echar» a una persona que ya no es útil), la misma superiora sabia que seria una ayuda de dos meses máximo, y luego dejaría de contestarla.

    En Mónica están representadas cientos de religiosas que salieron enfermas, después de muchos años y aun sigue ocurriendo.

    Otro tema es el de la Obra Social, (se tratará más adelante), solo la tienen las que trabajan en la docencia y si la ley del país lo exige, caso contrario ninguna tienen aportes jubilatorios, y en el caso de que futuramente vengan a necesitar por temas de enfermedad pasarán por lo que están pasando ahora mismo las jóvenes, tendrán que dejar la vida religiosa, pues la Congregación no tiene medios económicos -o no quieren utilizarlo- para la salud de las hermanas.

    Mónica, incluso, salió sin haber acabado estudios secundarios, pues fue recibida en el noviciado y le impusieron el hábito sin haberlos acabado, contrario de lo que pide el Derecho Canónico.

    Y esta es la situación de muchas que, suma el hecho de no contar tampoco con sus padres vivos, pero a las SSVM eso les interesa más bien poco.

    La redacción de este blog consultó a otras congregaciones como los Franciscanos, los Redentoristas, los Oblatos, etc y les preguntaron cómo hacen con aquellos que salen. Todas respondieron que los religiosos tienen sus aportes y su Obra Social correspondientes, y al salir el Instituto trata de ayudarlos a que se inserten en el mundo, ya sea con trabajos, viviendas, etc. Aunque, el derecho canónico no los obligue, se recomienda por caridad a aquellos que un día entregaron parte de su vida a la Congregación.

    Sin embargo, el IVE y las SSVM, con sus ex miembros, en el mejor de los casos, les envían un sobre con algo, dos trapos cómo ropa y no les vuelven a hablar, y si se entera de alguna queja, los tachan de mal agradecidos.

    Tal vez por esto y muchas razones más siguen siendo un Instituto de derecho diocesano y jamás lleguen a una aprobación pontificia, pues a los superiores solo les interesa el sistema fundamentalistas creado por Buela. Mónica tuvo el valor de hablar y denunciar por los daños morales y psicológicos que causaron, que en su caso fue terrible.

    No sabemos cómo la conciencia de estos superiores los deja seguir, causando, cada día más daños a otros, pues saben que los miembros salen sin fuerzas e indefensos, que no podrán procesar rápidamente lo sucedido, ponerse de pie y contarlo.

    ¿Cuándo la Santa Sede hará algo para detenerlos?

    ¡Ojalá se haga justicia!

  • “No fui la única a la que le ocurrió esto, sino fuimos un grupo de 6 religiosas”

    “No fui la única a la que le ocurrió esto, sino fuimos un grupo de 6 religiosas”

    Laura Campos, la heroína que logró destapar el sufrimiento oculto de varias religiosas abusadas por el sacerdote José María Corbelle.

    Relata serenamente en un video publicado recientemente en YouTube las distintas manipulaciones que se viven en el Verbo Encarnado / Servidoras del Señor y la Virgen de Matará, no solo en los casos de los abusos sexuales que sufrieron algunas hermanas, sino y lo que es más terrible, el ocultamiento y la falta de empatía por parte de los superiores a todo el desorden que se vive dentro de esos muros.

    Sin ir más lejos, ante la circulación del video, los sacerdotes del IVE de nuestro país, consultando al Doctor Miguel Ángel Fuentes sobre qué decir, hicieron circular entre los miembros un escrito del mismo: «No sembrar dudas”, aconsejándoles a «no reenviar el video y evitar verlo». Ya que la duda puede poner en peligro la vocación, dicen. A los laicos les aconsejaron lo mismo.

    El comentario interno es: «No dudamos de lo que dicen, pero por qué hacerlo público de esa manera».

    ¿Por qué?

    Porque en 30 años, se le dijo al Padre Carlos Buela y al Padre Gonzalo Ruiz, lo supieron las superioras y nadie hizo nada.

    Porque en 30 años el sacerdote abusador sigue misionando, predicando Ejercicios Espirituales cómo si nada. ¡Ninguna advertencia! Será por su cercanía y amistad con Buela?

    Porque ya hay una denuncia en Roma y hay más víctimas dentro del convento y podría haber más si esto no se frena,

    Porque después de años de diálogo solicitando ayuda -cómo Mónica-, solo esperaron que se fuera para cortar toda comunicación y lavarse las manos,

    Porque, cómo en el caso de Yamile, manipulada por sus directores espirituales y viendo todo tipo de abusos tuvo que callarlos, ya que, ante cualquier escandalo: «no hay que decir nada, por el bien de los laicos«, «son laicos, no entenderían», en definitiva callarse por el bien del Instituto.

    El Instituto pasó a ser más importante que Cristo, que la caridad y la verdad. Defienden más al Instituto que al mismo Cristo (un Instituto que ni siquiera está reconocido por la Iglesia cómo Congregación religiosa, y además intervenidos).

    En el video, Laura comenta cómo son manipuladas las religiosas por los capellanes que las instruyen sobre qué responder y cómo actuar ante toda situación que les comprometen. Cómo en este caso: apenas salió el video todos corrieron al gurú Padre Miguel Ángel Fuentes, y la respuesta fue: “No reenvíen, no miren… por que puede sembrar dudas”, y todos los capellanes empezaron a repetir lo mismo. Típico actuar de una secta.

    El gobierno de la sombra, ha respondido a los laicos que les consultaron acerca del video con la frase: «esas chicas no están bien de la cabeza», pero se olvidan que, mientras estuvieron en el Instituto, fueron superioras, Laura, por ejemplo, llegó a ser Vicaria General del Instituto, parte del Consejo General y años de superiora en distintas misiones, doctorada en bioética, y ahora ¿está loca?

    Lo mismo con Mónica (Piaghe), ingresó sana, fue la vicaria de la comunidad (segunda al mando) en un hogar con más de 120 niños hasta que se enfermó. La sobrecarga física de trabajo afectó a su estado anímico. Mientras tenía salud cumplió cómo religiosa y cumplió los cargos de autoridad que tuvo, pero cuando se enfermó por el sistema abusivo e inhumano del Instituto, este la invitó a dejar la vida religiosa.

    Yamile, aún con todos sus sufrimientos y dudas, trabajó intensamente dentro del Instituto, incluso en los peores momentos de su situación personal. La enviaron a estudiar a Roma en Universidades Pontificias (pues a las SSVM les viene bien tener a algunas licenciadas para mantener una cierta apariencia), y enviada cómo superiora a misiones de Medio Oriente.

    Todas las superioras desde el inicio supieron su caso, se aprovecharon de su fuerza física, de su capacidad intelectual y de su liderazgo sin importar sus traumas del pasado. Cuando no pudo más y se fue dejaron de hablarle.

    Yo misma escuché de parte de mi superiora: «Yamile está haciendo lio ahora que salió, ¡¡pobrecita!!», y otras frases cómo: «mal agradecida, ahora habla mal de la Congregación», «no respecta ni a sus hermanas que están dentro».

    ¡Cada vez veo más claro lo manipuladores que son!

    «Finalmente pido al Dicasterio para el Clero, hagan una investigación cuidadosa sobre el P. José Corbelle. Para evitar estas situaciones, ya que, por 28 años estos abusos fueron tapados, silenciados y me temo que hayan más víctimas”, expresa Laura en el video.

    Además de expresar que estos abusos fueron de índole sexual, trayéndole daños psicológicos y espirituales que acarreó durante años.

  • «Solicito al Dicasterio para el clero, investigue al P. José María Corbelle por abusos sexuales a mi persona y otras religiosas».

    «Solicito al Dicasterio para el clero, investigue al P. José María Corbelle por abusos sexuales a mi persona y otras religiosas».

    Desde hace un tiempo atrás el Vaticano envió religiosas visitadoras al Instituto Servidoras del Señor y la Virgen de Matará, por las continuas denuncias sobre muchas irregularidades que se vienen tapando a lo largo de estos años dentro los muros del convento: Abusos psicológicos, manipulación, abandono de persona y hasta abusos sexuales en algunos casos.

    Son cientos de religiosas, las que abandonaron la vida religiosa en esta orden, la gran mayoría con mas de 25/30 años de vida consagrada. Hoy muchas de esas hermanas están dispuestas a no callar más y enfrentar con la verdad lo que realmente se vive dentro de la rama femenina de la «Familia» del Verbo Encarnado.

    De los muchísimos testimonios que llegan a nuestra redacción, hoy compartiremos el testimonio de 4 ex-Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará, quien con mucho dolor están dispuestas a contar la cruda realidad de lo que vivieron dentro. Ingresaron como tantas otras con grandes deseos de santidad y servicio, pero la realidad que vivieron fue otra. Hoy se presenta el testimonio de algunas de ellas, con votos perpetuos; una de ellas hasta llego ser parte del consejo general en Roma, otras grandes misioneras, que decidieron no callar más para que mas personas no salgan dañadas.

    Yamile Peralta (ex Hna. María Clemens)

    17 años de vida religiosa, misionera en Medio Oriente, fue superiora de las Servidoras en la Franja de Gaza. Ella nos relata su historia vocacional dentro de las SSVM, la manipulación en su vocación religiosa y las tristes consecuencias en su vida. Ella, la mayor de 5 hermanas de sangre religiosas, que ingresaron también a la misma congregación y que luego de muchos años de vida religiosa fueron abandonando de a poco el convento, solo quedando una. Yamile nos explica las manipulaciones por parte de los directores espirituales y lo que tuvo que ver durante esos 17 años dentro de las Servidoras.

    Laura Campo (ex Hna. María del Milagro)

    Laura, con más de 30 años de vida religiosa, tuvo que dar un paso al costado de la Congregación, luego de haber sufrido en sus ingreso al Instituto, abusos sexuales por parte de un sacerdote del IVE (rector del seminario mayor en ese momento). Su relato es desgarrador. Cuenta la manipulación que se hizo con su caso para callar la verdad, y como fue testigo del sufrimiento de otras religiosas que también fueron abusadas por este sacerdote. Laura tiene una vasta experiencia en la congregación ya que fue parte del gobierno general, y superiora de muchas comunidades. Hoy nos relata toda la verdad dentro de los muros de las Servidoras y nos revela los culpables de tapar los abusos.

    Mónica Cobos (ex Hna. María delle Piaghe di Gesu)

    Mónica ingresó a los 18 años, y salió a los 41 años. Sin estudios válidos, sin obra social, sin aportes jubilatorios, sin una casa y enferma. Enfermedad a causa del estrés sufrido dentro de la congregación, cuando en los comienzos, las servidoras atendían un hogar de niños con más de 120 niños (en San Rafael, Argentina). Atendidos solo por 10 religiosas, donde ella era la vicaria (segunda superiora al mando), entregó toda su salud en las distintas obras de las Servidoras. Cuenta las diferentes situaciones que tuvo que pasar, donde ella se cansó de hablar todo lo mal que veía, y nunca había cambios. Hoy, las Servidoras le niegan cualquier tipo de ayuda, como a la mayoría de las que salen. Mónica abre su corazón y expresa todo lo que le hicieron vivir durante más de 20 años.

    Kelly Sue Fitzharris (ex Hna. María Lumen)

    Kelly, una americana que ingresó a las SSVM en Estados Unidos y al poco tiempo fue nombrada superiora en una comunidad de Harlem, Nueva York. La superiora provincial le asignó a su comunidad una religiosa de votos perpetuos, enferma psiquiátricamente y le prohibió decir a las demás hermanas su estado de salud; lo que desencadenó una situación de desorden y desentendimientos dentro de la comunidad.

    La ex superiora M. Lumen acabó por sufrir un colapsó en su sistema nervioso y decidió irse. En su crudo relato cuenta el stress de una vida religiosa acelerada y superficial.

  • Lo que realmente ocurrió en el convento

    Lo que realmente ocurrió en el convento

    Publicamos aquí una traducción del artículo publicado por Kelly Sue Fitz (ex Madre Lumen) en su blog, originalmente en inglés. Gracias Kelly Sue por autorizarnos a publicarlo aquí.

    En los últimos meses he estado sumergida en el «trabajo en la sombra» y me he dado cuenta que, incluso, cuando uno cree que has superado todo, siempre queda algo más por superar. Y ese algo para mí ha sido el tiempo en que pasé en el convento.

    Hasta ahora creo que nunca di voz suficiente a la injusticia real y a la imagen completa de abandono y disfunción que viví y que se vive allí.

    Y aunque he escrito blogs, he hecho vídeos e incluso escribí una carta pública de 3 páginas a mi ex Congregación en el año 2015, rara vez he publicado los detalles crudos y descarnados, quizás, por tratar de ser algo respetuosa, supongo, obedeciendo a ese arquetipo de «niña buena», que aún vive en mí.

    He de decir que resulta difícil, muchas veces, contestar a la pregunta: «¿Por qué dejaste el convento?», elaborar una respuesta elevada, según a quién no es posible, así que, suelo contar una versión abreviada y digerible, pero una ex hermana una vez me recordó la importancia de no minimizar lo sucedido, sobre todo, para mí misma. Así que, estoy intentando canalizar la guerrera y la bruja que vive en mi interior para hacer un informe más completo de lo ocurrido. Además, me he dado cuenta a lo largo de esos años que, al intentar contenerme, no se ha visibilizado y validado suficientemente mi testimonio.

    Parte de «mi sombra» con la que he estado trabajando recientemente es el peso que cargo en mi entorno por ser considerada «perezosa», ya que, no concibo trabajar a tiempo completo nunca más, y no lo he hecho desde el año 2019, pero ¿será que si el mundo supiera por lo que he pasado en pocos años, pero de forma tan intensa, mi deseo de no volver a trabajar a tiempo completo sería validado?

    Parte de ese mi «trabajo en la sombra» es justamente asumir esa «sombra» y poder salir de ella, es un intento de dejar esa sombra de chica perezosa, pero yo sé que solo es una parte de mí, pues hay una otra parte que sabe y conoce que existe un ritmo natural en cada uno de nosotros que también debe ser buscado, reconocido y obedecido.

    Las semanas laborales de más de 40 horas pueden ser consideradas ridículas para cualquier ser humano, si nos fijamos en que también estamos hechos para disfrutar de nuestros seres queridos, cultivar dones, cultivar la naturaleza, etc y no solamente estar sentados frente a la computadora dedicando horas en conseguir dinero para seguir sobreviviendo, pero por desgracia, vivimos en 2023 y para la mayoría de nosotros es un constante tira-y-afloja, el sobrevivir y tener tiempo para hacer cosas que nos gustan con las personas que amamos.

    De todos modos, que este escrito también sirva cómo una llamada a las SSVM (otra vez), y sea un intento de validar mi yo más joven que en esa época necesitaba que alguien luchara por ella y no encontraba a nadie.

    Convento St Paul, hacia 2009

    Este será mi mejor intento de hacer una lista de aquellos años de «espectáculo de mierda»:

    • A los 26 años, fui nombrada Madre Superiora del convento de East Harlem, Nueva York, siendo la más joven de esa comunidad, tanto en edad como en vida religiosa, sin haber hecho aún los votos perpetuos. En una gigantesca parroquia bilingüe.

    • Al cabo de un año, me enviaron a una hermana que había sido diagnosticada con trastorno límite de la personalidad. Era argentina y tenía unos 30 años, había hecho sus votos perpetuos y había estado causando malestar en las casas de formación de Washington, donde había estado viviendo. Mis superioras me la enviaron a mí, diciéndome: «Lumen, tú eres tan tranquila, estamos seguras de que podrás manejarla», y me dijeron que leyera el libro; «Walking on Eggshells» para mejor prepararme y poder tratarla. A esas alturas me sentía «tranquila», pues creo que ya estaba viviendo en una constante disociación con la cantidad de cosas que iba ocurriendo.

    • No se me permitió informar a la comunidad sobre el diagnóstico de esta hermana, por lo que esencialmente tuvieron que sufrir su ira, sus arrebatos y el malestar que esa hermana provocaba, sin entender por qué nadie hacía nada al respecto.

    • Diariamente yo tenía largas sesiones de diálogo y escucha con ella —a veces hasta 2 horas seguidas— mientras ella lloraba encerrada en su mundo emocional de auto-odio, absorbiéndome, quitándome la energía y el tiempo que tenía que disponer también a las demás hermanas de la comunidad.

    • Iba a un psiquiatra y tomaba varios medicamentos psicóticos, también le fue sugerido una terapia dialéctica conductual residencial debido a la gravedad, yo a su vez pedí esto por escrito para presentarlo a mis superioras cómo una prueba de su gravedad. Las superioras lo denegaron por motivos económicos, pero tampoco quisieron enviarla de regreso a su casa, así que tuvo que seguir en mi comunidad, tomando sus medicaciones y haciendo terapia de conversación una vez a la semana, lo que no sirvió absolutamente de nada. Esto duró 2 años sin ningún control, mientras yo poco a poco «perdía la cabeza».

    • Esta hermana tenía regularmente arrebatos a causa de su trastorno, tanto conmigo cómo con el resto de la comunidad, aparentemente por nada o por pequeñas cosas, cómo por ejemplo, que una hermana doblara mal las toallas.

    • Muchas veces se encerraba en el baño durante horas o se golpeaba la cabeza contra la pared repetidamente para hacerse daño; todo tipo de locuras.

    • Aparte del libro, no me dieron ningún tipo de preparación o apoyo para ayudarla. solo me decían: «No te tomes nada de lo que diga o haga como algo personal, es su enfermedad».

    • Además era una hipocondríaca furiosa. Llegó con alergias alimentarias, le extirparon la vesícula biliar cuando yo estaba a cargo de la comunidad, fuimos a docenas de especialistas en NY en el transcurso de sus 2 años conmigo en Harlem.

    • Por no hablar de que constantemente me llamaba mientras yo trabajaba en la oficina de Catecismo parroquial (sustituyendo a otra hermana que se marchó durante un año y a la que no se prestó tampoco ningún apoyo —pero sobre esto más adelante—) quejándose de dolor, apartándome del trabajo o lo que parecía ser más probable, simplemente intentando llamar mi atención, como suele ocurrir con personas con trastorno límite de la personalidad a la persona que tienen de apoyo.

    • Pasaron muchas cosas en ese primer año, pero recuerdo que otra hermana de mi comunidad necesitaba regresar a Argentina para apoyar a su madre por un tiempo indefinido. Esta hermana era la responsable del catecismo en la parroquia, el apostolado era muy grande y el trabajo era a tiempo completo, pues había más de 400 niños y más de 50 catequistas en un programa bilingüe (español los sábados e inglés los domingos). ¿Adivinen quién debía cubrir su puesto mientras ella estaba de licencia indefinida? Sí, yo.

    Pedí apoyo a las superioras porque, literalmente, me estaba volviendo loca. Mis superioras sabían lo difícil que era tener una hermana con un trastorno límite de la personalidad dentro de la comunidad, por tanto, ¿Cómo podían pensar que yo pudiese asumir una responsabilidad más y reemplazar a esa hermana que faltaba asumiendo también el papel de directora de Catecismo a tiempo completo?

    A final me enviaron una hermana que me ayudaba a tiempo parcial, fue para mí una verdadera bendición, pero no lo suficiente, porque para mi sorpresa ella también estaba enferma y muchas veces necesitaba ausentarse, hasta que finalmente acabó por abandonar la vida religiosa (hoy se encuentra mejor, curada y prosperando en su vida). Conclusión: tuve que cubrir este puesto a tiempo completo durante todo el año catequético, junto con la gestión de la hermana enferma y el resto de las hermanas de la comunidad, sin contar que también era la responsable a nivel de provincia de la parte litúrgica, planificaba toda la liturgia cantada para las fiestas, misas de votos y eventos, donde reuníamos a cientos de personas.

    Ensayo del coro, 2010

    Además, ser superiora de una comunidad que ya conlleva sus propias responsabilidades que, abarcan a todas las hermanas, reuniones de superioras, funciones de liderazgo, etc. dentro de todo era la parte más fácil, pero no significaba que no hiciera nada; el apostolado era muy grande y había que constantemente preparar y organizar clases en la parroquia, retiros para jóvenes, niños etc. Siempre había mucho por hacer.

    Pero, ¿había alguien escuchándome?

    ¡Y no he acabado aún!

    • Mis superioras parecía ignorar todo lo que yo decía. Me comunicaron que tenía que viajar à Argentina y acompañar a la hermana enferma para que se hiciera ver con un médico de allí. Debíamos quedarnos en la casa de su tía en Buenos Aires durante unos días, para que el médico le hiciera algunas pruebas, mientras ella tomaba sus medicaciones, no recuerdo bien qué medicaciones eran, pero no estaban relacionados con el trastorno que tenía, sino con su salud física, así que viajamos hasta allí e hicimos todo lo que se necesitaba, no fue fácil y tuvimos muchas peleas durante el viaje.

    En el último momento, quiso que le acompañara a visitar a su familia a otra región de Argentina (¿a visitar su familia negligente y disfuncional?). Este es el amor/odio en las relaciones entre una persona con trastorno límite de la personalidad y las personas que las cuidan, un día te odia y al día siguiente, están súper apegados a ti (no es de extrañar su temor a las relaciones humana).

    En ese momento me dije a mí misma: «ni pensar, no voy. Ellos literalmente son la razón por la que eres cómo eres». No se lo he dicho, pero era la verdad.

    Le rogué a mi superiora que me dejara volar sola de regreso a Nueva York, y me concedieron. Así que volé de Buenos Aires a Nueva York y apenas llegué, le rogué a mi director espiritual (un sacerdote del IVE), que urgentemente hiciera algo por mí, o se iba esa hermana de la comunidad o me sacaran a mí. ¡Yo ya no podía más!

    Finalmente, gracias a sus súplicas (y lo que es más impresionante, hizo falta que un hombre dijera algo para que por fin tomaran alguna providencia), la enviaron a la Casa Provincial (a 4 manzanas de distancia).

    • Unos meses más tarde, pedí un tiempo para descansar y me enviaron a Avondale (Pensilvania), para ser la directora de Catecismo de allí. ¿Si eso les parece un descanso? Avondale era otra parroquia enorme y la directora de Catecismo era una responsabilidad igual de grande y a tiempo completo. Por lo tanto, no sólo desempeñaría ese papel, sino que, a diferencia de Harlem, tendría que aprender nuevas forma de hacer las cosas, conocer a todos los nuevos profesores, familias, etc. Cada parroquia es un mundo diferente con sus propias reglas. ¡Sí, genial, muchas gracias por todo!

    Dejé la vida religiosa sólo 2 meses después de mi traslado y todo empezó a desmoronarse en mí apenas un mes después de estar allí. Empecé a llorar a diario, no podía comer, no podía sonreír, no tenía energía ni afecto, me sentía profundamente triste. Había llegado al otro extremo de lo que es el agotamiento, me sentía en un completo duelo, una parte de mí parecía haber muerto contenida en esa especie de vida religiosa. Irónicamente, me llamaba «Lumen» (luz), pero sentía cómo mi luz interior se había apagado.

    La única paz que sentía era la de imaginar dejar esa vida y la esperanza —a pesar de todos los miedos de volver al mundo a los 30 años, con la cabeza rapada y un vacío de 8 años en el currículum— de que algo podía ocurrir en mi vida que fuera mejor de lo que estaba viviendo.

    Y este ha sido mis 12 años allí. No ha sido fácil y sigue sin serlo, abrir camino en esta sociedad capitalista es difícil, pero tengo buenos aliados visibles e invisibles que me ayudan.

    • Mi director espiritual me dio el visto bueno para pedir el indulto de salida, así que se lo pedí a mi superiora y ella inmediatamente pensó que yo estaba teniendo un ataque de nervios, -si analizamos en retrospectiva, así era-. Quería enviarme al monasterio unas semanas o a California «para descansar». Intenté explicarle que esto venía de hace mucho ¿era posible que no se diera cuenta? Un descanso de 2 semanas en el monasterio no arreglaría aquello. Finalmente, mi petición fue dirigida a la Superiora Provincial y tuve que mantenerme en contacto con ella para asegurarme de que mi petición seria escuchada y saber cuándo podría volver a casa. Pasó un mes hasta que por fin me dieron una fecha para irme, el 19 de septiembre.

    Abandono y maltrato

    Llevo 3 años trabajando «entre bastidores», en una consulta excepcional de terapia dialéctica conductual, con un conocimiento cercano y personal, tanto de la modalidad como de los tipos de cliente típicos que mejor se ajustan a los criterios de ese tipo de terapia. Puedo decir con seguridad que el hecho de que las superioras se negaran a permitir el tratamiento a esa hermana con trastorno límite de la personalidad (incluso en régimen de internamiento) fue una negligencia, ya que, ella estaba causando daño a sí misma y a las de su comunidad.

    Esa Orden religiosa se enorgullecen de «cuidar de los suyos», una estupidez escrita en sus Constituciones, en este caso y en tantos otros, vemos la negligencia y los cuidados insuficientes que tenían. En mis tiempos, rara vez enviaban a una hermana enferma de vuelta a casa, bajo lo que dice la misma regla, pero estoy segura que esta hermana en particular se habría negado vehementemente ante tal propuesta, pero algo habría que hacer, pues la realidad era la de una una mujer joven, diagnosticada con trastorno límite de la personalidad, recomendada por escrito hacer una terapia dialéctica conductual residencial por su psiquiatra, y la Orden a la que pertenece se negaba a proporcionarle el tratamiento para que tuviera una salud mental estable. Siendo las consecuencias:

    • un sufrimiento diario para esa hermana que constituía en subidas y bajadas de emociones incontrolables,

    • que las demás tenían que sufrir sus arrebatos de ira, su volatilidad emocional y manipulación con regularidad, sin que supieran el por qué,

    • su superiora, como yo misma, tuve que hacerme cargo y cuidar de alguien que padecía una enfermedad mental y emocional crónica, sin tener ninguna formación particular ni apoyo profesional en este tipo de función, y al mismo tiempo tenía que cuidar del resto de la comunidad, de las responsabilidades del apostolado, asumiendo también responsabilidades de la provincia.

    SIN MENCIONAR que nadie se preocupaba por mí, Me la enviaron con un libro, al estilo manual de preparación para vivir con una persona enferma. No logré que le asignasen un terapeuta cuando realmente lo necesitaba; no logré que me enviaran una hermana más para ayudar en el apostolado, es decir, no recibí ningún tipo de apoyo regular para hacer frente a todo esto sola.

    Todo lo que estaba a mi alcance era llamar por teléfono a la superiora provincial cuando la situación se ponía realmente fea y salía del control, pero nunca se hizo nada para cuidar de mi salud mental y emocional.

    Desde aqui mando un saludo a mis padres

    Menos mal, que crecí en un hogar estable y con vínculos seguros, menos mal que tuve una educación sana y tuve siempre los pies en la tierra, con un sabio discernimiento, profundas habilidades intuitivas y la capacidad de gestionar mi mundo emocional lo suficiente cómo para no salir desesperada corriendo de allí cuando un día se desató toda la mierda; y menos mal que siempre he tenido la capacidad de aprender rápidamente, pues esto me ayudó a sobrevivir a toda aquella locura, y ahora entiendo porqué me cargaron con todo, las que han estado en esa Orden entenderán: ¡APOYA SIEMPRE A TUS SUPERIORAS!

    Pero, ¿Qué están haciendo SSVM?

    Es como tener a los 5 titulares de un equipo de baloncesto, que son los que más minutos juegan y los que más apoyan al equipo, pero ninguno de ellos participan de otros beneficios, cómo por ejemplo, ir al quiropráctico, a la sauna, ni comer comidas buenas y nutritivas, etc. Cómo se explica todo esto sin hablar de negligencias y abusos.

    Y no me hagas hablar de cómo se nos enseña a ser «generosas con Dios», pues de esta forma «Dios nos dará la gracia para cualquier cosa que se nos asigne». Eso no es más que un lavado de cerebro para que te calles y seas una monja buena y callada; para que te sientas culpable y que ante cualquier pensamiento contrario vayas a confesarte, cuando literalmente son ellos los que están chupando la vida que Dios te ha regalado. ¿Bastante retorcido, no? ¡Bienvenidas al convento!

    (Estoy redactando esto).

    ¿Nos hemos apuntado todas a una vida de servicio, obediencia y «muerte al yo como Cristo en la Cruz»? De hecho, sí. Pero ¿sabíamos que sería tan disfuncional y perjudicial para nuestra propia salud mental, emocional y física? ¡No! Deberíamos, entonces haber leído «la letra pequeña».

    En mi opinión, al aplicar la frase: «¿Qué haría Jesús?», -lo que para mí es una pregunta básica del cristianismo-, las SSVM hicieron lo contrario. Tendrían que haberse preocupado, haber permitido y haber conseguido un lugar para el tratamiento de esa hermana con trastorno. De esta forma le ayudaría no solo a ella, sino a las hermanas que tenían que convivir con ella y a la superiora a su cargo, y no solo con miras al presente, sino también al futuro. No se puede negar algo así por falta de medios económicos, porque las SSVM, SÍ TIENEN FONDOS.

    Resumen

    También escribo cosas positivas sobre mi paso por la vida religiosa, lo he dicho una vez y no cambiaría la decisión que tomé de entrar en las Servidoras. Es un camino de vida poco común que me siento agradecida de haberlo recorrido, pero he de decir que ha sido profundamente perjudicial para muchas de nosotras.

    Mi historia es una de las más «ligeras», no sufrí insultos, no sufrí maltratos, no me enviaron a casa sola y sin dinero, cómo hicieron a otras. Me llevaron de regreso a casa dos hermanas, probablemente porqué yo había sido superiora durante 4 años y sentía que las hermanas me apreciaban o, quizá, porque simplemente era una chica blanca y norteamericana, ¡quién sabe! Pero hay otras historias tristes y lamentables y que causaron más daños. La mía entraría dentro de los traumas crónicos y de larga duración, a lo mejor, somos menos, ¡pero existimos!

    A principio de este año recibí la noticia de una hermana con la que había vivido que había decidido irse, llevaba unos 20 años de vida religiosa y eso me preocupa, rezo para que esté bien. Le hemos tendido la mano, pero ahora mismo no quiere ningún tipo de apoyo. Muchas estuvieron menos tiempo que nosotras, pero con historias igual de intensas. Ambas son válidas y perjudiciales.

    Cada una de nosotras buscamos sanar y as veces el proceso es largo, pero diría que la dificultad está en que nuestras historias conventuales son difíciles de visibilizar porque todo pasa en un ambiente con mucho secretismo y nadie sabe REALMENTE lo exigente que es la vida que llevamos y el lavado de cerebro que hay, al menos que lo haya vivido.

    Repetiré siempre que se trata de una secta y no lo suavizo, pero cómo todo está bajo una fachada que gran parte del mundo honra —monjas haciendo obras de caridad, ayudando a los más pobres entre los pobres, esposas de Cristo— es difícil separar lo virtuoso de lo dañino, pero las 2 pueden coexistir.

    Sin embargo, aquí estamos. Intentando llevar nuestras historias, nuestros secretos y heridas de la mejor manera posible; intentando convertirlos en magia y servicio en este mundo, a menudo con el alma un poco cansada y llena de cicatrices por lo que hemos pasado; intentando seguir sin «quemarnos», una vez más y sin que se aprovechen de nosotras siendo un poco más sabias e indecisas a la hora de entregarnos por completo a algo.

    Y Esta es la razón por la que no quiero trabajar a tiempo completo nunca más. Haber sido monja era un trabajo 24/7 sin límites. ¡Es una mierda salvaje!

    Después de mi salida, «me quemé» otras 3 veces más en el mundo laboral a tiempo completo, y aunque, esto no es objetivamente un problema por lo que todos enfrentamos, simplemente he decidido que, ya no es para mí.

    Sólo quiero tumbarme en la hierba, contemplar la brisa entre los árboles y jugar con gatos el resto de mis días, y bailar, por supuesto.

  • Se estrena el film «Caminemos Valentina»

    Se estrena el film «Caminemos Valentina»

    Dirigida por Alberto Lecchi y estrenada en cines el jueves pasado, «Caminemos Valentina» cuenta la historia de Migliore y Valentina Rojas, dos exmonjas que sufrieron abusos durante sus años de Aspirantado y Postulantado en la congregación «Hermanas Educacionistas Franciscanas de Cristo Rey».

    Sandra, oriunda de Córdoba, Argentina y con muchos años de vida religiosa decide dejar la congregación. No sabiendo cómo sobrevivir económicamente, que el Instituto la incorpora en unos de sus colegios de Lanús como administrativa.

    Allí llega Valentina como religiosa y representante legal. Compartían la tarea diaria cuando empezaron llegar a la institución e-mails con denuncias sobre los abusos de la hermana Bibiana, una monja encargada de la formación de las jóvenes durante una década, los años 80. Sandra y Valentina habían sido también sus víctimas, pero casi nadie lo sabía. No lo habían hablado entre ellas ni con nadie más. En ese período en que empieza a conocerse la verdad se ubica temporalmente la mayor parte de la película.

    La reacción de Valentina sobre Bibiana:

    “Con la idea de que era una madre para nosotras, ella iba propiciando un contacto cada vez más cercano, más íntimo, que desembocaba en manoseos y en un abuso sexual y de poder sobre nosotras, adolescentes, vulnerables, asustadas. No era como hoy, que los jóvenes reciben una formación mayor sobre lo que pueden permitir de los adultos. Hace casi 40 años no se hablaba, y mucho menos dentro de una congregación religiosa. Cuando me di cuenta… ‘Esta mujer me está tocando de una forma que no es maternal’. Encima, ella te hacía saber que tenía que quedar en secreto y te culpaba de todo lo que sucedía: ‘Vos me haces hacer esto’. Y yo sentía todo con culpa y muchísima vergüenza”.

    Mientras Sandra conoció a la hermana Bibiana en el noviciado, apenas ingresó, en 1983. “Cuando, muchos años después, hablé por primera vez de lo que me había sucedido con ella, un sacerdote me dijo: ‘Esto no fue culpa tuya ni es un pecado que confesar, esto lo tienen que saber los superiores’. Pero hablé con los superiores y me mandaron a callar: ‘Esto no puede trascender las paredes de este lugar’”. Sandra dejó los hábitos y se alejó de la Iglesia, pero volvió al colegio porque necesitaba trabajo. Quiso retomar su puesto de docente titular; no la dejaron. Le dijeron que era “una vergüenza volver y trabajar frente al alumnado sin el hábito”.

    Pero la supervisora le ofreció el trabajo administrativo –primero a escondidas de la institución– a cambio de que nunca dijera nada. Ella cuent

    “Ella era una persona mayor que había sido realmente como una madre para mí en los primeros años en Buenos Aires. Me callé por eso y porque necesitaba trabajar. Yo tenía 24 años y muchas inseguridades”.

    Cuando llegaron los e-mails a las casillas de todas las monjas y ex monjas de la congregación en Buenos Aires y Formosa, donde había trabajado también la hermana Bibiana –allí era la hermana Leopoldina–, la supervisora de Sandra le preguntó qué opinaba sobre el tema:

    “Le dije que no opinaba nada: que me constaba que era cierto porque yo también había sido su víctima”.

    El caso no tuvo mayores consecuencias, salvo para ellas, después de que enviaran las denuncias a la madre general de la congregación, con sede en Roma. A raíz de eso, Sandra fue desplazada de sus tareas y Valentina recibió la seductora propuesta de irse a Europa, pero en lugar de aceptar, renunció. La única respuesta positiva fue la promesa de separar a la hermana Bibiana de la congregación, pero no sucedió:

    “Bibiana se escapó, se fugó a Venezuela. Cambió su nombre, seguramente apañada por la congregación. Hoy se hace llamar Victoria y trabaja en un hogar de ancianos. Sigue siendo monja”.

    El director de la película, Alberto Lecchi, dijo muchas veces: la película no quiere ser un ataque a la Iglesia ni a la fe de las personas. Es una situación concreta que ocurrió dentro de una institución y también una denuncia a quienes dentro de esa institución siguen encubriendo o mirando para un costado”.

    A raíz de este film se nos vino a la memoria los distintos de casos de abusos que sufrió el IVE y sigue sufriendo dentro y fuera de sus puertas. Mientras los moralistas y biblistas del IVE se creen el ala más ortodoxa y fiel de la Iglesia, al mismo tiempo debieron crear una residencia que trate a sacerdotes con problemas sexuales de diferente tipos, depresiones, ansiedad etc.

    Sin ir más lejos hace unos días nos escribió el P. Enzo C. (IVE), agrediéndonos por ser voz de los que no tienen voz, paradójicamente nos dicen que escandalizamos, ¿¿y ellos??

    Puntualmente este sacerdote se fue en Brasil con su monaguilla, no tuvo mejor idea que vivir frente del seminario… pero ellos ahí no escandalizan… para ellos no aplica el escándalo. Si todavía es un fanático del IVE y el P. Buela entonces tiene todo perdonado, por eso cuando se cansó de su vida conyugal se lo volvió a admitir y se lo traslado de misión a Chile. Al menos en su caso como él dice, pidió perdón a sus superiores y siguió adelante, ojala sus superiores aprendan y pidan perdón a las víctimas de tantos abusos dentro del IVE y que siguen sin reconocer.
    Lamentablemente los mismos miembros del IVE, sobre todo los más jóvenes no saben la doble vida que tiene el IVE, y la manera de tapar las cosas.

    ¿Cuántas religiosas hablaron de abusos a sus superiores cometidos por sacerdotes y solo se trasladó el problema? O lo que es peor pusieron a trabajar con jóvenes del colegio a sacerdotes que después se enteraron que tenían HIV (que había contraído por su lujuriosa vida en la misión) y que seguía ahora desparramando en Argentina hasta que alguien denunció públicamente y no les quedó otra que allanarlo al estado seglar, sino es la hora que sigue en otra misión

    ¿Cuanto luchó el IVE por tapar el problema de abusos y alcoholismo del fundador?

    El problema del IVE y de muchas Instituciones es que hay que defender más la institución que los miembros, los miembros son piezas que van cayendo rotas en el camino y no se habla más. Se remplaza por otras piezas jóvenes que solo ven la santidad reinante en el ambiente y no conocen de historia ni pasados. Hasta que esa pieza se desgaste y sea remplazada.

    Algún día con el tiempo las víctimas se irán animando a hablar y con esto se ayudara a que las instituciones miren por las almas que Dios les encomendó que por el fanatismo de defender la institución.

  • La visión de un laico

    La visión de un laico

    ¿También en Argentina?

    Bien, esto es realmente difícil para mí, con tantas cosas horribles que parecen estar sucediendo en todo el mundo y, como si eso no fuera suficiente, también dentro de la Iglesia. Bueno, de todos modos, en este artículo quiero tratar ese tema, sin importar la depresión que lo acompaña.

    Por favor, tengan paciencia conmigo, soy argentino y, además, intento informar una historia de este remoto rincón del mundo. Particularmente la historia de una de las criaturas de Sodano, el Padre Carlos Miguel Buela, otro de sus nuevos fundadores de los “Nuevos Movimientos” en este caso una congregación de sacerdotes, monjas y laicos, con seguidores en toda Argentina y una docena más de países, incluido EE.UU. (dicen que sus miembros son más de mil, y contando, todo en menos de un cuarto de siglo). Pero, como veremos, ahora está en problemas.

    Cómo todo empezó

    En 1971 llegó a Buenos Aires un joven jesuita, el padre Alfredo Sáenz, que acababa de terminar sus estudios en Roma. En ese entonces la Iglesia argentina estaba en un perfecto lío con prácticamente todos los obispos del país experimentando con la liturgia, el clero vistiéndose como los laicos, las monjas con faldas, los maestros en varios seminarios entrando en Teología de la Liberación, cambiando el catecismo, ahondando en Rahner o Congar (o sus peores discípulos); cientos de sacerdotes y monjas destrozando su vocación, algunos de ellos casándose, otros incurriendo en todo tipo de hechos extraños y otro tanto se unieron a las guerrillas marxistas que en este país habían comenzado una campaña violenta contra el gobierno militar, entonces en el cargo. En esos ajetreados días, un conocido obispo, Monseñor Podestá se había fugado con una monja.

    Para aquellos de nosotros que lo recordamos, fueron tiempos muy agitados y confusos, hasta mismo la devoción a la Virgen María fue más o menos sistemáticamente desacreditada, el rosario burlado, algunas de sus imágenes retiradas de aulas, parroquias, etc., hubo confesiones colectivas, los altares fueron derribados, en algunas parroquias tocaron bandas de rock durante la Misa, la gente comenzó a tomar la comunión de pie, seguido algunos años más tarde con la comunión en la mano; toda la liturgia un enorme campo de experimentación, toda reverencia, devoción o decoro perfectamente olvidados, por no hablar de la falta de apariencia de uniformidad. Fue muy difícil asistir a una misa en la que se podía contar con unos minutos de silencio. A eso lo llamaron “la nueva primavera de la Iglesia” y nos preguntamos: si eso era la primavera, ¿cómo sería el invierno? Ahora lo sabemos.

    Sin embargo, entonces como ahora, el Padre Sáenz parecía impávido. Tenía planes perfectamente imposibles: comenzar un seminario adecuado con estudios serios, patrísticos y teológicos, una sólida historia de la Iglesia, latín y griego, un decoro litúrgico, una devoción sincera, una buena reseña de profesores eruditos, un buen coro, teatro y artes en general, en resumen, todo lo que se necesita para hacer de los jóvenes, buenos sacerdotes, una tarea difícil, ¡si es que alguna vez ha sido fácil! De todos modos, de una forma u otra, como podemos decir con seguridad casi 40 años después, el padre Sáenz lo logró. El obispo de la ciudad de Paraná, en el corazón del país, Monseñor Tortolo, tenía un seminario enorme, que había visto días mejores, en 1971 había sólo un par de seminaristas y poco más. El obispo le ofreció al Padre Sáenz la oportunidad de hacerse cargo, lo que el joven jesuita aceptó con entusiasmo. No tardaron en acudir en masa los mejores sacerdotes del país para ocupar el cargo de maestros, comenzando por el renombrado Padre Alberto Ezcurra, gran amigo del Padre Sáenz recién llegado de Roma, donde se había licenciado en Teología Moral y Marcos González, un erudito dominico, teólogo, que era ampliamente respetado. Pronto el seminario comenzó a mejorar, más que eso ¡fue un éxito asombroso! Se estaban inscribiendo chicos de todo el país que se enteraron de este nuevo seminario conservador o tradicional. En 1972, cuando fui a ver si tenía vocación (finalmente decidí que no), solo había 8 seminaristas, pero para 1980 había más de 200. Las clases estaban llenas, una atmósfera alegre lo impregnaba.

    Los padres Sáenz, Ezcurra y González eran muy queridos por todos; y la revista del seminario, Mikael, había alcanzado estándares internacionales con importantes colaboradores (me vienen a la mente Josef Pieper, el cardenal Ratzinger, Cornelio Fabro, Gustave Thibon, Thomas Molnar y Dietrich Von Hildebrand, entre muchos otros). El coro cantaba maravillosamente; los muchachos aprendían latín, griego, francés, inglés, patrística, teología tomista, espiritualidad, teología dogmática, moral, etc. Y todo en poco menos de diez años.

    Por supuesto, a los progresistas no les gustó ni un poco, y cuando la salud de Mons. Tortolo le obligó a dimitir (creo que en 1983), se hizo cargo un nuevo obispo con ideas muy distintas. El Padre Sáenz fue llamado por su orden, la Compañía de Jesús, a los profesores se les dijo que su presencia no era exactamente deseada y en menos de tres meses el seminario volvió a estar en desorden general.

    Nuevos planes

    Aquí es donde entra el Padre Buela. En aquellos días era un joven párroco, recién ordenado y se había hecho amigo de los Padres Sáenz y Ezcurra. Ahora el P. Buela estaba, en buenos términos, con otro obispo, Mons. Kruk, (de ascendencia ucraniana), quien ocupó su cátedra en la ciudad de San Rafael, a unos 1000 kilómetros de Buenos Aires. El obispo Kruk se encontraba en el mismo dilema que había afligido a Mons. Tortolo en Paraná, ¿por qué no repetir la experiencia tradicionalista o conservadora en San Rafael?

    Sin embargo, había una trampa: como he dicho, el Padre Sáenz era jesuita, y sus superiores luego se negaron a dispensarlo de su trabajo como profesor de la Compañía de Jesús en su casa principal en Buenos Aires. ¿Entonces qué es lo que había que hacer? Aquí debemos ir poco a poco para comprender cómo se desarrolló esta historia. Los tres sacerdotes Buela, Sáenz y Escurra eran buenos amigos desde hacía algunos años y ninguno de ellos podía pretender ser jefe o superior entre ellos en ningún sentido, excepto que el Padre Sáenz era el mayor y tenía la autoridad natural de alguien con experiencia en el manejo de un seminario y el Padre Ezcurra era mayor que el Padre Buela y había secundado a Sáenz en su trabajo. Así que, finalmente llegaron a un arreglo que parecía perfectamente natural: el Padre Ezcurra sería el director del seminario diocesano de San Rafael, el Padre Buela su segundo a cargo, y el Padre Sáenz vendría de vez en cuando para dar pequeños cursos sobre esto y aquello y supervisar en general las cosas. Al principio, todo parecía ir bastante bien. El seminario diocesano pronto se llenó, con muchos seminaristas huyendo de Paraná y de los cambios que se estaban produciendo allí, bajo el nuevo obispo.

    El obispo de San Rafael, Mons. Kruk estaba encantado con su nuevo seminario lleno de jóvenes entusiastas que, según se veía, se estaban tomando las cosas en serio. También aquí, al principio, todo parecía bastante prometedor. El Padre Ezcurra tuvo mucho que ver con esto, siendo como era, especialmente carismático con los muchachos, servicial, perspicaz, sensato, paciente y siempre alegre; el Padre Buela, en ese momento, no parecía diferente…

    Retrato de un sacerdote joven

    Conocí al Padre Buela cuando tenía treinta y tantos años, luchando en una parroquia muy pobre en las afueras de Buenos Aires, un sacerdote fuerte, cabezota y brillante. Siempre estaba de excelente humor, solía reírse mucho de todo y de todos (incluido él mismo), vistiendo en todo momento una vieja sotana desafiante, algo que no se veía en esos días, el trozo de tela negra era un símbolo de la resistencia a lo generalizado, de las tendencias progresistas de aquellos días. Había estudiado en el seminario principal de Buenos Aires (Villa Devoto), un bastión progresista, y había logrado abrirse camino hasta la ordenación a pesar de sus duros ataques contra todo lo modernista y su firme postura de las doctrinas y prácticas tradicionales.

    Era un tipo alegre, ingenioso, que soltaba frases enérgicas e hilarantes e historias divertidas sobre casi cualquier cosa debajo de la tierra. Por otro lado, también llevaba un marcado contraste con sus homólogos Sáenz y Ezcurra, pues Buela provenía de la clase trabajadora argentina, y no era muy leído, no tenía una educación refinada y no había viajado mucho al exterior. No se podía decir del todo que fuera un simplón, pero ciertamente no era sofisticado. Más bien parecía complacer su comportamiento general identificando sus maneras más bien contundentes con la humildad cristiana en abierto contraste con las maneras refinadas que parecía asociar con las tendencias farisaicas. Por supuesto, hay algo que decir al respecto, pero visto objetivamente, de vez en cuando uno sentía que era un poco exagerado, demasiado ruidoso y casi poco caritativo cuando empezaba a regañar a alguien. Era agudo y no siempre tan compasivo y tolerante como uno esperaría que fuera un sacerdote. Sin embargo, mucha gente (yo entre ellos) lo amábamos y respetábamos bastante. Defendía las mejores causas, era un buen predicador, escribía pasablemente bien, había mostrado una lealtad valiente a las mejores tradiciones de la Iglesia, se había ganado cierta reputación como un excelente confesor (yo, por mi parte, no estaba de acuerdo con esto, lo veía demasiado moralista para mi gusto, si saben a qué me refiero), y su amistad con los padres Sáenz y Ezcurra solo contribuyó a su bien ganada fama como ejemplo vivo de lo que debe ser un joven sacerdote católico.

    ¡Pobre de mí!

    Ay, (les dije que esta era una historia difícil y trágica de contar para los lectores estadounidenses). Las cosas salieron mal para él, para el seminario diocesano de San Rafael, para todos nosotros. En primer lugar, el Padre Sáenz solo podía visitar el seminario de vez en cuando, por lo que los padres Buela y Ezcurra tenían que hacer las cosas por su cuenta. Entonces, de repente, en 1984, el Padre Buela anunció que había comprado una pequeña finca en las afueras de San Rafael donde iba a comenzar una especie de congregación, llevándose consigo algunos de los seminaristas, para vivir una “vida religiosa”, en contraposición a la de un clérigo secular (en cuanto a de dónde vino el dinero para la granja, eso sigue siendo una pregunta abierta). Pronto se habló de que había tomado su decisión “inspirado” por una visión o algo y se anunció que el carisma original de la nueva organización incluía una vida religiosa más exigente para sus candidatos que, una vez ordenados, ocuparían sus lugares en abandonadas parroquias, dondequiera que los obispos los llamen. El plan era que una vez que los reclutas fueran ordenados sacerdotes, irían de a dos o de a tres a su parroquia asignada y vivirían una vida común de oración y devoción mientras ministraban a los laicos. La idea general parecía ser que llevar una especie de vida cenobítica protegería a los sacerdotes jóvenes y los ayudaría junto con el trabajo, y no tan abrumador, como el de administrar solos una parroquia. En aquellos días era un plan bastante interesante. En efecto, no quiero adelantarme, pero creo que debo mencionar aquí que, tal y como resultaron las cosas, el padre Buela agregó sucesivamente un carisma tras otro a su congregación para que al final nadie se acordara del todo de lo que se había propuesto a principio, es decir, su característica distintiva en primer lugar.

    Pero volviendo a los comienzos… Muy pronto las cosas se agriaron. Primero, como finalmente descubrimos, el padre Buela nunca consultó su mudanza de planes con los padres Sáenz o Ezcurra. Siguió su propio consejo para consternación de sus amigos; por cierto, nos enteramos de todos estos años después: Sáenz y Ezcurra se guardaban sus rencores para sí mismos, por discreción, aunque no Buela. Desde un principio comenzó a cortejar a los seminaristas diocesanos de San Rafael de una manera bastante agresiva, en el sentido de que su congregación, denominada “Instituto del Verbo Encarnado”, era más estricta en sus deberes y obligaciones que la ordinaria en el seminario secular. A medida que pasaba el tiempo, las cosas empeoraron, lo que implicaba que si un seminarista se negaba a seguir su ejemplo, era porque no era lo suficientemente serio en su vocación.

    Los padres Alberto Ezcurra y Alfredo Sáenz quedaron atónitos ante este giro de los acontecimientos: en primer lugar, su amigo, el padre Buela, les había dado la espalda y se había ido por su propio camino sin la menor consulta. Ahora promovía activamente la deserción de los seminaristas del seminario original a favor de su congregación recién fundada, y esta promoción se llevó a cabo con un buen grado de beligerancia y manipulación. Años más tarde, el padre Ezcurra me confió que esta campaña que se estaba llevando a cabo era bajo el espíritu de “Él que no está conmigo, está contra mí” (Mt 12, 30), algo, dijo Ezcurra que, sólo Cristo podía reclamar legítimamente para sí mismo esa frase. Me atrevo a decir.

    El principio de Jack

    Cualquiera que esté familiarizado con la lectura de CS Lewis, especialmente «Los cuatro amores», reconocerá el principio de Jack: “Lo más alto no se sostiene sin lo más bajo”, cosa en lo que he estado rumiando la major parte de mi vida ¡con excelentes resultados! Y claro está se aplica a lo que les he dicho hasta ahora. Por ejemplo, supongamos que el P. Buela tuvo una visión ¿por qué no? Es perfectamente posible. ¿Quién soy yo para presumir otra cosa? Entonces, concedamos que Nuestra Señora le indicó al P. Buela que era la voluntad de Dios que fundara una nueva congregación a tal o cual efecto. Se ha visto antes y se puede ver de nuevo. Es perfectamente católico, nada de malo con eso. Por supuesto, una institución antigua como la Iglesia sabe perfectamente bien que nueve de cada diez visionarios resultan ser falsos, pero «abusus non tollit usum»; y no podríamos prescindir, digamos, de Santa Teresa o de San Francisco, etc. De todos modos, un católico sabio es siempre un poco más cauteloso acerca de estas revelaciones privadas y cosas por el estilo, ¡está muy bien, es como se debe ser! Pero, como digo, esto está fuera de mis conocimientos. A lo que voy: “que lo más alto no se sostiene sin lo más bajo”; es una regla general perfecta si quieres distinguir la cizaña del trigo. Muy bien, el P. Buela tuvo una visión: ¿por qué no se lo contó a sus amigos? ¿Por qué no contárselo con alegría a sus asociados, los padres Sáenz y Ezcurra? ¿Por qué no hablar de ello? Y, sobre todo, ¿por qué actuar sin planificar cuidadosamente cómo se iba a llevar a cabo, tratando de zanjar las diferencias, tratando de conciliar el nuevo proyecto con el anterior? (Lo he dicho es esa una buena regla de oro).

    ¡No hizo nada por el estilo! Como he dicho, siguió adelante, solo, sin consultar, sin referencia a hombres mayores más sabios y más experimentados. Parecía saber perfectamente bien de qué se trataba y no parecía necesitar de los comentarios y los consejos de sus amigos. De hecho, con el paso del tiempo perdió a todos sus amigos y continuó simplemente solo, es decir, si no se tiene en cuenta la pequeña camarilla de sacerdotes y seminaristas muy jóvenes que él prefería tener a su alrededor en todo momento y esa no es la mejor manera de evitar a ese viejo enemigo de cualquier líder: la adulación. No importa en qué lugar esté, la adulación, es la clásica maldición destinada a afligir a cualquiera que esté a cargo de un grupo de personas.

    “Lo más alto no se sostiene sin lo más bajo”, e incluso si se trata de una visión, un llamado o una iniciativa santa y puede ser esta tan elevada como se quiera, pero no se debería acabar con la amistad, -una cosa “inferior” si se quiere decir- ya que, Nuestro Señor la tenía en alta estima, como bien sabemos, tanto que lo incluyó como uno de los principios centrales de la Iglesia que iba a fundar (Juan 15:15).

    Con el beneficio de la retrospectiva, uno no puede evitar ver en estos comienzos las semillas de lo que iba a ser. Pero eso no quiere decir que compartamos la opinión de quienes reprochan al Padre Sáenz o al Padre Ezcurra su discreción, tolerancia, paciencia y actitud general de “déjalo estar”. Estaban haciendo todo lo posible y difícilmente podrían haber imaginado lo mal que se pondrían las cosas en el futuro.

    Cáncer

    Y las cosas empeoraron. El padre Sáenz estuvo ausente la mayor parte del año y, para complicarlo todo, en 1991 murió el obispo de San Rafael, monseñor Kruk, dejando tras de sí un seminario en una especie de caos. Al año siguiente, al padre Alberto Ezcurra, encargado del seminario, le diagnosticaron lo que parecía ser un cáncer terminal y, en consecuencia del cáncer ya no podía estar al tanto de todo lo que pasaba, obligado a realizar largos viajes desde y hacia Buenos Aires para sus sesiones de quimioterapia.

    Fue en una de estas ocasiones que tuve el privilegio de compartir un café con él en un acogedor café porteño, nuestra charla ocupó la mayor parte de esa luminosa mañana de invierno, meses antes de su fallecimiento. No sé muy bien el porqué, pero el padre Ezcurra estaba bastante de acuerdo conmigo (por supuesto, he conocido a otras personas que afirman lo mismo, tal vez él solo intentaba dirigir a su rebaño uno por uno como debería hacerlo cualquier buen pastor Jo 10: 3, 14, 16, 27). De todos modos, aproveché las circunstancias, estábamos bastante solos, nos conocíamos bastante bien y no había prisa para preguntarle de qué se trataba el problema con el padre Buela. Coincidió y farfulló, vaciló y se anduvo por las ramas durante algún tiempo, pero a la larga su acusación fue clara como el cristal: pensó que la forma en que Buela cortejaba a los jóvenes, presionando, instándolos a ser sacerdotes o monjas, sin tener en cuenta que esta es una decisión delicada, muy personal, que requería un escrúpulo extremo, y en la que él, Buela, ni nadie más, tenía autoridad o voz especial, solo el joven y su propia conciencia. Me dijo algo en el sentido de que nadie tiene derecho a entrar allí, en la conciencia de un niño o una niña, que era como un jardín sagrado donde sólo Dios mismo tiene el derecho a caminar. Y que, si se tratara de un caso de dirección espiritual o de alguien que pedía consejo, un sacerdote debería tener mucho cuidado en lo que dice porque está pisando terreno sagrado. Para entonces yo tenía 38 años, pero nunca había escuchado ni leído nada parecido a lo que decía el padre Ezcurra.

    En los años siguientes, mientras el Instituto crecía en número a un ritmo asombroso, llegué a ver las cosas bajo esta luz y una y otra vez este delicado principio se desarrolló ante mí y la congregación del Padre Buela y sus numerosos seguidores comenzaron a parecerme como algo indecoroso como una reproducción automática de células, algo muy parecido a un cáncer. ¿Por qué la prisa? ¿De dónde vino toda esta impaciencia? ¿Por qué no a un ritmo más lento y constante? De todos modos, ninguna cantidad de advertencias a nuestros amigos cuyos hijos estaban siendo llevados a la congregación de Buela, algunos de ellos muy temprano en plena adolescencia. Nadie escuchaba, excepto algunos amigos con los que compartíamos esta misma aprensión, especialmente porque nosotros mismos teníamos niños pequeños y queríamos protegerlos de este “viento de entusiasmo” (creo que Ronnie Knox lo habría llamado así). De hecho, si alguna vez estuviéramos interesados en los dichos del Padre Buela, el comportamiento, o empresas fue sólo porque nuestros propios hijos e hijas estaban en la línea. De lo contrario, teníamos, por así decirlo, «otros pescados para freír».

    Nunca más volví a ver al padre Ezcurra, quien falleció un poco más tarde de manera muy pacífica, dedicando sus últimos meses a su amado seminario diocesano de San Rafael, incluso dictando conferencias en sus últimos días cuando apenas podía comer. Dejó atrás recuerdos amorosos.

    A la manera de Carlitos

    De todos modos, a estas alturas, el padre Buela había reunido un grupo bastante numeroso de seminaristas propios, habiendo comenzado su propia casa de estudios en las instalaciones del Instituto. Sin embargo, no puso mucho énfasis en la calidad de sus profesores, y la mayoría de los mejores dotados pronto dejaron el Instituto por una razón u otra (estoy pensando aquí en los Padres Carlos Biestro y Ramiro Sáenz, pero fueron muchos). Había visitado sus instalaciones en 1992 y había visto cosas por mí mismo. Para empezar, no había una biblioteca adecuada, ni aulas adecuadas, ni maestros adecuados; todo el sistema de estudios no era mucho más que una mezcolanza de un poco de filosofía aquí y un poco de teología allí. Esto fue explicado, por supuesto, con referencia a las dificultades que acompañan a todas las instituciones nuevas cuando se encuentran en la etapa inicial de su fundación, etc. De todos modos, esto nunca cambió mucho, ya que el Padre Buela nunca tuvo un gran respeto por los estudios académicos, es decir, un apetito y una búsqueda sincera de la verdad. Bastante diferente fue su enfoque, como con todo lo demás, si las calificaciones altas y las distinciones académicas se consideraban sólo como un medio para otros fines. Pero, una vez más, me estoy adelantando.

    No, no hay mucho énfasis en los estudios y cosas por el estilo. El énfasis se centró básicamente en ampliar las filas. Un viejo amigo suyo, el padre Nadal, abrió una rama femenina, las nuevas monjas finalmente se instalaron en una finca vecina, algo que también se hizo de una manera un tanto descarriada y rebelde, y siempre acompañadas de la desagradable sensación de que las cosas se estaban haciendo apresuradamente. De todos modos, pronto hubo casi un centenar de monjas yendo y viniendo, ninguna muy segura de lo que estaba haciendo (aquí debo admitir mi propia impaciencia, porque nunca me molesté en intentar averiguarlo por mí mismo).

    Mientras tanto, mucha gente comenzó a acudir en masa a “La Finca”, allí se estaba dando a conocer para entonces, los sacerdotes del Instituto Buela y algunos otros asociados, pero que no pertenecían propiamente a el, estaban llevando a cabo numerosas conferencias, retiros, bendición, el rezo del Rosario o lo que fuera. El IVE se estaba haciendo un nombre y estaba creciendo en número, influencia y dinero. Sin embargo, empezaron a filtrarse algunas historias sobre sus costumbres y modales, sobre todo, que parecía estar ocurriendo bastante intimidación, aparentemente entre los seminaristas mayores y los más jóvenes. Este fue uno de los rasgos característicos del padre Buela. Me he referido a él antes, pero en ese momento era peor. Siempre que alguien se atrevía a expresar su desacuerdo sobre cualquier tema bajo el sol, en la forma en que se estaban manejando las cosas o un punto de teología dogmática, invariablemente sería sometido a una buena cantidad de acoso por parte del resto, si no del mismo Padre Buela. Los seminaristas estaban siendo robotizados lentamente, el amor por la verdad por sí misma era inaudito, la originalidad prohibida, las personalidades planificadas en un único molde espiritual, psicológico y moral.

    Tomemos lo que sucedió cuando uno de los seminaristas, un chico llamado Morsella, murió en un desafortunado accidente en un verano. Inmediatamente Buela lo proclamó santo, sus restos fueron enterrados en “La Finca” con grandes honores, se instaló un museo donde se exhiben algunas de sus posesiones como reliquias, y todos fueron invitados a venerar su memoria. ¿Bien? Era solo un joven que murió electrocutado y, por lo que sabemos, debe haber sido muy desagradable, pero ¿esto? Esto, como muchas de las actividades del Instituto, se hacía al estilo de Buela: imprudente, precipitadamente, de una manera grosera, indigna y profana. Para él, nada era lo suficientemente sagrado como para ser tratado con asombro, con reverencia, con circunspección.

    En esos años Buela publicó un panfleto incendiario titulado: Reminiscencias – ad usum privatum, escrito con el propósito de deshacer a todos y cada uno de sus ex asociados que habían tenido el descaro de oponerse de una forma u otra a la forma en que se manejaban las cosas. Los padres Sáenz y Ezcurra, salen especialmente mal, pero también su viejo amigo, el padre Nadal, el fundador, si se recuerda, de la rama femenina, SSVM, que había huido seguido por nada menos que cincuenta monjas, (aparentemente escandalizados por lo que había visto). Y de esta manera, todo lo demás.

    Tomaba las palabras del Papa Juan Pablo II, como él creía, que deberían ser digeridas como si vinieran directamente del Altísimo, incluso en la reunión de Asís, la “juvenilia” general -el término fue acuñado por Romano Amerio, y su ecuménica tendencias relativistas-. De hecho, patrocinó un servicio de intercomunión con luteranos locales en San Rafael (evento que no se repetirá debido al escándalo posterior). Buela se había convertido en un fanático del Vaticano II y le dio la bienvenida a la comunión en la mano, obligando a sus sacerdotes a seguir la práctica (un tal padre Bonello del Instituto llegó a publicar un artículo en el sentido de que esa era la forma en que los primeros cristianos recibían la comunión). Y luego, para complicarlo todo, dirigió un ataque a los sacerdotes locales de la FSSPX, especialmente porque se aferraron al rito latino, publicando su panfleto demonizador que siempre tenía a mano en caso de encontrarse con un obispo, sólo para mostrar el sacerdote regular que era. Quiero hacer constar que no pertenezco al conjunto de Mons. Lefebvre, que localmente no es muy considerado, pero hay que reconocer que son personas básicamente sólidas, y han demostrado una gran valentía en su postura en estos últimos treinta años, ciertamente no merecían el tratamiento de Buela.

    De todos modos, el que tenga una imagen general, quizás, pueda entender que a medida que pasa el tiempo, se puede reconocer a un miembro del IVE en una charla de cinco minutos, todos ellos repitiendo las mismas cosas, compartiendo los mismos prejuicios, las mismas expresiones, gestos, dichos tontos (generalmente los del padre Buela), modales vergonzosos, puntos de vista miopes, humor tonto, percepción tonta de las cosas en general, elevando puntos de vista discutibles a altitudes dogmáticas (“el padre Buela lo dijo”), dando opiniones muy tontas sobre temas complicados, formas triviales de tratar asuntos sagrados como la liturgia, por ejemplo, y niveles asombrosos de ignorancia.

    Viéndolos juntos son un grupo alegre de jóvenes con sus sotanas y vistos desde la distancia, constituyen una reminiscencia de tiempos mejores en la Iglesia (las fotografías en su sitio web son un buen ejemplo de esto), pero al acercarse la historia es bien diferente. El obispo de una provincia vecina, Monseñor Laise, los vio de inmediato y dijo que eran una «secta», como el Ku-Klux-Klan, excepto que no debían tomarse tan en serio, por lo que rápidamente comenzó a llamarlos Ku-klux; el sobrenombre evolucionó con bastante rapidez a Kuku o el plural Kukus; y esta es la forma en que todos los que los conocen se refieren a ellos. Pero hay más de lo que parece, Buela ha solidificado sus dichos y modales de tal manera que a estas alturas había un sabor distintivo en toda su moral espiritual.

    La criatura del cardenal Sodano

    Hasta ahora, puedo dar fe de cada palabra que he escrito en este artículo. Lo que sigue, sin embargo, tiene cierto grado de especulación, pero es el resultado de sumar dos más dos. A medida que el Instituto crecía en influencia y se fundaban nuevas casas en todo el mundo, el padre Buela, naturalmente, viajaba cada vez con más frecuencia a Roma. Parece haber aprendido a jugar con los hilos de allí a juzgar por lo que sucedió en 1994. Algunos padres de niños o jóvenes que habían sufrido un encantamiento por el Instituto se enteraron de hechos extraños, lavado de cerebro, técnicas de manipulación, prácticas desmesuradas, por ejemplo, se habló de sesiones colectivas sesiones de flagelación, conocidas como disciplina, y muy especialmente la instrucción de las mentes jóvenes en el sentido de que el matrimonio era lo segundo mejor, las mujeres deben ser despreciadas y el sexo algo bastante sucio, uno de los principios maniqueos de Buela que se formuló a lo largo del tiempo en crudo y en términos groseros. Su principal teólogo moral, un tal Padre Fuentes, tiene un blog donde dice especializarse en adicciones sexuales entre otras cosas. Afortunadamente para mí, aquí no hay espacio para entrar en este tema. De todos modos, llegó la voz a Roma y, para sorpresa de muchos, el Padre Buela fue destituido de su oficio de superior general se mudó a una de sus casas en Perú o Ecuador, y el Instituto fue investigado por un comisario pontificio, (un tal Rico, según recuerdo) con el mandato de averiguar qué diablos estaba pasando. Después de algún tiempo, Rico regresó a Roma con sus hallazgos, el Instituto fue puesto bajo la supervisión del obispo de San Juan, Mons. Delgado y un nuevo Padre Superior fue elegido para dirigir el espectáculo, un tal Padre Solari, un resultado increíble si se llega a considerar que el Padre Solari era el mecánico a cargo del autobús de la congregación. Se habla de manipulación.

    A pesar de la recomendación de Monseñor Delgado de que se disolviera el IVE, las cosas se arreglaron en solo un par de meses. Pronto el padre Buela trasladó su casa principal a Roma, bajo el obispo de Velletri-Segni, Mons. Erba, quien dio la aprobación diocesana a la congregación, y fue reinstalado como Superior General. Por cierto, el padre Solari desapareció, al menos del relato oficial de la historia del Instituto, tal y como está ahora en su sitio web, no estoy seguro de eso, pero aparentemente dejó el IVE y reside en Perú. Fue en este momento cuando el Cardenal Sodano se convirtió en objeto de muchos elogios por parte de todos los miembros del IVE, incluido el Padre Buela, quien lo celebró repetidamente y lo sigue haciendo hasta el día de hoy. Cualquiera que tenga dudas hará bien en consultar su página web, “El cardenal Sodano visita…

    De todos modos, el Padre Buela y su Instituto prosperaron a lo largo de los años, el número de sus miembros crecía cada vez más, aunque, hay que decirlo, hay un número desproporcionado de sacerdotes ordenados que han dejado el Instituto, algunos de ellos incluso destrozados en su sacerdocio, otros dejaron la Iglesia, se fugaron con mujeres y cosas por el estilo, pero el número exacto de deserciones es el secreto mejor guardado del IVE y solo el Vaticano sabría exactamente cuántos son.

    Hay un poco de silencio en todo

    Concluyamos:

    Más de 25 años de protestar con amigos, señalando nuestras objeciones a las acciones y el comportamiento del Padre Buela, se ha revelado de poco provecho y, para nuestra consternación, muchos continuaron enviando a sus hijos a este Instituto.

    Pero a fines de 2009, comenzamos a escuchar sobre los informes que eran difíciles de creer, dicho sin rodeos, que el Padre Buela estuvo involucrado en uno o varios escándalos de abuso, similares a los del Padre Maciel. Yo, junto con muchos de mis amigos, estábamos desconcertados, a lo largo de los años estábamos acostumbrados a esperar cualquier cosa de este sacerdote, pero no esto.

    En mayo de 2010 nos enteramos de que el padre Buela había renunciado formalmente a su cargo alegando vejez (tiene alrededor de 70 años) y mala salud, aunque, solo dos años antes se había presentado y ganado la reelección. Ha escrito al Papa rogándole que no intervenga en el Instituto, sino que les permita elegir un sucesor de acuerdo con sus constituciones.

    Oficialmente Roma no ha dicho nada hasta ahora. En 2010, al enterarse de los rumores, la prensa secular solicitó comentarios a las máximas autoridades del IVE, sólo recibieron un par de palabras del padre Clarey, líder a cargo de “La Finca” en San Rafael: “En este punto no concederé entrevistas y no tendré ningún comentario que hacer». Y todavía no lo han hecho.

    Eso fue en junio de 2010. Ahora, en 2013, con el Papa Francisco a cargo de la Iglesia -y Sodano fuera del camino- Buela parece estar en aguas muy caliente, hemos escuchado, pero no tenemos nada oficial sobre esto, que ha sido condenado en un segundo caso de abuso y que su recurso al Papa ha sido rechazado.

    Pero incluso si éstas últimas noticias resultan ser falsas, lo que hemos escrito y presenciado es una especie de advertencia. Una advertencia necesaria, en estos tiempos difíciles.

    ¡Que nadie se engañe!

    Buenos Aires, julio de 2013