Capítulo 4: Pequeña radiografía de la mentira

Continuamos ofreciendo resúmenes del libro prohibido 

1. Una mentira puede ocultar otra mentira

Muchos niveles de mentiras pueden ir anidándose y las más visibles no son las más serias.

Una joven monja deja la comunidad. La priora anuncia: La hermana N. ha sido enviada a otra casa. A las pocas hermanas que saben la verdad les explica: Digo esto para no perturbar a la comunidad.

La primera afirmación, explícitamente contraria a la verdad, cumple perfectamente la definición de mentira: decir algo falso sabiendo que es falso. Tenemos una mentira en palabras, fácil de identificar. Mientras uno permanece consciente de que es una mentira y por lo tanto que no debería haber dicho aquello, el mal no es irreparable, un día u otro se puede corregir. Si el mal es llamado mal, es posible una conversión.

La segunda afirmación: Digo esto para no perturbar a la comunidad, nos lleva a una gravedad muy superior porque esta vez se justifica la mentira. Una mentira que nos escapa, no tiene consecuencias muy graves si al menos tomamos consciencia que es una mentira. Incluso si no tenemos el coraje de desmentirla, al menos nuestra conciencia permanece intacta. Desde el momento en que uno trata de justificar la mentira, uno comienza a oscurecer la conciencia, el sentido de la verdad es atacado. ¿O quizás ya se ha perdido la conciencia de que se trata de una mentira?

Tanto más que esta afirmación tiene grandes chances también de ser una mentira, pero más oculta porque está camuflada por una verdad a medias: no es inexacto que queremos evitar perturbar a la comunidad, pero ¿es esto todo? En realidad, el propósito de la mentira ¿no es ocultar a la comunidad un
evento vergonzoso porque empaña la imagen idílica, la fachada impecable que a uno le gustaría mantener? En resumen, ¿no será que sobre todo se tiene miedo de que la comunidad se ponga interrogantes?

Si eso fuera cierto, entonces tendríamos un tercer nivel de mentira: la intención de mantener a la comunidad en la ignorancia de aquello que es negativo. Mientras solo sea un error por sorpresa y más tarde reconozcamos abiertamente la realidad, no hay consecuencias. La admisión de la mentira es, a
su manera, un testimonio de la verdad. Por el contrario, si el proceso se vuelve habitual, se entra en el fraude serio y probablemente en la manipulación. Cultivamos una fachada para atraer o retener a las personas, para valorizar la comunidad al precio de un camuflaje de la realidad.

2. La más perniciosa es la más oculta

Remarcaremos la graduación:

1. La hermana N. fue enviada a otra casa. Mentira en palabras, muy visible, pero la menos seria. Se la puede corregir fácilmente, solamente requiere un poco de coraje y sobretodo el sentido de la verdad.

2. Digo esto para no perturbar a la comunidad. En palabras, es solo una media mentira, pero esta vez es el verdadero sentido de la verdad el que es atacado.

3. El tercer grado es el más oculto porque no se expresa en palabras sino en una forma de ser, o más bien de aparecer. Y cuando nos acostumbramos a aparecer lo que no somos, ya sea personalmente o a nivel de una comunidad, o de un instituto, ya no se anda más en la verdad, se ha tomado el hábito de vivir en la mentira.

El contra-testimonio es impresionante cuando se pretende ser discípulos de Aquél que murió por decir la verdad. Los jóvenes no se equivocan: muchos de los que salieron de los institutos marcados por este defecto, salieron «por mentiras.” Cuando vieron que estaban siendo engañados, se sintieron traicionados.

3. Cómo se pierde el sentido de la verdad

No lo idealicemos: ¿quién de nosotros puede jactarse de vivir enteramente en la verdad? Sin embargo, hay un criterio simple para ver dónde uno comienza a cruzar los límites de lo que se vuelve grave: que las mentiras se nos escapan, que no tenemos el coraje de decir siempre la verdad, es humano.
Pero mientras lo sepamos, siempre que lo percibamos como un camino de conversión, el progreso es posible y, sobre todo el sentido de la verdad no ha sido alcanzado o sólo superficialmente. A partir del momento en que se comienza a justificar la mentira se entra en un espiral que puede llegar hasta profundas perversidades.

También debemos recordar que el Príncipe de la mentira conoce su negocio y que sabe perfectamente que una pequeña mentira que se la justifica es para él una primera victoria. Se ha realizado una brecha, bastará con ampliarla gradualmente, como lo enseña la experiencia de la rana.

Un equipo de investigación hizo un experimento con una rana. La tomaron y lo arrojaron a una olla de agua hirviendo. La rana naturalmente tuvo un reflejo salvavidas y saltó instantáneamente de la olla. Salió un poco mareada, tal vez un poco chamuscada, pero viva. Luego tomaron la misma rana y la pusieron en una cacerola de agua fría. Comenzaron a calentar el agua lentamente. ¡Y la rana terminó cocida! Porque en ningún momento un indicio brutal la hizo reaccionar. Ella se fue aturdiendo poco a poco hasta que perdió la conciencia del peligro.

Así se van formando las mentiras. Comenzamos con una pequeña mentira, justificándola. Si ésta fue justificada, ¿por qué no lo será la que es un poco más grande? Sabemos que una mentira entraña otra. Finalmente venimos a justificar cualquier cosa.

Nemo fit repente pessimus. Nadie se pone muy malvado de repente. Más prosaicamente, un conocido proverbio dice: «Quien roba un huevo roba un buey.”

En cuanto a la justificación de la mentira, otro proverbio dice: A fuerza de no vivir como se piensa, se termina pensando como se vive. Y al acostumbrarse a justificar pequeñas mentiras, se termina perdiendo el sentido de la verdad.

Tenemos ante nosotros un terrible ejemplo de este fenómeno de progresión. En el momento de debates sobre el aborto, hace cuarenta años, se presentaron situaciones de angustia. Algunas voces habían anunciado que el aborto se consideraría normal, y que seguirían la eutanasia y la eugenesia.
Habían sido tachados de manifiesta exageración, incluso de fanatismo. Hoy vemos que fueron proféticos.


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