Cómo salir del círculo vicioso III

 

Éste es el tercero y el último paso.

He dividido el proceso en 3 pasos. El primero ya lo vimos, y consistía
en tener el coraje de PENSAR. Pensar libremente, se entiende. Con la
libertad de disentir.

El segundo, animarse a hablar con gente de afuera. Lo hemos
expuesto en el día de ayer. Sumamente importante este paso. Si llagamos a
darlo, podemos decir que ya estamos con un pie afuera del fastidioso círculo.

Hoy quiero presentar un último paso que, gracias a Dios, va a plenificarnos
como personas, ya que se trata de lo que Él mismo había diseñado desde el
principio: TU LIBERTAD.

Se dice que una buena decisión debe estar precedida de una buena
información. En medicina se llama “consentimiento informado”.

Para nosotros, en el ámbito espiritual, esta buena información es
imprescindible, a la hora de romper las cadenas del círculo vicioso. Por eso,
tan importante el segundo paso: hablar libremente con gente de afuera, o de
adentro, pero con imparcialidad y objetividad.

Naturalmente, sigue el paso de hoy: la libertad de elegir. Es como
que ya tienes todas las cartas sobre la mesa, y ahora sólo te toca elegir,
libremente. Para ello, lo mejor va a ser dejarse guiar por tu conciencia, la
voz de Dios.

Cuando hay buena disposición, Dios habla al corazón.

No hemos hablado de la humildad, para no hacer el proceso demasiado
largo. Pero he aquí que ser humilde se torna una condición imprescindible.

«La humildad nos hace capaces de Dios», nos decía Santo Tomás de Aquino. Y
cuando hemos dado los pasos con humildad y fortaleza, entonces Dios habla.

En clima de oración, con mucha humildad y buena disposición, es hora de
tomar una decisión.

Pero sin volver a consultar a tu antiguo (o actual) director espiritual o superior. Ese sería el mayor de los errores.
Significaría entregarte, cual rendido soldado, a tu enemigo de toda la vida.

“¡Escándalo! ¿Cómo te atreves a decir tamañas barbaridades?”, me podrá
rugir algún lector demasiado afín al Instituto del Verbo Encarnado.

Sin embargo, las cosas hay que decirlas como son, sin tanto edulcorante.
Y, por cierto, la verdad no ofende, pero sí duele.

“¿Mi director espiritual mi mayor enemigo? ¿Qué locura es esa? Me hizo
tanto bien.”

Si piensas así, es porque todavía estás en la trampa del círculo
vicioso. Si hasta ahora, tu director nunca te ayudó a ser libre de verdad,
entonces nunca te ayudó de verdad.

Libre, queridos lectores, es una palabra muy fuerte. Muy dura también.

Y sí. Porque ser libre no es cosa superficial ni para manosear así no
más. Puede ser que sea una palabra tan mal usada como la del amor. La humildad
es andar en verdad (Santa Teresa), y la verdad te hace libre (Jesús). Así de simple es
la cuestión.

¿Eres lo suficientemente humilde como para cuestionarte que quizás te
han estado engañando toda tu vida, -sí, toda tu vida-, y te lo creíste? Porque
es más fácil dejarse engañar que reconocer que fuiste engañado.

“Es que en el IVE no hay engaño”.

¿No?… Quiere decir que tampoco llegaste al segundo paso: la información
objetiva que nunca escuchaste.
O, lamento insinuarlo, eres soberbio y no te agrada la idea.

Muchas objeciones vendrán a los que recién comienzan el proceso, desde
negar que haya una manipulación viciosa, hasta afirmar que no hay nada oculto
que no nos hayan dicho. Si ese es tu caso, no creo que hayas llegado a leer
hasta aquí. Probablemente hayas tildado de «basura» todo lo expuesto. 

Pero si tu
caso es distinto, porque te concediste, al menos, la posibilidad de la duda
razonable, entonces vas por buen camino.

Lo mejor de toda esta reflexión, es que, justamente, ni aquí ni en
ningún lugar sano, te estaremos obligando a que abandones el IVE o
las Servidoras sí o sí, yendo contra tu conciencia. Si tu conciencia te muestra claramente que puedes seguir en donde estás, pues entonces estarás ya gozando de la paz propia de una conciencia sana y recta.

Muy por el contrario, la propuesta es esencialmente
distinta; es decir, el enfoque es otro: obra a conciencia, luego de tu “consentimiento
informado”. Infórmate para poder elegir correcta y libremente.

Pero si tu conciencia te muestra que, sabiendo muchas cosas, y
percibiendo muchos síntomas, no puedes seguir allí sin faltar a la caridad y a
tu honor, pues entonces aún no estarás en paz, y tu solución sea salvarte
yéndote.

De cualquier modo, sigue a tu conciencia, y no vuelvas a acudir a tu “confesor” o
quien fuese, si, durante años, nunca te ayudó diciéndote estas cosas, sino que
te mantuvo atado a una institución, a toda costa, aún al precio de connaturalizarte con la indiferencia, cuando la caridad te exigía frenarte.

Nunca te olvides que la esencia de la santidad es la caridad. Y no necesariamente practicando la obediencia
te harás santo. Quizás, en ciertas circunstancias, esa obediencia, en vez de
cooperar a tu santidad, sea un verdadero obstáculo.
Es allí donde tienes que
obedecer a Dios (tu conciencia) antes que a los hombres. Pero para ello,
infórmate, abre tu cabeza, y madura de una buena vez.

De hecho, mi testimonio es exactamente ese: yo comencé mi maduración cuando me liberé del círculo vicioso.

Deseando lo mejor a los lectores que hayan llegado hasta aquí, me
despido, y siempre estaré a disposición de quien quiera contactarme.

Luis de la Calle

luismdelacalle@gmail.com

 

 

 


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