El atardecer del IVE

Todo era tan hermoso como el paisaje mismo.

Se respiraba, como en la cordillera, aire puro. Todo inspiraba y sugestionaba. Era tan delicioso como beber en copa un vino mendocino de la mejor cepa. Hasta el lugar geográfico parecía perfecto.

La alegría era contagiosa y subjetivamente auténtica. Uno, al menos, se la creía. La vivía, porque otra cosa no conocía. El “color de rosas” era abundante hasta la exuberancia.

Las mejores musas inspiraban a los mejores poetas y músicos, dictándoles versos célebres como aquel que reza: “las montañas a lo lejos, con su pico el cielo hieren” …

Las más nostálgicas y melodiosas zambas vieron su luz en tierras sanrafaelinas, como el “Dulce abril sanrafaelino”.

Pero hasta las zambas hablaban de algún atardecer. Los que vivimos allí no podremos olvidar aquella especialmente descriptiva: “atardeceres de fuego, el sol no quiere morirse, desesperado se aferra a las nubes, como quien se ahoga en el horizonte”

“El atardecer del IVE” será la zamba jamás compuesta por poeta alguno del mismo IVE. En todo caso, deberá ser autoría de algún ex miembro, que, con verdadera nostalgia, llore las bellas épocas en rimas y tonos armónicos, incluida alguna que otra disonancia rebelde. (Me encantan las disonancias en el folclore, por cierto)

El atardecer del IVE llegó, y no me animo a decir que “tenía que llegar”, ya que las buenas obras, cuando lo son de verdad, no suelen tener prematuros ocasos.

Queda la pregunta abierta, para los lectores: ¿Es, fue, o no, el IVE, una obra verdaderamente inspirada por el Espíritu Santo? … Y también: ¿Cuándo comenzó el ocaso del IVE, ese declive tan evidente que ahora estamos contemplando? …

Mi humilde opinión es que Dios escribe en renglones torcidos, y, por lo tanto, “usó” alguno de sus instrumentos para el bien de muchas almas. Después, al no dejar de ser una obra humana, con todas sus letras, queda claro que muchos de los errores que hoy se evidencian podían suceder.

Pero las buenas obras, cuando lo son de verdad, no suelen tener este tipo de “atardeceres de fuego”, donde hasta el sol clama al cielo.

Muy rápido llegó la tarde. Demasiado poco duró el radiante día. ¿Será porque era aparente?

Que Dios rescate esta obra; es lo que rogamos. Pero para que vuelva a salir el bello sol del lado atlántico, va a ser necesario pasar esta “noche oscura” que, parece ser, ya empezó.

Luis de la Calle


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