«Los riesgos de la vida religiosa»

 

Un libro imperdible para entender los síntomas que está pasando el
Instituto del Verbo Encarnado y las Servidoras del Señor y de la Virgen de
Matará. He aquí “Los riesgos de la vida religiosa”. Tiempo de lectura
estimado: 2 horas.

Título original: “Risques
et dérives de la vie religieuse”

Autor: Dom Dysmas de
Lassus, (1956), prior de la Gran Cartuja, amigo del Cardenal Robert Sarah. Ingresó
en la Orden a los 20 años tomando el nombre de Dysmas en referencia al buen
ladrón del Evangelio. En 1990 se convirtió en maestro de novicios antes de ser
elegido, en 2012, prior de la Cartuja de Portes. El 3 de noviembre de 2014 fue
elegido prior general de la Gran Cartuja, convirtiéndose así en el 74.º sucesor
de san Bruno a la cabeza de la Orden de los Cartujos.

Hoy les traemos una verdadera joya, por supuesto, para los lectores de
buena voluntad.

Leyendo este libro con honestidad, objetividad, humildad y sin
prejuicios, creo que muchos miembros del IVE entenderán por qué suceden ciertas
cosas en sus comunidades. Les hará muy bien.

También, por supuesto, a los que estén conociendo dicho instituto, que,
tiene cosas muy buenas, y también, una cara oculta que nadie muestra.

Para provecho de todos ustedes, bien de sus almas, y corrección de los
superiores, hoy les presento la obra.

Me encantaría poder compartir el archivo en PDF con aquellos que lo
necesiten. Para ello, simplemente me lo piden por correo a luismdelacalle@gmail.com

Les dejo la introducción. No se la pierdan.

 

Introducción

Desde hace algunos años, se han ido presentando ciertas dificultades
recurrentes en muchas comunidades. La repetición de patrones idénticos y el
empleo frecuente del reproche de derivación sectaria, invitan a una
reflexión sobre este fenómeno relativamente nuevo. Es mejor prevenir que curar,
pero para prevenir debemos comprender los dinamismos en juego.

Pocas de las nuevas comunidades han logrado escapar a este tipo de
problemas, por lo que hay de qué inquietarse. ¿Dónde está el error, ya que
estas comunidades, hace unos años, fueron presentadas como el futuro de la
Iglesia? ¿Estaríamos equivocados al hacer esta apreciación? ¿Por qué estas
comunidades especialmente fervientes, marcadas por una gran fecundidad y un
dinamismo cierto, han sido particularmente vulnerables? ¿Es coincidencia o hay
una explicación?

Y, además, ¿son éstas las únicas que sufren problemas? ¿No estamos todos
finalmente amenazados de una forma u otra? La respuesta a estas preguntas es
demasiado simple: la vida religiosa comporta riesgos específicos.

Conocemos el famoso dicho: “corruptio optimi pessima” que entra
aquí de lleno. Mientras, en las antiguas Órdenes o congregaciones, los
elementos correctivos desde hace largo tiempo que están en su lugar. No son
inmunes a un superior paranoico, pero el problema por lo general se limitará a una
comunidad en particular sin llegar a todo el conjunto del cuerpo.

En las nuevas comunidades, libradas de la carga de una tradición, lo
cual les abre nuevos horizontes, todo parece ser posible. Ignorando riesgos
insuficientemente analizados, han podido lanzarse con entusiasmo a emprender
caminos peligrosos sin tomar consciencia de los peligros en que se incurre, o
aún ignorar que también en la vida espiritual puede haber excesos peligrosos:
el utilizar sin discernimiento ciertas prácticas tradicionales puede llevar a
efectos indeseables, eventualmente graves. A menudo, lo que más ha faltado no
era otra cosa que discreción, en el sentido monástico del término.

El problema no es nuevo, se lo encuentra al comienzo de la reforma
carmelita.

San Juan de la Cruz trató de moderar el entusiasmo irreflexivo del
superior de Pastrana con respecto a penitencias extremas. Este superior dio
ejemplo de las consecuencias inesperadas de un exceso: tuvo que ir a la corte
por un asunto. San Juan de la Cruz le advirtió: «Te vas descalzo,
volverás calzado.”
De hecho, después de haber tenido que prolongar su
permanencia en la corte, atraído por el lujo, abandonó la reforma. El abad de
Rancé sin duda proporcionará otro ejemplo. Fue necesario que la experiencia
templara ciertas cosas.

La tentación bajo la apariencia de bien es un procedimiento conocido y
es por esta razón que la tradición monástica siempre ha tenido en gran estima
la discreción.

Los riesgos propios de la vida religiosa

Debido a que la vida religiosa tiene una gran estima por ciertos valores
y busca entonces ponerlos bastante lejos, será más fácilmente víctima de los
riesgos asociados a ella. Estas son algunas áreas de riesgo:

•Riesgos relacionados con el ejercicio de la autoridad (estructura de la
comunidad)

•Riesgos relacionados con la obediencia

•Riesgos relacionados con la vida espiritual

•Riesgos relacionados con la clausura

•Un caso especial: riesgos relacionados con la soledad

Nuestra reflexión está dentro de los confines de la vida enclaustrada,
los riesgos probablemente serán un poco diferentes en una vida más apostólica.

¿En qué orden tratar las cuestiones? Fue necesario elegir y la elección
resulta un poco arbitraria porque todo está relacionado entre sí. Sin embargo,
se ha observado que, a menudo, uno de los elementos del problema radica en el
ejercicio de la autoridad. Es fácil precisar el riesgo que corre una comunidad
religiosa en este campo, lo encontramos formulado directamente en el Código de
Derecho Canónico:

El consejo evangélico de obediencia, asumido en espíritu de fe y de amor
siguiendo a Cristo obediente hasta la muerte, obliga a la sumisión de la
voluntad a los superiores legítimos que toman el lugar de Dios, en tanto que
mandan según sus propias constituciones.

Todo el riesgo radica en la expresión: los superiores legítimos que
toman el lugar de Dios
.
Este riesgo es inmediatamente corregido con la
siguiente precisión: en tanto que mandan según sus propias constituciones.
Surgen dos desviaciones cuando esta precisión comienza a desvanecerse:

Si el superior comienza a tomar demasiado el lugar de Dios, la
consecuencia se manifestará en el nivel de la estructura porque gradualmente
todo vendrá de él y todo volverá a él. Esto puede dar a entender que todas las
decisiones son tomadas por él, porque él concentra todos los poderes en sus
manos. Acaece entonces el autoritarismo en el sentido clásico de la palabra,
que siempre es nefasto en una comunidad, pero permanece en el nivel del
funcionamiento, lo cual no es lo más importante. Si la estructura se ve afectada
por el establecerse de lo que se llama una estructura piramidal, las
consecuencias humanas se vuelven mucho más graves a largo plazo.

La segunda consecuencia se sitúa al nivel de los sujetos que obedecen:
la eliminación de los límites quita de la obediencia una dimensión humana
esencial, la del discernimiento que siempre pertenece al sujeto. Las
consecuencias pueden ser profundas, en particular con la aparición de una
situación llamada por los psicólogos: doble vínculo (double bind).

En una situación semejante, el terreno se vuelve particularmente
favorable para el desarrollo de las desviaciones clásicas de toda autoridad
humana. Un proverbio anglosajón los resume bien: el poder corrompe, el poder
absoluto corrompe absolutamente.
Ahora la situación descrita corresponde a
un poder muy absoluto; si el superior no es un santo y toma el gusto por el
poder, los riesgos son enormes. Si no hay una estructura ya claramente definida
que posea los contrapoderes indispensables, es grande entonces la tentación de utilizar
la flexibilidad para poner en marcha un control que permitirá conservar el
poder.

Esto se encuentra en las sociedades políticas, generalmente con un
control policial. En la vida religiosa, el control se hará usando medios
espirituales: la apertura del corazón puede ser utilizada por el superior para
saber todo lo que sucede.
Si nada escapa a sus ojos, se siente seguro porque
todo permanece bajo control. El ideal de unidad puede usarse para neutralizar
cualquier pensamiento divergente, generando el sentimiento de culpabilidad.

La clausura viene a agregar un elemento más a este conjunto: aislando de
lo exterior, puede hacer imposibles los correctivos naturales que
representarían intercambios con otras personas.

La secuencia que acabamos de describir no es rigurosa y los elementos
pueden presentarse en otro orden, pero aquí tenemos todos los ingredientes que
pueden llevar, en las situaciones más graves, a un fenómeno de influencia.
Cuando se llega a eso, uno tiene derecho de hablar de desviación sectaria.

La gravedad del asunto nos compromete a un estudio profundizado. Si se
conocen bien los riesgos será más fácil evitar los errores, o detectarlos lo
suficientemente temprano para que no sea demasiado tarde.

 


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