Toda la dificultad radica en el hecho de que el fenómeno sectario genera formidables mecanismos de autosugestión. En una secta, el seguidor aprende a negar su propia identidad y a mentirse a sí mismo. Una persona bajo la influencia siempre dirá que es perfectamente feliz, ¡incluso si no lo es en absoluto! Y es por ello que conviene estar muy atentos a los testimonios de personas que se encuentran en estado de sometimiento, porque tienen una necesidad compulsiva e irracional de defender su vocación, su grupo y su gurú.
Para salir de estos mecanismos extremadamente perversos, no basta con salir físicamente de la secta: hay que hacer una relectura crítica de su experiencia personal, preferiblemente con personas calificadas. Y puede llevar meses o incluso años.
Publicado en L’envers du decor
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