Dirigida por Alberto Lecchi y estrenada en cines el jueves pasado, «Caminemos Valentina» cuenta la historia de Migliore y Valentina Rojas, dos exmonjas que sufrieron abusos durante sus años de Aspirantado y Postulantado en la congregación «Hermanas Educacionistas Franciscanas de Cristo Rey».
Sandra, oriunda de Córdoba, Argentina y con muchos años de vida religiosa decide dejar la congregación. No sabiendo cómo sobrevivir económicamente, que el Instituto la incorpora en unos de sus colegios de Lanús como administrativa.
Allí llega Valentina como religiosa y representante legal. Compartían la tarea diaria cuando empezaron llegar a la institución e-mails con denuncias sobre los abusos de la hermana Bibiana, una monja encargada de la formación de las jóvenes durante una década, los años 80. Sandra y Valentina habían sido también sus víctimas, pero casi nadie lo sabía. No lo habían hablado entre ellas ni con nadie más. En ese período en que empieza a conocerse la verdad se ubica temporalmente la mayor parte de la película.
La reacción de Valentina sobre Bibiana:
“Con la idea de que era una madre para nosotras, ella iba propiciando un contacto cada vez más cercano, más íntimo, que desembocaba en manoseos y en un abuso sexual y de poder sobre nosotras, adolescentes, vulnerables, asustadas. No era como hoy, que los jóvenes reciben una formación mayor sobre lo que pueden permitir de los adultos. Hace casi 40 años no se hablaba, y mucho menos dentro de una congregación religiosa. Cuando me di cuenta… ‘Esta mujer me está tocando de una forma que no es maternal’. Encima, ella te hacía saber que tenía que quedar en secreto y te culpaba de todo lo que sucedía: ‘Vos me haces hacer esto’. Y yo sentía todo con culpa y muchísima vergüenza”.
Mientras Sandra conoció a la hermana Bibiana en el noviciado, apenas ingresó, en 1983. “Cuando, muchos años después, hablé por primera vez de lo que me había sucedido con ella, un sacerdote me dijo: ‘Esto no fue culpa tuya ni es un pecado que confesar, esto lo tienen que saber los superiores’. Pero hablé con los superiores y me mandaron a callar: ‘Esto no puede trascender las paredes de este lugar’”. Sandra dejó los hábitos y se alejó de la Iglesia, pero volvió al colegio porque necesitaba trabajo. Quiso retomar su puesto de docente titular; no la dejaron. Le dijeron que era “una vergüenza volver y trabajar frente al alumnado sin el hábito”.
Pero la supervisora le ofreció el trabajo administrativo –primero a escondidas de la institución– a cambio de que nunca dijera nada. Ella cuent
“Ella era una persona mayor que había sido realmente como una madre para mí en los primeros años en Buenos Aires. Me callé por eso y porque necesitaba trabajar. Yo tenía 24 años y muchas inseguridades”.
Cuando llegaron los e-mails a las casillas de todas las monjas y ex monjas de la congregación en Buenos Aires y Formosa, donde había trabajado también la hermana Bibiana –allí era la hermana Leopoldina–, la supervisora de Sandra le preguntó qué opinaba sobre el tema:
“Le dije que no opinaba nada: que me constaba que era cierto porque yo también había sido su víctima”.
El caso no tuvo mayores consecuencias, salvo para ellas, después de que enviaran las denuncias a la madre general de la congregación, con sede en Roma. A raíz de eso, Sandra fue desplazada de sus tareas y Valentina recibió la seductora propuesta de irse a Europa, pero en lugar de aceptar, renunció. La única respuesta positiva fue la promesa de separar a la hermana Bibiana de la congregación, pero no sucedió:
“Bibiana se escapó, se fugó a Venezuela. Cambió su nombre, seguramente apañada por la congregación. Hoy se hace llamar Victoria y trabaja en un hogar de ancianos. Sigue siendo monja”.
El director de la película, Alberto Lecchi, dijo muchas veces: la película no quiere ser un ataque a la Iglesia ni a la fe de las personas. Es una situación concreta que ocurrió dentro de una institución y también una denuncia a quienes dentro de esa institución siguen encubriendo o mirando para un costado”.
A raíz de este film se nos vino a la memoria los distintos de casos de abusos que sufrió el IVE y sigue sufriendo dentro y fuera de sus puertas. Mientras los moralistas y biblistas del IVE se creen el ala más ortodoxa y fiel de la Iglesia, al mismo tiempo debieron crear una residencia que trate a sacerdotes con problemas sexuales de diferente tipos, depresiones, ansiedad etc.
Sin ir más lejos hace unos días nos escribió el P. Enzo C. (IVE), agrediéndonos por ser voz de los que no tienen voz, paradójicamente nos dicen que escandalizamos, ¿¿y ellos??
Puntualmente este sacerdote se fue en Brasil con su monaguilla, no tuvo mejor idea que vivir frente del seminario… pero ellos ahí no escandalizan… para ellos no aplica el escándalo. Si todavía es un fanático del IVE y el P. Buela entonces tiene todo perdonado, por eso cuando se cansó de su vida conyugal se lo volvió a admitir y se lo traslado de misión a Chile. Al menos en su caso como él dice, pidió perdón a sus superiores y siguió adelante, ojala sus superiores aprendan y pidan perdón a las víctimas de tantos abusos dentro del IVE y que siguen sin reconocer.
Lamentablemente los mismos miembros del IVE, sobre todo los más jóvenes no saben la doble vida que tiene el IVE, y la manera de tapar las cosas.
¿Cuántas religiosas hablaron de abusos a sus superiores cometidos por sacerdotes y solo se trasladó el problema? O lo que es peor pusieron a trabajar con jóvenes del colegio a sacerdotes que después se enteraron que tenían HIV (que había contraído por su lujuriosa vida en la misión) y que seguía ahora desparramando en Argentina hasta que alguien denunció públicamente y no les quedó otra que allanarlo al estado seglar, sino es la hora que sigue en otra misión
¿Cuanto luchó el IVE por tapar el problema de abusos y alcoholismo del fundador?
El problema del IVE y de muchas Instituciones es que hay que defender más la institución que los miembros, los miembros son piezas que van cayendo rotas en el camino y no se habla más. Se remplaza por otras piezas jóvenes que solo ven la santidad reinante en el ambiente y no conocen de historia ni pasados. Hasta que esa pieza se desgaste y sea remplazada.
Algún día con el tiempo las víctimas se irán animando a hablar y con esto se ayudara a que las instituciones miren por las almas que Dios les encomendó que por el fanatismo de defender la institución.
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