¿Transparencia o control?

En la situación y momento actual por el que
está pasando la Congregación del Verbo Encarnado, incluyendo la rama femenina
de las Servidoras, nos ha parecido de gran utilidad y provecho presentar el
libro “Los riesgos de la vida religiosa” de Dom Dysmas de LASSUS, Prior
General de la Gran Cartuja, y que ya hemos presentado en este mismo blog, en
varios artículos precedentes.

Siendo el tercer grado de la obediencia,
por ejemplo, un punto extremadamente delicado para los religiosos que no
quieren obrar contra su propia conciencia, y que con frecuencia es mal usado
para fines que exceden la misma obediencia, recomendamos leer el capítulo
dedicado a ese tema puntualmente.

Nos ha resultado interesante, igualmente, el
tema del “control” que puede llegar a estar sufriendo algún religioso o
religiosa, a la hora de disentir sobre el actual curso que ha tomado la
Congregación.

Por esta razón presentamos a continuación unos
extractos del mismo libro, que, como ya saben, pueden solicitarme escribiendo
al correo electrónico luismdelacalle@gmail.com

 

¿Transparencia o control?

 Nota sobre el
concepto de transparencia

Hablar de
transparencia en el ámbito de la vida espiritual no es inmune a riesgos. Este
término, derivado de la vida civil en donde hoy se la emplea un poco para
variados propósitos, designa una realidad simple: no esconder. Se pide a
los bancos la transparencia, se pide a los hombres políticos, a los jefes de
empresas la transparencia sobre sus ingresos, etc. Ahora bien, la mayor parte
de las veces la transparencia en cuestión es una obligación. El guardia
de la cárcel que pide a los detenidos no esconder nada de lo que hacen, ¿no
está exigiendo una transparencia? En todos los casos citados, la transparencia
tiene dos características:

• Es exigida (como una
ley).

• Es un medio de
control.

¿Será de otro modo
en la vida espiritual?

Demandar la
transparencia sobre las cosas que se han hecho, puede ser normal hasta
cierto punto y en un cierto marco.
Un patrón tiene derecho a saber lo que
hacen sus obreros en el límite de su trabajo. Solicitar la transparencia en
el ámbito del pensamiento o de la conciencia pone de manifiesto, por el
contrario, un abuso de poder.

Forzar la
transparencia pidiéndola con una presión ya directa o velada, corre el riesgo
de revelar una necesidad de controlar.

La psicología
enseña que la necesidad de controlar y de dominar es una necesidad neutra, es
decir, que puede ser utilizada positivamente –por ejemplo, para organizar la
vida, concentrarse en un propósito, descubrir un método para obtener un
resultado- o bien negativamente según un modo defensivo, para cubrir una
inseguridad o afirmar su propia omnipotencia.

Forzar la
transparencia de los hermanos o de las hermanas puede ser interpretado como una
manera de afirmarse a sí mismo y de protegerse del riesgo de fracaso, de
rebelión y de todo aquello que pueda celebrar la estima hacia los superiores.
El pensamiento oculto, probablemente presente a un nivel inconsciente en el
espíritu del guía de la comunidad, podría ser formulado así: “Si yo sé todo
lo que pasa por la cabeza de todos/as, tengo todo bajo mi control, nada escapa
de mi mirada, nada puede llegar sin que yo lo haya previsto. Esto me da la
seguridad y me permite continuar ejerciendo el poder.”
Esta actitud
recuerda la parábola del hombre rico que almacena sus bienes en sus graneros,
pero transportados del nivel de las riquezas al del conocimiento.

Masculino –
femenino

El tema que nos
ocupa no se presenta del mismo modo en las comunidades masculinas y femeninas. La
tentación de controlar todo existe en los dos casos, pero los medios no serán
del todo los mismos.
En una comunidad masculina, el control será
generalmente ejercido de modo más directo, a nivel del actuar, de la autoridad.
Por este mismo hecho es más fácilmente detectable y analizable. La presión por
la apertura del corazón será más rara en el mundo masculino.

En una comunidad
femenina, la dinámica será diferente, las presiones para la apertura del
corazón podrán ser puramente afectivas; serán, solamente, más temibles. Un
punto débil femenino es, en efecto, la necesidad de ser valorada, de ser la
preferida.
La mujer, más que el hombre, tiene necesidad de ser acogida,
mirada, elegida, preferida. Su imaginación puede ponerse en camino para saber
cómo hacer para ser vista, localizada, preferida. Es claro que la superiora
fácilmente puede utilizar esta necesidad femenina para su provecho personal

y sin darse cuenta de ello, bajo capa de autenticidad maternal, decir: “eres
mi hija preferida, o la más cercana, etc…” “Mi hermana que más quiero en el
mundo…”
Es muy difícil resistir a una presión de este tipo porque una se
siente ingrata. ¿No debería abrir mi corazón a quien me muestra tanta
solicitud? Y si a pesar de todo se resiste, hace su entrada la culpabilidad,
eventualmente acompañada de palabras como: “Después de todo lo que he hecho
por ti…”

Una de las más
grandes seguridades para la mujer es la posibilidad de abrirse, de hablar, de
ser escuchada.
Ella comprende que puede convertirse en
ella misma sólo si tiene a alguien enfrente. El tiempo concedido a las
hermanas, la entrevista espiritual puede ser tomada por asalto y volverse
una verdadera herramienta de presión y de manipulación.
La hermana que no
sabe cuándo su superiora va a decirle que se presente en su despacho, es capaz
de no pensar más que en ello. La superiora fácilmente puede utilizar esto para
desestabilizar completamente a sus “hijas” y en adelante hacerlas
dependientes.
Las personalidades manipuladoras, a menudo, utilizan estas
estos ciclos de calor y frío para debilitar las resistencias y adjudicarse
seguidores.

Otra faceta del
chantaje afectivo efectuado por la superiora puede expresarse por las malas
caras prolongadas o sistemáticas… Si la superiora se la pasa poniendo malas
caras durante mucho tiempo, todas las hermanas se inquietan, y tendrán por mal
soportar también una relación interrumpida con su “madre.” Tan pronto como se
digne salir de su encierro y le pida algo a una hermana, ésta hará todo lo
posible para corresponder a esa expectativa, a fin de volver a encontrar un
vínculo vivo con ella. Que la situación se renueve dos o tres veces, y la mayor
parte de las hermanas no se atreverán a posicionarse diversamente a su
superiora, teniendo demasiado miedo de ver cómo se instala un nuevo encierro…
¡es el recorrido del juego!

La culpabilidad

La culpabilidad,
entonces, forma parte de los medios de control. Hemos visto la enorme
dificultad que tuvo santa Juana de Chantal para del sentimiento de culpabilidad
mantenido por su primer director: esto era lo que la tenía atada.

La superiora que
enfurruñada transmite un mensaje: esto es por tu culpa. Si este mensaje es
transmitido con suficiente insistencia y lo suficientemente convincente, termina
por penetrar hasta en lo más hondo del alma.

Las mujeres
ciertamente son más sensibles a la culpabilidad que los hombres
en tanto que ellas tienen un sentido más entrañado de la
responsabilidad frente a la vida (maternidad) que les es confiada. Por
tanto, se puede culpabilizar fácilmente a una mujer en el plano afectivo
,
como si su feminidad (por tanto, su ser profundo) fuese tocada directamente.

Cuando la priora
pide a una hermana que diga una mentira para no turbar a las más jóvenes o más
frágiles, (como hemos analizado en este artículo) se apela a este
aspecto maternal: “Obedeciéndome te asocias a mi maternidad de madre de la
comunidad.”
Y esto nos brinda un ejemplo de la “doble coacción”, que será
tema del próximo capítulo: cualquiera sea la solución que elija la hermana, se
encuentra en un camino sin salida. Si acepta mentir, su consciencia se lo
reprocha. Si lo rechaza, irá contra su maternidad. Visto desde el exterior,
la respuesta parece fácil: ejercer una verdadera maternidad no significa
engañar a las hermanas y tratarlas como a niños.
Cuando se encuentra en
medio de la batalla, no es así de simple verlo claro, sobretodo en
presencia de la superiora.

 

Hasta aquí el
extracto del libro que puede ayudar a “desmanipularse”, sobretodo a las
religiosas.

Seguiremos
aportando luz de la mano de Dom Dysmas, Prior General de la Gran Cartuja, con
breves entradas que servirán de ayuda a quienes están necesitando en este
momento, y, obviamente, se dejen ayudar.

 


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