¡Alerta pederastia, alerta pedofilia!

Diario de León – Casimiro Bodelón Sánchez -20 DE NOVIEMBRE DE 2021

La pederastia es un tema serio y merece tratarse con seriedad. A diario se producen
muchos casos, pero de ellos sólo se denuncian un 20%. Las víctimas, en su mayoría, lo
viven en silencio, destrozadas, deprimidas y aterrorizadas. Mi alerta, hoy, día del menor,
reclama mayor sensibilización; fundamentalmente reclamo la atención de las familias,
del profesorado y del plural colectivo de profesionales, que se mueven a diario en medio
de niños-niñas y adolescentes, desde recién nacidos hasta los 16 años, por lo menos. 

En mi Bierzo natal, se decía que «la vaca lambriona, si no lleva bozal, se va al
alcacer»». Este dicho yo lo aplico aquí a los abusadores, auténticas vacas lambrionas,
cuyos crímenes pederásticos (¿el 80%?), no se llegan a conocer socialmente, porque las
víctimas son pequeñitos, o no se atreven a denunciarlo los otros, por tratarse
mayoritariamente de familiares, los más, o de personas con autoridad en ámbitos
educativos, muy variados. 

Para muchas personas poco equilibradas, el colectivo infantil, adolescente y juvenil se
presenta a los ojos vidriosos de aquéllos como un inmenso cebadal verde y muy
atractivo, que les arrastra de manera irresistible. Esto es tan serio y tan insospechado,
amén de repugnante, que deben tenerlo en cuenta, tanto las familias con hijos muy
jóvenes, como todos los dedicados a la educación, en cuyas áreas se atienden a diario
cientos de menores. En este campo verde, frágil y lleno de vida inocente es donde
buscan sus víctimas los pedófilos y los pederastas, masculinos y femeninos, que en
ambos sexos abundan más de lo que podemos sospechar. Y recalco este hecho, para
muchos extraño, porque en las estadísticas oficiales no aparecen contabilizados los
atropellos sufridos por muchos bebés en sus propias casas o en algunas guarderías, por
la sencilla razón de que un bebé hasta los tres años, por lo menos, es incapaz de
protestar o de manifestar verbalmente que alguien retoza a cuenta del manoseo o
succión babosa de sus hipersensibles zonas genitales. 

Banalizar la conducta sexual humana conlleva no dar la importancia debida al grave
daño causado a las víctimas, y todo ello viene parejo con la depauperación del valor
educativo en la familia, en la escuela y en la sociedad global, pasando de la moralidad
inquisitorial y torticera de antaño a la amoralidad actual de muchos, donde todo está
permitido y se tolera que cualquier botarate monte cátedra hasta con permiso y anuencia
del Ministerio respectivo.

Comprendo el sobresalto de algunos lectores al ver esto escrito por primera vez, pero
los profesionales conocemos en nuestras consultas las anomalías conductuales de niños
y niñas de seis a diez años, también de adolescentes que, sin ellos saber el porqué, se
masturban compulsivamente ante situaciones de tensión o simplemente para poder
dormirse. Ésta, en ocasiones, es una conducta inducida para relajarles o calmar sus
llantos, conducta troquelada por la/las personas (normalmente de sexo femenino) que
cuidaron a esos bebés en los dos primeros años de vida. Lógicamente, cuando los padres
o algún educador observan en niños/niñas estas extrañas manifestaciones, suelen
consultar al profesional pediatra o psicólogo. Habiendo pasado ya 8/10 años del citado
aprendizaje, no es fácil descubrir a los abusadores, que nunca aparecerán en las
estadísticas ni en las investigaciones; pero nosotros tenemos muy claro el atropello del
que los bebés fueron objeto, y que ahora, como adolescentes o adultos, muchos se
sienten incómodos por tales conductas egodistónicas, a las que acuden con frecuencia,
en un acto reflejo inconsciente, ignorando el porqué y el cuándo de tal
condicionamiento. 

También hemos podido comprobar en historiales de delincuentes sexuales que, muchos
de ellos, en su infancia habían sido víctimas de abusos. Por estos conocimientos
adquiridos en la práctica clínica, nos resulta incomprensible e inaceptable que tengamos
en nuestro país algún colectivo deseoso de introducir en aulas de escuelas infantiles
actividades como ««aprender a masturbarse»». No queremos ni la moral sexofóbica,
que es una aberración, ni podemos permitir que a nuestros pequeños y adolescentes se
les utilice, como animalitos de granja o de laboratorio, en experiencias que rompen su
pudor y su capacidad de maduración afectiva sana, en lugar de educarles y enseñarles a
respetar y a ser respetados siempre, hasta que alcancen la madurez suficiente para
responder de sus actos y sus consecuencias. Ahí debería estar siempre la familia y la
escuela, en coordinación y sintonía, para no ir más lejos de lo que cada niño o niña y
cada adolescente puedan necesitar según su desarrollo. Sin quedarse tampoco cortos por
mojigatos, ni pasarse por afán de progresía. Lo contrario no dejará de ser un atropello
imperdonable. 

Volviendo al principio, el Dr. Ajuriaguerra, excelente psiquiatra infantil hispano-francés, apoyándose en su larga experiencia y en la de otros profesionales, admite que la
personalidad de los agresores sexuales es extremadamente polimorfa, por lo que no
debemos esperar tener un perfil claro para detectarlos a primera vista. Son auténticos
camaleones y se camuflan en los ambientes propicios, consiguiendo sus fines
criminales, que a todos nos sobresaltan y dejan sin palabras, cuando descubrimos la
tragedia. Por eso mi alerta, pues hay un numeroso colectivo social irresponsable,
tendente a minimizar estas conductas depredadoras con infantes y adolescentes.
Banalizar la conducta sexual humana conlleva a no dar la importancia debida al grave
daño causado a las víctimas, y todo ello viene parejo con la depauperación del valor
educativo en la familia, en la escuela y en la sociedad global, pasando de la moralidad
inquisitorial y torticera de antaño a la amoralidad actual de muchos, donde todo está
permitido y se tolera que cualquier botarate monte cátedra hasta con permiso y anuencia
del Ministerio respectivo. Pues ni lo uno, ni lo otro. 

¿Qué es la pederastia y qué es la pedofilia? Veamos lo que dice el diccionario de la
RAE en su edición de 2014, refiriéndose a la pederastia: ««abuso sexual cometido
contra menores»»; y define la pedofilia como ««atracción erótica o sexual de un adulto
hacia niños o adolescentes, del mismo o diferente sexo»». Ambos términos son de
origen claramente griego: paidos, niño, erasteuo, estar apasionado por, erastés, amante
apasionado; pedofilia/paidofilia (paidos-filía) y su derivado pedófilo sería el amor hacia
los niños, amante de los niños. Siguiendo el criterio del origen semántico o de
significado, el término pedofilia/pedófilo, como sus similares, pero de otra materia,
bibliofilia/bibliófilo, amor a los libros, amante de los libros, tiene una connotación
neutra, al excluir en el trato afectivo cualquier abuso o falta de respeto. Es decir, el
pedófilo, mientras mantenga a raya su deseo sexual, siendo respetuoso, sin pasar al
ataque o al chantaje, totalmente excluidos en la relación del adulto/menor, no comete
delito; contrariamente, el pederasta, al dar rienda suelta a su deseo sexual hacia el menor
de edad y sin capacidad legal para consentir el intercambio amoroso, entra de lleno en el
delito grave, tipificado en nuestro código penal. En la práctica, la mayoría de personas
equiparan como sinónimos los vocablos de pederastia y pedofilia 

Me resultó llamativa la noticia que apareció en este periódico en octubre, sobre la
condena a un monitor deportivo acusado de abusos sexuales, inhabilitándole para el
trabajo con niños sólo durante seis años. ¿Cree alguien que cumplida la condena, no
volverá a las andadas? Les recuerdo el dicho berciano de la vaca sin bozal: estas vacas
serán lambrionas mientras vivan y, a mi juicio, no queda más remedio que tenerlas con
bozal, ¡clausura perpetua como al sacerdote de Cleveland!, si queremos evitar nuevas
víctimas. No lo olvidemos, los niños y las niñas, desde que nacen y, como mínimo,
hasta que adquieren realmente, (no solo cronológicamente, pues algunos vivirán como
eternos adolescentes toda su vida), la madurez personal básica, son seres vulnerables y
hemos de mantener muy abiertos los ojos, si no queremos asistir a la tragedia que les
acecha, como al niño Alex, de La Rioja, porque hay camaleones humanos libres y sin
grilletes. 

Como profesional reitero y subrayo las graves consecuencias de las violaciones
pederásticas. En muchísimos casos tienen una larga sombra en la vida de las víctimas, y
ellas nos las cuentan, después de cuarenta y cincuenta años. Parecen increíbles, cuando
las víctimas narran sus somatizaciones, provenientes del «desguace» que supuso la
violación no sólo para su mente y conducta, sino también para su estructura física:
somatizaciones con dolores de espalda, de cabeza, caídas involuntarias que se producen
y llevan al hospital, sin que se encuentren verdaderas causas en el aquí y ahora. Algunas
víctimas, en su adultez, se confiesan como personas «abrasadas» física y mentalmente,
incapaces de llevar una vida socialmente útil y con calidad. 

Las graves secuelas invalidantes, que estropean la vida de muchas víctimas, son una
seria responsabilidad que deben afrontar, y no están afrontando, las instituciones en las
que las víctimas fueron atropelladas por alguno de sus miembros. Y esta es igualmente
una gravísima responsabilidad de las familias que no han cuidado adecuadamente a sus
pequeños, condenándolos de por vida a ser «enfermos crónicos, raros e
incomprendidos», cuyo origen oculto de sus males, considerados manías por inexpertos,
tienen causas oscuras e inconfesables, como son las violaciones sufridas en el entorno
familiar. Es un problema muy serio y no podemos callarnos. Yo, que lo conozco y lo he
vivido a lo largo de mi extensa vida personal y profesional, lo denuncio y estaré siempre
del lado de tales víctimas. Sé de lo que hablo. 

* Recomiendo a los profesionales la lectura
de los trabajos de la psiquiatra francesa Dra. Muriel Salmona, Le libre noir des
violences sexuelles 
2019, entre otros.

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