El Muñeco Gallardo

River salió campeón muchas veces, y el mundo lo sabe.

«El Muñeco Gallardo» se había retirado, pero con una gloria y
una carrera imposible de mejorar o superar. Para siempre quedará, en la
historia del fútbol y en el corazón de los hinchas, como un gran director
técnico.

En “la Finca” había varios “muñecos” … Algunos de
River, otros de Boca y algún que otro de Racing, flamante ganador, y no podían
faltar los últimos de la tabla: los hinchas de San Lorenzo.

«Muñequito de torta” se
dedicaba a pasar informes a los superiores… Y otros “muñecos” tenían tareas más
genéricas y servían como dóciles marionetas a los superiores mayores.

¡Hasta el Provincial tenía uno, y cada tanto bailaba el tango con su
muñeco de trapo! Hacía reír, por supuesto, y el talento lo conservaba de las
épocas de payaso. Ahora, ser payaso no era su oficio, pero quizás por su
arraigada costumbre, de vez en cuando se le escapaban algunas mañas o “gajes”
del oficio.

Uno de esos “gajes” del payaso fue entronizar en el seminario un nuevo
muñeco, tamaño real, del gran director técnico de la Orden: «el muñeco
volador” 

Quien todavía conservaba un mínimo de sentido común, sentido de
ubicación, introspección de espíritu, pudor o incluso madurez mínima, repudió
la entronización del gran muñeco, que, para colmo, fue a parar en la sala de
colación de los religiosos, lo más visible posible. El comedor era un lugar
bastante visitado por personas de afuera, familiares de los estudiantes,
mujeres laicas, sacerdotes, obispos o de cualquier categoría. El ex payaso no
reparó ni en lo más básico de la prudencia humana, ante la explícita
prohibición de la Iglesia de siquiera comunicarse con el Padre Volador. Como no
podía tenerlo en persona, ya que resultaba imposible, no tuvo mejor idea que
armarle un muñeco para que se saquen fotos los que quisieran. Y las fotos
salieron bien:

– ¡El muñeco Gallardo! – dijo un seminarista en chiste, cuando el ídolo
quedó listo.

-Más respeto, querido- lo corrigió uno más grande, siguiéndole la broma
-El Padre Volador es de Huracán.

-Así es, campeón- le rebatió el más chico. -Por eso perdió…

– ¿Cómo que perdió? – le preguntó el seminarista de teología tratando de
entender o encontrar la ironía.

-Y… Ya no puede “jugar” más…- explicó arriesgadamente
el muchachito. Sabía bien que disentir de los lineamientos de la Orden no era
algo permitido como para hacerlo en voz alta.

– ¡Jajaja! – trató de esquivar el tema su fugaz interlocutor. -El Padre
Volador no juega al futbol. Sólo mira.

El diálogo delante de la idílica estatua terminó allí mismo. El joven
seminarista había “zafado”; su compañero no “cazó” la indirecta. Se había
arriesgado demasiado, y prefirió reír con disimulo, y seguir su camino, a salvo
de los “muñequitos de torta” que abundaban por la zona.

El Gran Muñeco Volador, aunque sin alas, de todos modos, por su talle,
sonrisa y angostura de estómago, había quedado realmente gallardo.

 

Fuente: https://fabulasdelverboencarnado.blogspot.com/2022/11/el-muneco-gallardo.html


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