Los riesgos de una espiritualidad llevada al extremo

Queridos lectores de buena voluntad:

Venimos comentando y ofreciendo al público
algunos extractos del libro «Los riesgos de la vida religiosa»

En muchos artículos anteriores pueden encontrar
algunas partes sobresalientes que nos han parecido oportuno presentar en este
blog.

Llegando al capítulo 11 nos encontramos con
algunas joyas que quisiéramos hoy compartirles. El capítulo lleva el siguiente
título: Los riesgos de una espiritualidad llevada al extremo.

Y el primer punto que trae es “el exceso”:

Cuando caminamos por un bosque tranquilo sin pendiente, el salirse del
camino no presenta riesgo alguno. En un camino de montaña bordeando un
precipicio, no se permite el error. La vida religiosa, si es fervorosa, se
asemeja más a un sendero de montaña. Muchos de los errores vienen simplemente
de un exceso de buena voluntad junto a una falta de discernimiento. Para hacer
avanzar más rápido a los novicios, se los empuja más allá de las prácticas
tradicionales razonables. Esto se asemeja a querer ayudar a que una planta
crezca tirando de ella hacia arriba. Lo que debiera ser una docilidad al
Espíritu Santo deviene en un rígido voluntarismo.

El ejemplo más fácil de comprender y el más conocido es el de la
penitencia corporal. Aunque no sea probablemente el más peligroso, al menos en
nuestros días.

El querer acelerar el camino hacia la humildad practicando sobre los
jóvenes una formación activa a base de humillaciones es mucho más arriesgado.
Podemos dudar que esto nos dará buenos resultados, y podemos estar seguros que
habrá catástrofes. El riesgo no se presenta solamente para el sujeto sino
también para el superior que practicaría ese género de humillaciones. Si éste
adquiere gusto en aquello – la naturaleza humana es suficientemente perversa
para esto – puede convertirse en un monstruo.

Sin llegar alcanzar este punto, repetir sin cesar a un monje que no es
nada, no conducirá a la verdadera humildad sino a un sucedáneo psicológico
mucho más nocivo, llamado en inglés: low self esteem (baja autoestima).
Falta de estima de sí mismo. En lugar de conducir al monje a la santidad, esta
enfermedad, porque de hecho lo es, le quita todo poder de desear algo grande.

El querer acelerar el renunciamiento a la propia voluntad suprimiendo
todo aquello que ofrece una cierta satisfacción puede conducir a la depresión.

Estos errores no son fáciles de desenmascarar porque se trata de
prácticas tradicionales. Lo que falta, aquí y siempre, es la discreción. Y esto
nos da una primera respuesta a la pregunta planteada al inicio de este
capítulo: ¿qué es lo que no funciona?

Un celo excesivo: estamos demasiado apurados por llegar a nuestro fin y
debemos quemar las etapas.

Una falta de juicio: queremos hacer por nuestra propia fuerza lo que no
puede ser sino la obra del Espíritu Santo.

De la misma manera que todas las herejías parten de palabras de las
Escrituras y se alejan de la verdad cuando fuerzan exageradamente un aspecto de
un dogma en detrimento de otros, de esa misma forma las prácticas tradicionales
llevadas demasiado lejos devienen mortíferas:

− La obediencia, sí, pero no al punto de renunciar a mi inteligencia.

− La vida de Cristo en mí, sí, pero no al punto de pensar que yo no soy
nada.

− La humildad, sí, pero no al punto de destruir totalmente mi
autoestima.

− El renunciamiento, sí, pero no al punto de destruir toda alegría.

− El desierto, sí, pero no al punto de dejarme morir de sed.

− La sinceridad, sí, pero no al punto de suprimir toda intimidad.

− Etc.

Seguiremos próximamente meditando estos riesgos que podemos encontrar en
la vida religiosa y que son más comunes de lo que uno puede imaginar.


Publicado

en

por

Etiquetas:

Comentarios

9 respuestas a «Los riesgos de una espiritualidad llevada al extremo»

  1. Anónimo

    Bueno, el autor del libro no es Luis, sino un tal Dysmas de Lassus.

    1. Luis

      Claro. Es lo que vengo diciendo al citarlo siempre. Cual es el problema?

    2. Anónimo

      Pero el que lo publica y se hace eco de tales enseñanzas es Luis De la Calle, ex religioso y ex sacerdote

    3. Luis

      Discusión viciosa: volvemos a lo mismo: si es verdad, ¿qué te preocupa que lo diga un ex miembro del IVE?

    4. Luis

      El círculo vicioso es en el que usted entra y no sale: argumentos ad hominem, sin reflexionar la verdad aquí expuesta. Por eso digo que así no llegaremos a nada. Último comentario.

  2. Anónimo

    No entiendo con qué autoridad puede presentar estos artículos alguien que fue infiel a la vida religiosa… Luis, no tienes autoridad para hablar de la vida religiosa y mucho menos para criticarla

    1. Luis

      Estimado:
      Santo Tomás de Aquino dice con respecto a la verdad: “Todo lo que es verdad, sea quien sea quien lo haya dicho, tiene su origen en el Espíritu Santo”
      Por lo tanto, si es cierto lo que presento en este artículo, tómelo sin miedo.

    2. Anónimo

      Una verdad que tiene su origen en una infidelidad?!! Como que no cuadra Luisito

    3. Luis

      Quien escribe es el superior de la Cartuja