[Artículo publicado originalmente en el sitio de Radio Francia Internacional]
Las monjas benedictinas del Sagrado Corazón de Montmartre han reconocido oficialmente la existencia de un “sistema de control, con consecuencias graves y duraderas” en el seno de su congregación desde hace “varias décadas”, en particular “entre 1998 y 2012”, según ha informado este miércoles una responsable.
Las monjas benedictinas del Sagrado Corazón de Montmartre, en París, reconocieron en un comunicado haber sido víctimas de “un sistema de control, de consecuencias graves y duraderas, instaurado durante varias décadas” por las antiguas superioras.
“Abusos espirituales y de conciencia, abuso de poder y de autoridad, separación de las hermanas de su familia y de su director espiritual, violencia moral y física, amenazas, mentiras sistemáticas, calumnias, clima de miedo y de manipulación, humillaciones, privación de libertad, falta de discernimiento vocacional”. Estos son los términos en los que las monjas benedictinas del Sagrado Corazón de Montmartre describen en su declaración los abusos sufridos.
Por razones de modestia, la hermana Marie Jérémie, una de las víctimas, no quiere decir más, pero admite haber estado bajo la influencia. “Son formas de abuso de poder en las que, de hecho, por ejemplo, se puede oír de la autoridad: ‘Yo sé lo que te conviene’. Es algo infantilizante y que quita totalmente la libertad”, explica a Laurence Théault, del servicio Francia de RFI. Las superioras podían infligir sufrimiento haciendo creer que era la voluntad de Dios.
“Estos abusos han provocado numerosas salidas de hermanas, en condiciones demasiado a menudo penosas y difíciles, ya que las autoridades de la época (…) las han condenado al ostracismo”, añaden las firmantes del texto. No es posible conocer el número exacto de víctimas, según la hermana Marie Jérémie.
En el comunicado, publicado la semana pasada en el sitio web de la congregación, las hermanas afirman que el sistema fue “instaurado a lo largo de varias décadas por las superioras de la época”. Antes de 1998, “ya había disfunciones, pero las cosas se volvieron particularmente complejas entre 1998 y 2012”, según la hermana Marie Jérémie.
Liberación de la palabra
Entonces, ¿por qué una denuncia tan tardía? Los hechos se remontan a varios años atrás: “Creo que el sistema de control nos ha puesto en una forma de aislamiento entre nosotros”, analiza.
Tras un largo proceso, la palabra se liberó, las hermanas que habían abandonado la congregación se presentaron: “Conseguimos reunirnos, reanudar el diálogo, juntar las palabras. Es extraordinario”, se alegra.
Las hermanas piden la creación de una comisión independiente que permita el reconocimiento de su sufrimiento. Además, en el comunicado, las actuales responsables del instituto piden “perdón para todas las que fueron víctimas de estos abusos, sus familias y allegados”.
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