Intimidación


Es realmente difícil escribir sobre esto. Es echar la vista atrás y darte cuenta de que mientras entrabas de buena fe en una congregación, poniéndote en manos de unos superiores que supuestamente te iban a formar, mientras intentabas discernir tu vocación honestamente, porque sentías una «llamada» y esa llamada podía ser una vocación religiosa; los superiores, los formadores e incluso el fundador fueron deshonestos.

¡Son cosas que se quedan grabadas! Intimidación por medio de burlas, por su aspecto físico (si son gordos o delgados), por su personalidad, si son más callados, más espontáneos (lógicamente los más espontáneos eran vistos como mejores), por su lengua materna, por su pasado antes de entrar en la SSVM, novatadas sin sentidos con las recién llegadas (recuerdo lo que me contaron de la primera vocación rusa que llegó a Argentina, como no sabía hablar español, una hermana le enseñó a saludar: «Hola, soy tonta», así saludaba esta hermana rusa a todos, sacerdotes, seminaristas, etc. Pero, por supuesto, eso no era falta de caridad, sólo era falta de caridad aquello que determinaban los superiores.

Lo mismo con las bedeles del aspirantado (hermanas que ayudan en la formación de las aspirantes), si la superiora daba permiso, las aspirantes (niñas menores de edad) podían hacer cualquier tipo de «bromas» con esa bedel: por ejemplo, poner ranas en medio de su ropa, en las cosas de higiene personal, burlarse de algún defecto de esa bedel, obligarla a comer lo que no le gustaba, todo esto delante de la superiora, esto, según la superiora, ayudaría a la hermana a crecer en humildad. 

Lo mismo ocurrió por parte de los seminaristas con las hermanas. Los formadores del seminario les enseñaban a despreciarnos, a humillarnos, incluso, delante de los laicos, los que vivieron en Argentina saben de qué hablo.

Se decía que debíamos mantener la distancia por razones de castidad, éramos jóvenes, por lo tanto debíamos evitar la tentación, -una distancia y una tentación que ni siquiera el fundador supo evitar-. 

Cualquiera que haya vivido en Argentina recordará las Jornadas Tomistas celebradas en el seminario, donde siempre había un seminarista con una cámara. En el momento de la pausa para descansar y tomar un café -por supuesto en mesas separadas- una hermana nunca podía ir a buscar algo a la mesa de los seminaristas y viceversa, por casualidad podíamos acercarnos y saludar a algun sacerdote, pero nunca a un seminarista. Muchas veces, con el permiso de los superiores, los seminaristas ponían sal en lugar de azúcar en las mesas de las hermanas, el seminarista encargado lo filmaba y luego, en el tiempo de recreación se reunían, sacerdotes, seminaristas e incluso el fundador para ver lo que habían filmado. ¿Infantilismo? Sí, mucho. ¡Era aprender a crecer en la virtud de una manera ridícula! Esa práctica en la virtud no enseña la Iglesia, enseña Carlos Buela.

Recuerdo que estas jornadas filosóficas eran de un nivel que no todas las hermanas entendían, porque estábamos al principio de la formación, pero siempre había alguna que, por supuesto, estaba más avanzada y podía hacer preguntas (una o dos preguntas, nada más), fui testigo de una escena en una de estas jornadas, donde estaba presente una superiora, recién llegada de Roma y licenciada en filosofía. Lógicamente supo exponer sus dudas y hablar sobre el tema, no sólo hizo una pregunta, sino unas cuantas, y en un momento determinado escuché a uno de los formadores del seminario: «¿Y si la mandamos a la cocina a lavar los platos?

Los ejemplos abundan. ¿Qué se puede conseguir con la intimidación, con el acoso, si no es rebajar a la persona y su autoestima? ¿Por qué imponer la ley del más fuerte?

El siguiente texto que encontré en Chat de Café es una prueba de ello. El acoso continúa, incluso, por parte de quienes no han sufrido (o visto) ninguna experiencia negativa y asumen firmemente la santidad del  IVE y de su fundador. 

La amenaza, el acoso y la ceguera sin sentido provienen incluso de miembros laicos que lo hacen con las mismas expresiones utilizadas dentro del VE.

Si lo hacen conscientemente o no, lo real, es que no se dejan corregir, ¡porque el padre Buela así lo quiere!


Continuará…

Intimidar

Amenazas, insultos, burlas, causar miedo… Hay un par de tipos que siguen dale que dale con emails y comentarios buscando intimidar de modo personal a algunos de los que escriben en este blog. Se identifican a sí mismos como ex miembros del Instituto del Verbo Encarnado y admiradores del mismo. Por alguna razón no escriben sobre sus felices experiencias sino que insultan y amenazan a administradores de este blog que han tenido experiencias negativas dentro del IVE.  Intimidar no conduce a ninguna solución, no arroja luz de ningún tipo, pone a todos a la defensiva y es la conducta que justamente se critica en los modos de ejercer presión del IVE.

La intimidación es una conducta instintiva en los animales y es causada por la competitividad mayormente sexual que existe entre los machos. Entre los seres humanos la intimidación se da como consecuencia de la búsqueda de dominio en el ámbito e interacción social. El uso de la intimidación se da en diversos grados en la interacción humana y está presente de manera más notable en la niñez o entre personas inmaduras de carácter. Puede ser empleada conscientemente o inconscientemente, y un porcentaje de gente que lo emplea conscientemente puede hacerlo como resultado de tener ideas racionalizadas de apropiación, utilidad o autoafirmación.


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