Una mujer que estuvo 20 años en el IVE cuenta a IDEAL su historia y cómo «manipulan» a los devotos para obtener donaciones
Aurora, nombre ficticio, tenía solo 16 años cuando un sacerdote del Instituto del Verbo Encarnado le incitó a huir de casa de sus padres en Brasil para iniciar el noviciado. Su familia no quería que tomara una decisión tan drástica a esa corta edad, pero una noche huyó hacia Argentina con el cura.
El pasado 14 de septiembre, se presentó ante el Tribunal de Primera Instancia de San Rafael, Mendoza, una demanda por daños y perjuicios contra la rama femenina del Instituto del Verbo Encarnado (IVE). La querella fue interpuesta por Mónica Cobos, exreligiosa de votos perpetuos, conocida anteriormente como hermana María Piaghe.
En la demanda, Monica argumenta que sufrió daños morales y psicológicos debido a la negligente gestión de sus superiores con respecto a su salud física y mental durante los 23 años que formó parte del instituto. Tras varios intentos fallidos de resolver el conflicto de manera extrajudicial y sin obtener respuesta alguna, decidió iniciar acciones legales con la esperanza de que casos como el suyo no se repitan con otras religiosas.
Mónica ingresó a la vida religiosa a los 17 años, llena de salud, alegría y con un fuerte deseo de servir al prójimo, bajo la guía espiritual del padre Gabriel Zapata. Este sacerdote, quien fue superior provincial del IVE en varias ocasiones, capellán y director de la mayoría de las religiosas en San Rafael, también está relacionado con la ocultación de abusos cometidos contra el padre Luis de la Calle.
Como muchas otras jóvenes, Mónica vio truncada su vocación debido a lo que describe como la expansión desmedida del instituto. Según ella, el IVE utilizaba hogares de niños como fachada de obras de caridad con dos objetivos principales: **económico**, al depender de donaciones impulsadas por la admiración que causaban esas obras entre los laicos, y **estratégico**, como una táctica del fundador, Carlos Buela, para evitar el cierre del instituto, ya que muchas ciudades se verían obligadas a defender obras caritativas que ayudaran a los más necesitados.
Sin embargo, Monica se pregunta: ¿a costa de quiénes se realizaron esas obras de misericordia? En su caso, asegura que su vida religiosa se vio marcada por la precariedad y las malas condiciones laborales. A los 20 años, sin preparación adecuada, se le asignaron responsabilidades como madre, religiosa, psicóloga y asistente social para decenas de niños. Las carencias alimentarias, la falta de sueño y el estrés resultaron en enfermedades físicas y psicológicas entre las religiosas, quienes recibían poco o ningún apoyo de sus superiores.
Con el paso del tiempo, Mónica desarrolló fibromialgia y otros trastornos de salud graves como resultado del estrés. A pesar de haber ocupado cargos de responsabilidad dentro del instituto, finalmente fue trasladada de un lugar a otro sin recibir la atención necesaria. Incluso, durante la pandemia de COVID-19, trabajó en condiciones deplorables en el Hospital Schestakow, durmiendo en el suelo debido a la falta de espacio.
Tras 23 años de servicio, Mónica dejó la vida religiosa a los 41 años, sin seguridad social, sin aportes jubilatorios y con su salud gravemente deteriorada. Afirma que sus superiores, en lugar de atender sus quejas, le sugirieron abandonar el instituto, asegurándole que sería más fácil ayudarla fuera de él. Tras su salida, el apoyo recibido fue mínimo y temporal, hasta que finalmente fue ignorada por completo.
Mónica Cobos ha presentado numerosas pruebas en su demanda, incluyendo cartas intercambiadas con su director espiritual y sus superioras. De acuerdo con el artículo 1749 del Código Civil Argentino, “es responsable directo quien incumple una obligación o provoca un daño injustificado por acción u omisión”. Mónica sostiene que los institutos religiosos, al pedir a sus miembros la renuncia a sus bienes y voluntad, deberían asumir la responsabilidad por las consecuencias de estos votos, tal como lo establece el derecho canónico.
A lo largo de los años, el IVE y las SSVM (Servidoras del Señor y la Virgen de Matará) se han desentendido de casos similares, manteniendo contacto solo con quienes continúan apoyando la obra del instituto. Aquellos que cuestionan su funcionamiento o denuncian irregularidades, como Mónica, son ignorados y eliminados de la narrativa oficial del instituto. La justicia ahora deberá determinar si hay lugar para la reparación en este caso y si se puede evitar que situaciones como la de Cobos se repitan con otras religiosas.
Publicamos aquí una traducción del artículo publicado por Kelly Sue Fitz (ex Madre Lumen) en su blog, originalmente en inglés. Gracias Kelly Sue por autorizarnos a publicarlo aquí.
En los últimos meses he estado sumergida en el «trabajo en la sombra» y me he dado cuenta que, incluso, cuando uno cree que has superado todo, siempre queda algo más por superar. Y ese algo para mí ha sido el tiempo en que pasé en el convento.
Hasta ahora creo que nunca di voz suficiente a la injusticia real y a la imagen completa de abandono y disfunción que viví y que se vive allí.
Y aunque he escrito blogs, he hecho vídeos e incluso escribí una carta pública de 3 páginas a mi ex Congregación en el año 2015, rara vez he publicado los detalles crudos y descarnados, quizás, por tratar de ser algo respetuosa, supongo, obedeciendo a ese arquetipo de «niña buena», que aún vive en mí.
He de decir que resulta difícil, muchas veces, contestar a la pregunta: «¿Por qué dejaste el convento?», elaborar una respuesta elevada, según a quién no es posible, así que, suelo contar una versión abreviada y digerible, pero una ex hermana una vez me recordó la importancia de no minimizar lo sucedido, sobre todo, para mí misma. Así que, estoy intentando canalizar la guerrera y la bruja que vive en mi interior para hacer un informe más completo de lo ocurrido. Además, me he dado cuenta a lo largo de esos años que, al intentar contenerme, no se ha visibilizado y validado suficientemente mi testimonio.
Parte de «mi sombra» con la que he estado trabajando recientemente es el peso que cargo en mi entorno por ser considerada «perezosa», ya que, no concibo trabajar a tiempo completo nunca más, y no lo he hecho desde el año 2019, pero ¿será que si el mundo supiera por lo que he pasado en pocos años, pero de forma tan intensa, mi deseo de no volver a trabajar a tiempo completo sería validado?
Parte de ese mi «trabajo en la sombra» es justamente asumir esa «sombra» y poder salir de ella, es un intento de dejar esa sombra de chica perezosa, pero yo sé que solo es una parte de mí, pues hay una otra parte que sabe y conoce que existe un ritmo natural en cada uno de nosotros que también debe ser buscado, reconocido y obedecido.
Las semanas laborales de más de 40 horas pueden ser consideradas ridículas para cualquier ser humano, si nos fijamos en que también estamos hechos para disfrutar de nuestros seres queridos, cultivar dones, cultivar la naturaleza, etc y no solamente estar sentados frente a la computadora dedicando horas en conseguir dinero para seguir sobreviviendo, pero por desgracia, vivimos en 2023 y para la mayoría de nosotros es un constante tira-y-afloja, el sobrevivir y tener tiempo para hacer cosas que nos gustan con las personas que amamos.
De todos modos, que este escrito también sirva cómo una llamada a las SSVM (otra vez), y sea un intento de validar mi yo más joven que en esa época necesitaba que alguien luchara por ella y no encontraba a nadie.
Convento St Paul, hacia 2009
Este será mi mejor intento de hacer una lista de aquellos años de «espectáculo de mierda»:
• A los 26 años, fui nombrada Madre Superiora del convento de East Harlem, Nueva York, siendo la más joven de esa comunidad, tanto en edad como en vida religiosa, sin haber hecho aún los votos perpetuos. En una gigantesca parroquia bilingüe.
• Al cabo de un año, me enviaron a una hermana que había sido diagnosticada con trastorno límite de la personalidad. Era argentina y tenía unos 30 años, había hecho sus votos perpetuos y había estado causando malestar en las casas de formación de Washington, donde había estado viviendo. Mis superioras me la enviaron a mí, diciéndome: «Lumen, tú eres tan tranquila, estamos seguras de que podrás manejarla», y me dijeron que leyera el libro; «Walking on Eggshells» para mejor prepararme y poder tratarla. A esas alturas me sentía «tranquila», pues creo que ya estaba viviendo en una constante disociación con la cantidad de cosas que iba ocurriendo.
• No se me permitió informar a la comunidad sobre el diagnóstico de esta hermana, por lo que esencialmente tuvieron que sufrir su ira, sus arrebatos y el malestar que esa hermana provocaba, sin entender por qué nadie hacía nada al respecto.
• Diariamente yo tenía largas sesiones de diálogo y escucha con ella —a veces hasta 2 horas seguidas— mientras ella lloraba encerrada en su mundo emocional de auto-odio, absorbiéndome, quitándome la energía y el tiempo que tenía que disponer también a las demás hermanas de la comunidad.
• Iba a un psiquiatra y tomaba varios medicamentos psicóticos, también le fue sugerido una terapia dialéctica conductual residencial debido a la gravedad, yo a su vez pedí esto por escrito para presentarlo a mis superioras cómo una prueba de su gravedad. Las superioras lo denegaron por motivos económicos, pero tampoco quisieron enviarla de regreso a su casa, así que tuvo que seguir en mi comunidad, tomando sus medicaciones y haciendo terapia de conversación una vez a la semana, lo que no sirvió absolutamente de nada. Esto duró 2 años sin ningún control, mientras yo poco a poco «perdía la cabeza».
• Esta hermana tenía regularmente arrebatos a causa de su trastorno, tanto conmigo cómo con el resto de la comunidad, aparentemente por nada o por pequeñas cosas, cómo por ejemplo, que una hermana doblara mal las toallas.
• Muchas veces se encerraba en el baño durante horas o se golpeaba la cabeza contra la pared repetidamente para hacerse daño; todo tipo de locuras.
• Aparte del libro, no me dieron ningún tipo de preparación o apoyo para ayudarla. solo me decían: «No te tomes nada de lo que diga o haga como algo personal, es su enfermedad».
• Además era una hipocondríaca furiosa. Llegó con alergias alimentarias, le extirparon la vesícula biliar cuando yo estaba a cargo de la comunidad, fuimos a docenas de especialistas en NY en el transcurso de sus 2 años conmigo en Harlem.
• Por no hablar de que constantemente me llamaba mientras yo trabajaba en la oficina de Catecismo parroquial (sustituyendo a otra hermana que se marchó durante un año y a la que no se prestó tampoco ningún apoyo —pero sobre esto más adelante—) quejándose de dolor, apartándome del trabajo o lo que parecía ser más probable, simplemente intentando llamar mi atención, como suele ocurrir con personas con trastorno límite de la personalidad a la persona que tienen de apoyo.
• Pasaron muchas cosas en ese primer año, pero recuerdo que otra hermana de mi comunidad necesitaba regresar a Argentina para apoyar a su madre por un tiempo indefinido. Esta hermana era la responsable del catecismo en la parroquia, el apostolado era muy grande y el trabajo era a tiempo completo, pues había más de 400 niños y más de 50 catequistas en un programa bilingüe (español los sábados e inglés los domingos). ¿Adivinen quién debía cubrir su puesto mientras ella estaba de licencia indefinida? Sí, yo.
Pedí apoyo a las superioras porque, literalmente, me estaba volviendo loca. Mis superioras sabían lo difícil que era tener una hermana con un trastorno límite de la personalidad dentro de la comunidad, por tanto, ¿Cómo podían pensar que yo pudiese asumir una responsabilidad más y reemplazar a esa hermana que faltaba asumiendo también el papel de directora de Catecismo a tiempo completo?
A final me enviaron una hermana que me ayudaba a tiempo parcial, fue para mí una verdadera bendición, pero no lo suficiente, porque para mi sorpresa ella también estaba enferma y muchas veces necesitaba ausentarse, hasta que finalmente acabó por abandonar la vida religiosa (hoy se encuentra mejor, curada y prosperando en su vida). Conclusión: tuve que cubrir este puesto a tiempo completo durante todo el año catequético, junto con la gestión de la hermana enferma y el resto de las hermanas de la comunidad, sin contar que también era la responsable a nivel de provincia de la parte litúrgica, planificaba toda la liturgia cantada para las fiestas, misas de votos y eventos, donde reuníamos a cientos de personas.
Ensayo del coro, 2010
Además, ser superiora de una comunidad que ya conlleva sus propias responsabilidades que, abarcan a todas las hermanas, reuniones de superioras, funciones de liderazgo, etc. dentro de todo era la parte más fácil, pero no significaba que no hiciera nada; el apostolado era muy grande y había que constantemente preparar y organizar clases en la parroquia, retiros para jóvenes, niños etc. Siempre había mucho por hacer.
Pero, ¿había alguien escuchándome?
¡Y no he acabado aún!
• Mis superioras parecía ignorar todo lo que yo decía. Me comunicaron que tenía que viajar à Argentina y acompañar a la hermana enferma para que se hiciera ver con un médico de allí. Debíamos quedarnos en la casa de su tía en Buenos Aires durante unos días, para que el médico le hiciera algunas pruebas, mientras ella tomaba sus medicaciones, no recuerdo bien qué medicaciones eran, pero no estaban relacionados con el trastorno que tenía, sino con su salud física, así que viajamos hasta allí e hicimos todo lo que se necesitaba, no fue fácil y tuvimos muchas peleas durante el viaje.
En el último momento, quiso que le acompañara a visitar a su familia a otra región de Argentina (¿a visitar su familia negligente y disfuncional?). Este es el amor/odio en las relaciones entre una persona con trastorno límite de la personalidad y las personas que las cuidan, un día te odia y al día siguiente, están súper apegados a ti (no es de extrañar su temor a las relaciones humana).
En ese momento me dije a mí misma: «ni pensar, no voy. Ellos literalmente son la razón por la que eres cómo eres». No se lo he dicho, pero era la verdad.
Le rogué a mi superiora que me dejara volar sola de regreso a Nueva York, y me concedieron. Así que volé de Buenos Aires a Nueva York y apenas llegué, le rogué a mi director espiritual (un sacerdote del IVE), que urgentemente hiciera algo por mí, o se iba esa hermana de la comunidad o me sacaran a mí. ¡Yo ya no podía más!
Finalmente, gracias a sus súplicas (y lo que es más impresionante, hizo falta que un hombre dijera algo para que por fin tomaran alguna providencia), la enviaron a la Casa Provincial (a 4 manzanas de distancia).
• Unos meses más tarde, pedí un tiempo para descansar y me enviaron a Avondale (Pensilvania), para ser la directora de Catecismo de allí. ¿Si eso les parece un descanso? Avondale era otra parroquia enorme y la directora de Catecismo era una responsabilidad igual de grande y a tiempo completo. Por lo tanto, no sólo desempeñaría ese papel, sino que, a diferencia de Harlem, tendría que aprender nuevas forma de hacer las cosas, conocer a todos los nuevos profesores, familias, etc. Cada parroquia es un mundo diferente con sus propias reglas. ¡Sí, genial, muchas gracias por todo!
Dejé la vida religiosa sólo 2 meses después de mi traslado y todo empezó a desmoronarse en mí apenas un mes después de estar allí. Empecé a llorar a diario, no podía comer, no podía sonreír, no tenía energía ni afecto, me sentía profundamente triste. Había llegado al otro extremo de lo que es el agotamiento, me sentía en un completo duelo, una parte de mí parecía haber muerto contenida en esa especie de vida religiosa. Irónicamente, me llamaba «Lumen» (luz), pero sentía cómo mi luz interior se había apagado.
La única paz que sentía era la de imaginar dejar esa vida y la esperanza —a pesar de todos los miedos de volver al mundo a los 30 años, con la cabeza rapada y un vacío de 8 años en el currículum— de que algo podía ocurrir en mi vida que fuera mejor de lo que estaba viviendo.
Y este ha sido mis 12 años allí. No ha sido fácil y sigue sin serlo, abrir camino en esta sociedad capitalista es difícil, pero tengo buenos aliados visibles e invisibles que me ayudan.
• Mi director espiritual me dio el visto bueno para pedir el indulto de salida, así que se lo pedí a mi superiora y ella inmediatamente pensó que yo estaba teniendo un ataque de nervios, -si analizamos en retrospectiva, así era-. Quería enviarme al monasterio unas semanas o a California «para descansar». Intenté explicarle que esto venía de hace mucho ¿era posible que no se diera cuenta? Un descanso de 2 semanas en el monasterio no arreglaría aquello. Finalmente, mi petición fue dirigida a la Superiora Provincial y tuve que mantenerme en contacto con ella para asegurarme de que mi petición seria escuchada y saber cuándo podría volver a casa. Pasó un mes hasta que por fin me dieron una fecha para irme, el 19 de septiembre.
Abandono y maltrato
Llevo 3 años trabajando «entre bastidores», en una consulta excepcional de terapia dialéctica conductual, con un conocimiento cercano y personal, tanto de la modalidad como de los tipos de cliente típicos que mejor se ajustan a los criterios de ese tipo de terapia. Puedo decir con seguridad que el hecho de que las superioras se negaran a permitir el tratamiento a esa hermana con trastorno límite de la personalidad (incluso en régimen de internamiento) fue una negligencia, ya que, ella estaba causando daño a sí misma y a las de su comunidad.
Esa Orden religiosa se enorgullecen de «cuidar de los suyos», una estupidez escrita en sus Constituciones, en este caso y en tantos otros, vemos la negligencia y los cuidados insuficientes que tenían. En mis tiempos, rara vez enviaban a una hermana enferma de vuelta a casa, bajo lo que dice la misma regla, pero estoy segura que esta hermana en particular se habría negado vehementemente ante tal propuesta, pero algo habría que hacer, pues la realidad era la de una una mujer joven, diagnosticada con trastorno límite de la personalidad, recomendada por escrito hacer una terapia dialéctica conductual residencial por su psiquiatra, y la Orden a la que pertenece se negaba a proporcionarle el tratamiento para que tuviera una salud mental estable. Siendo las consecuencias:
• un sufrimiento diario para esa hermana que constituía en subidas y bajadas de emociones incontrolables,
• que las demás tenían que sufrir sus arrebatos de ira, su volatilidad emocional y manipulación con regularidad, sin que supieran el por qué,
• su superiora, como yo misma, tuve que hacerme cargo y cuidar de alguien que padecía una enfermedad mental y emocional crónica, sin tener ninguna formación particular ni apoyo profesional en este tipo de función, y al mismo tiempo tenía que cuidar del resto de la comunidad, de las responsabilidades del apostolado, asumiendo también responsabilidades de la provincia.
SIN MENCIONAR que nadie se preocupaba por mí, Me la enviaron con un libro, al estilo manual de preparación para vivir con una persona enferma. No logré que le asignasen un terapeuta cuando realmente lo necesitaba; no logré que me enviaran una hermana más para ayudar en el apostolado, es decir, no recibí ningún tipo de apoyo regular para hacer frente a todo esto sola.
Todo lo que estaba a mi alcance era llamar por teléfono a la superiora provincial cuando la situación se ponía realmente fea y salía del control, pero nunca se hizo nada para cuidar de mi salud mental y emocional.
Desde aqui mando un saludo a mis padres
Menos mal, que crecí en un hogar estable y con vínculos seguros, menos mal que tuve una educación sana y tuve siempre los pies en la tierra, con un sabio discernimiento, profundas habilidades intuitivas y la capacidad de gestionar mi mundo emocional lo suficiente cómo para no salir desesperada corriendo de allí cuando un día se desató toda la mierda; y menos mal que siempre he tenido la capacidad de aprender rápidamente, pues esto me ayudó a sobrevivir a toda aquella locura, y ahora entiendo porqué me cargaron con todo, las que han estado en esa Orden entenderán: ¡APOYA SIEMPRE A TUS SUPERIORAS!
Pero, ¿Qué están haciendo SSVM?
Es como tener a los 5 titulares de un equipo de baloncesto, que son los que más minutos juegan y los que más apoyan al equipo, pero ninguno de ellos participan de otros beneficios, cómo por ejemplo, ir al quiropráctico, a la sauna, ni comer comidas buenas y nutritivas, etc. Cómo se explica todo esto sin hablar de negligencias y abusos.
Y no me hagas hablar de cómo se nos enseña a ser «generosas con Dios», pues de esta forma «Dios nos dará la gracia para cualquier cosa que se nos asigne». Eso no es más que un lavado de cerebro para que te calles y seas una monja buena y callada; para que te sientas culpable y que ante cualquier pensamiento contrario vayas a confesarte, cuando literalmente son ellos los que están chupando la vida que Dios te ha regalado. ¿Bastante retorcido, no? ¡Bienvenidas al convento!
(Estoy redactando esto).
¿Nos hemos apuntado todas a una vida de servicio, obediencia y «muerte al yo como Cristo en la Cruz»? De hecho, sí. Pero ¿sabíamos que sería tan disfuncional y perjudicial para nuestra propia salud mental, emocional y física? ¡No! Deberíamos, entonces haber leído «la letra pequeña».
En mi opinión, al aplicar la frase: «¿Qué haría Jesús?», -lo que para mí es una pregunta básica del cristianismo-, las SSVM hicieron lo contrario. Tendrían que haberse preocupado, haber permitido y haber conseguido un lugar para el tratamiento de esa hermana con trastorno. De esta forma le ayudaría no solo a ella, sino a las hermanas que tenían que convivir con ella y a la superiora a su cargo, y no solo con miras al presente, sino también al futuro. No se puede negar algo así por falta de medios económicos, porque las SSVM, SÍ TIENEN FONDOS.
Resumen
También escribo cosas positivas sobre mi paso por la vida religiosa, lo he dicho una vez y no cambiaría la decisión que tomé de entrar en las Servidoras. Es un camino de vida poco común que me siento agradecida de haberlo recorrido, pero he de decir que ha sido profundamente perjudicial para muchas de nosotras.
Mi historia es una de las más «ligeras», no sufrí insultos, no sufrí maltratos, no me enviaron a casa sola y sin dinero, cómo hicieron a otras. Me llevaron de regreso a casa dos hermanas, probablemente porqué yo había sido superiora durante 4 años y sentía que las hermanas me apreciaban o, quizá, porque simplemente era una chica blanca y norteamericana, ¡quién sabe! Pero hay otras historias tristes y lamentables y que causaron más daños. La mía entraría dentro de los traumas crónicos y de larga duración, a lo mejor, somos menos, ¡pero existimos!
A principio de este año recibí la noticia de una hermana con la que había vivido que había decidido irse, llevaba unos 20 años de vida religiosa y eso me preocupa, rezo para que esté bien. Le hemos tendido la mano, pero ahora mismo no quiere ningún tipo de apoyo. Muchas estuvieron menos tiempo que nosotras, pero con historias igual de intensas. Ambas son válidas y perjudiciales.
Cada una de nosotras buscamos sanar y as veces el proceso es largo, pero diría que la dificultad está en que nuestras historias conventuales son difíciles de visibilizar porque todo pasa en un ambiente con mucho secretismo y nadie sabe REALMENTE lo exigente que es la vida que llevamos y el lavado de cerebro que hay, al menos que lo haya vivido.
Repetiré siempre que se trata de una secta y no lo suavizo, pero cómo todo está bajo una fachada que gran parte del mundo honra —monjas haciendo obras de caridad, ayudando a los más pobres entre los pobres, esposas de Cristo— es difícil separar lo virtuoso de lo dañino, pero las 2 pueden coexistir.
Sin embargo, aquí estamos. Intentando llevar nuestras historias, nuestros secretos y heridas de la mejor manera posible; intentando convertirlos en magia y servicio en este mundo, a menudo con el alma un poco cansada y llena de cicatrices por lo que hemos pasado; intentando seguir sin «quemarnos», una vez más y sin que se aprovechen de nosotras siendo un poco más sabias e indecisas a la hora de entregarnos por completo a algo.
Y Esta es la razón por la que no quiero trabajar a tiempo completo nunca más. Haber sido monja era un trabajo 24/7 sin límites. ¡Es una mierda salvaje!
Después de mi salida, «me quemé» otras 3 veces más en el mundo laboral a tiempo completo, y aunque, esto no es objetivamente un problema por lo que todos enfrentamos, simplemente he decidido que, ya no es para mí.
Sólo quiero tumbarme en la hierba, contemplar la brisa entre los árboles y jugar con gatos el resto de mis días, y bailar, por supuesto.
El viernes pasado tuvimos que cancelar un evento que dependía de la respuesta de “Rosita”.
Como la respuesta fue negativa, es decir, no se presentó al debate, tuvimos que cancelarlo.
Sí; esta vez nosotros cancelamos.
Hoy quería reflexionar sobre los “cancelados” …
Muchos de los que dejamos el Instituto del Verbo Encarnado fuimos inmediatamente “cancelados” por sus miembros. Y ser cancelado, para muchos, era mantenerse con la boca cerrada y no contar nada malo que hayas visto o vivido allí adentro. A muchos los callaron con el argumento de la “gratitud” que les debemos por habernos dado de comer (argumento de Rosita, por ejemplo). De esa manera, una vez más y todavía, los mantenían manipulados. ¡No sólo adentro, sino también afuera!
Pero no sólo a los que se iban los mantenían callados: también a los que se quedaban les hacían mantener la boca cerrada sobre la persona que se fue. Mejor era directamente no hablar de él/ella. Pasaba a considerarse desaparecido/a, muerto/a. Y a lo sumo se permitían comentarios negativos sobre el que “huía” o “traicionaba”, parecidos a los siguientes: “Pobrecito/a… se dejó influenciar” o “tenía problemas, no fue humilde, no obedeció”, etc., etc.
Pero el tema siempre es el mismo: los que disienten, son cancelados. Porque, de hecho, no es sólo cuando abandonas la institución, sino incluso cuando te quedas, pero piensas distinto. También en ese caso serás cancelado.
Analicemos un poquito más este lamentable fenómeno y este concepto tan usado:
¿Qué es los que se suele cancelar en el mundo, en la vida normal? Bueno: se cancelan citas, se cancelan eventos (pregunten a Rosita), se cancelan turnos, vuelos, partidos de fútbol, órdenes de compra, etc., etc. Pero jamás se cancelan personas.
Cancelar objetos y acciones es parte de la vida. Lo que llama la atención es que en las sectas se cancelan a las personas.
Nunca falta el “buelista” (o bueludo) que, defendiendo al IVE dirá que los sectarios somos nosotros, los que salimos y confabulamos contra ellos. Sin embargo, los hechos son testarudos, y acá lo que se verifica es la cultura de la cancelación sistemática de quienes se animan a abrir la boca después de irse o incluso quedándose. Y eso, estimados lectores, es propio de las sectas.
A esta altura, darse cuenta de que existe este comportamiento en muchos de los miembros de dicha congregación, no debería ser ninguna novedad: es lo que se viene diciendo; incluso muchos de los actuales religiosos que lo reconocen con pena. Es que se trata de algo innegable y evidente. Usarán miles de escusas para disimular este comportamiento (obediencia, santidad) pero igualmente el hecho sigue saliendo a la luz: todo aquel que piense distinto a nosotros debe ser cancelado. Pasará a ser un objeto cancelable.
Uno pierde “amigos”, quizás de toda una vida, por el solo hecho de haber salido y hablado en contra del instituto (como si dicho instituto fuese infalible e inmaculado). Ellos no tienen autocrítica; pero tampoco admiten las críticas de afuera.
Llamativo es que, luego de años de vida en común, amistad y alegría, uno pase a ser el malo de la película, sólo por haberse atrevido a “ventilar” cosas.
No sería llamativo si entendiéramos más el repetitivo comportamiento de las sectas en este punto. Y esta explicación (que es la única que satisface hasta el momento), es la que ellos niegan sistemáticamente: podrán incluso admitir que se cometieron abusos, pero que la “Congre” está en plena deriva sectaria… ¡jamás!
Comenzamos un año nuevo con un nuevo testimonio; de verdad impactante, digno de leerse y compartirse, ya que nos venimos a enterar de cosas realmente nuevas para nosotros mismos. Desde el Equipo de Administradores de este blog, agradecemos de corazón a quien nos lo hizo llegar de forma anónima, y aprovechamos para alentar a todos los que quieran colaborar contando su experiencia, a que lo hagan y no tengan miedo, ya que, haciéndolo, podemos estar ayudando enormemente a muchas personas.
En la categoría «testimonios», pueden encontrar agrupados todos los testimonios de las personas que ya han querido hablar, al menos, como hemos dicho, de forma anónima, para guardarse de cualquier problema que pueda surgirles.
Sin más, los dejamos con el presente testimonio que nos ha impactado profundamente:
Mi experiencia con el IVE empezó cuando entré al “aspirantado” donde pasé dos años no tan tranquilos, ya que desde ahí empezaron a “lavarme el cerebro” con sus educaciones internas. Ya éramos consideradas miembros de la congregación y estábamos obligadas con voto de obediencia (extrema) aunque no lo habíamos profesado. En el noviciado la «formación» era muy dura; había una formadora muy desequilibrada psicológicamente y cada pequeño error o palabra dicha de forma equivocada era motivo para regañar y castigar a las novicias. Si una novicia estaba triste por cualquier razón o no estaba muy atenta a las cosas que decían las superioras, el castigo psicológico más fuerte consistía en quitarte la cruz (que es parte de tu hábito) para que todas las novicias y monjas supieran que estabas castigada por algo, y así nadie te hablaba.
Mi experiencia fue mucho peor, aunque nunca me quitaron la cruz a pesar de que estaba en contra de muchas cosas. No sé por qué, pero yo fui la favorita de una superiora que me adoraba. Me dieron la oficina de finanzas de la casa cuando era apenas una novata. El oficio incluía el manejo del dinero de la comunidad, las «compras» (que prácticamente no se hacían) y la mendicidad, que era lo más humillante. Todas las novicias divididas en grupos iban al mercado, a las tiendas, a pedir comida. La gente se compadecía al ver a las monjas muy jóvenes pidiendo comida, daban lo que podían a sus expensas a pesar de que solo eran empleadas, otros en cambio insultaban diciendo «tú eres joven, también podrías trabajar y ganarte tu propia comida». Y tenían razón. Yo no soportaba esto y me resistía mucho, pero te tenías que ir a casa con las maletas llenas, si no, te regañaban porque no hacías bien tu trabajo. Había que pedir a los benefactores todo, hasta el papel higiénico. El dinero de la comunidad se gastaba en tonterías, es decir, coca-cola, papas fritas, queso, cerveza… lo que fuera necesario para hacer «stuk», una especie de fiesta de pijamas donde comías de todo, hablabas y jugabas.
Una vez, cuando era «ecónoma», me acusaron falsamente de esconder dinero de las superioras, por lo que me trataron mal y nunca pidieron perdón por la falsa acusación.
Otra vez fui testigo de lo peor: dos monjas, la superiora y su ecónoma, amigas íntimas en relaciones enfermizas, las encontré en una sala donde nadie entraba, dándose caricias. Yo entré porque tenía que buscar algo que se encontraba allí; entré silenciosamente porque era la hora de la siesta, pensando que descansaban, y yo no quería molestar. Ellas no se dieron cuenta que yo abrí la puerta, y cuando las vi en esa escandalosa situación, golpeé la puerta fuertemente para dar a entender que las había visto darse esas «caricias». No me miraban ni hablaban por varios días. Yo lo conté a otra hermana de la comunidad y ella ya lo sabía, pero era de carácter débil y con amenazas la callaban. Yo no: le conté todo a la provincial pero no me creyó. Me miró como si yo estuviera loca y me amenazó diciendo que me iría al infierno por inventar mentiras sobre mi superiora.
Durante la «formación» en el “estudiantado” ya no tenía ningún deseo de continuar con ellas, sentía el deseo de consagración, pero no en las SSVM porque no encontraba la verdad en su forma de vida. Hablé con las superioras, con el director espiritual, pero para ellos era simplemente una tentación del demonio contra la que tenía que luchar. La idea de vivir en constantes mentiras me consumía por dentro, pero con las amenazas que recibía, tenía miedo de tomar elecciones decisivas. Vi salir a muchas monjas con las que luego nos prohibieron hablar porque eran infieles a su vocación y eran peligrosas porque podían hacernos daño, es decir, según las superioras, con su salida nos daban testimonio de condenación eterna… Esto fue psicológicamente devastador. No podrías hablar con nadie de afuera porque nadie conoce la vida religiosa y nunca entendería la vida comunitaria, de hecho, solo “podrían dañarte”. Todos viven allí convencidos de que están en la verdad, y la gente, los sacerdotes diocesanos, los religiosos de otras órdenes, según IVE Y SSVM, viven en la mentira porque no viven según el evangelio como deben, y por eso nunca se podía tener un franciscano o un jesuita o un diocesano como director espiritual. Cuando yo veía a otros religiosos no pertenecientes al IVE me sentía feliz porque percibía que vivían en libertad de espíritu y no como como nosotros, esclavos dentro de las SSVM, y esto me ponía cada vez más en una situación en la que ya no podía vivir. Entonces las cosas que pasaban, las constantes mentiras en mi contra me cansaban cada vez más y no podía hablar con ninguna de las monjas porque le informaban todo a la superiora, añadiendo también cosas inventadas. Le pedí a mi director espiritual ir a otra congregación, pero me dijo que era contra la voluntad de Dios porque si yo estaba con las Servidoras es porque el Señor quería que yo fuera santa allí y no con otras monjas, y eso sería traicionar la voluntad de Dios. Pero ya no podía vivir más con ellas: todo lo que decían y hacían me daba asco. Así que, en cada reunión con el director espiritual yo hablaba de querer irme y él trataba de persuadirme de lo contrario diciéndome que no podría soportar los cambios, también porque no encontraría nada mejor, porque en todas las congregaciones viven con las mismas reglas y peor aún, no son fieles al carisma de sus fundadores, son progresistas, etc.
Me trasladaron a otra comunidad donde nunca quise ir y con una superiora incapaz de serlo, y a su vez, manipulada por las otras superioras mayores. La vida empezó a ser cada vez más complicada, porque siempre me ponían en la situación de tener que pelear con las superioras, y yo, para ellas. siempre era una mentirosa: me espiaban día y noche, las monjas «encargadas» de espiarme estaban orgullosas de hacerlo porque se sentían importantes… En la comunidad había tanta envidia y celos hacia mí, porque tenía amigos, (la gente de la parroquia me quería porque siempre estaba ahí cuando necesitaban hablar). En cambio, las demás no eran felices porque se creían inteligentes y nunca tenían tiempo para la gente, porque pasaban todo el tiempo en la computadora haciendo cosas inútiles y a veces escandalosas. La gente enseguida entendió cómo eran las monjas y empezaron a no tenerles mucha confianza, y esto les provocó muchos celos, al punto que las mismas monjas corrieron la voz en mi contra diciendo que estaba enamorada del párroco y de otros hombres. La gente me conocía y no creía en estas «noticias» falsas. Para que no se descubriera que fueron ellas quienes difundieron estos rumores, las monjas dijeron que fue la señora NN quien lo hizo, porque las cosas han quedado en evidencia y la verdad siempre triunfa. Todo esto creaba mucha confusión entre la gente: ver a las monjas comprometidas con hacer el mal… Siempre me espiaban, escuchaban las llamadas telefónicas que recibía para saber con quién y de qué hablaba, tanto que después empecé a decir, sin miedo, a quien llamaba que nos estaban escuchando al otro lado del auricular. Yo ya estaba convencida de salir de ahí pero no me dejaban, y tenían miedo. Yo sabía y había visto demasiadas cosas que podían ser usadas en su contra. Me amenazaron con el infierno si dejaba la congregación y muchas veces me decían que con mi comportamiento (de querer irme) estaba condenando a mis familiares al infierno por mi falta de fidelidad a la congregación.
Me ofrecieron importantes tareas solo para mantenerme adentro, pero no acepté; me amenazaron con otras cosas; me prohibieron hablar con gente de afuera: amigos, padres… Me enviaron al monasterio de clausura, como hacen con muchas, a rezar por mi «conversión» y perseverancia en mi vocación, porque según ellas, era una tentación. Yo ya estaba al tanto de muchas cosas ocultas que no comunican a los miembros, por ejemplo, los escándalos de Buela, que para ellas era un santo perseguido por la iglesia porque es el único que predica la verdad y la doctrina correcta: «nos persiguen porque tenemos tantas vocaciones que otros no tienen y a la Iglesia esto no le gusta”. Lo escuché muy a menudo. Nunca nadie ha dicho la verdadera razón por la que Buela fue sacado de su cargo, al contrario, iban a visitarlo a escondidas. Empecé a descubrir muchas salidas de sacerdotes y monjas, y descubrí muchos testimonios, y esto me dio mucho valor para salir sin miedo.
Me hicieron la vida imposible cuando les comuniqué que me iría en breve. Inventaron otras historias en mi contra pensando que me podían chantajear, pero fracasaron. Descubrí que todos los días hurgaban en mis cosas, siempre encontraba un armario desordenado y cosas extrañas como si fuera brujería… Eso no me asustaba, pero cada vez me escandalizaba más con estas actitudes. Un día estaba trabajando cuando me llamaron porque buscaban cartas de amor de mis supuestos amantes, pero no las encontraban y querían ver si las había escondido en las maletas, pero como estaban cerradas con candado, no pudieron revisar. Yo estaba furiosa: tomé mis cosas, las tiré en la maleta y me peleé con esa «monja», y me fui. Ella lloraba porque entendió que perdían si empezaba a hablar sobre lo visto: me pedía que no me apurara, que es el diablo el que me empuja a hacer eso, y que ellas solo quieren mi bien. Esta vez me invadió la ira que me dio el coraje de tomar esa decisión: estaba furiosa, pero no me arrepiento.
Cuando llegué a casa, mis padres no entendían lo que estaba pasando allí. Les expliqué la situación y no podían creerlo. En casa, sin embargo, no tenía paz porque me encontré con que las monjas venían a mi casa a convencerme de que volviera, me ofrecieron dinero para volver con ellas, me dijeron que fuera con ellas a hacer los ejercicios espirituales para ponerme de vuelta en el camino correcto. Siempre he rechazado todo.
Entendieron que yo no retrocedería en mi elección; me empezaron a mandar sacerdotes del IVE, me llamaron por teléfono (después de lo cual cambié de número), luego llamaron a mis familiares para decir que tenía que hablar con ellos, intentaron por todos los medios que me «convirtiera» y volviera a ellas, usando incluso tonos y formas agresivas. Uno de los sacerdotes le dijo a un familiar mío muchas mentiras sobre mí para ponerlo en mi contra, para hacerle ver que yo era el problema y que solo estaban tratando de ayudarme. Su comportamiento me hizo sentir mal y decidí contarles a todos mis familiares lo que viví allí. Cada vez que los sacerdotes aún trataban de manchar mi nombre, mis familiares me defendían diciendo: «¿Qué clase de religioso eres si haces cosas obscenas y vives en una mentira?” Los Padres del IVE y las SSVM se dieron cuenta de que les conté cosas a mis familiares y se asustaron de que pudiera seguir diciéndoles a otros, entonces comenzaron a poner en mi contra a los feligreses que me conocían bien. Incluso llegaron a amenazarme a través de mensajes telefónicos diciendo: «Estás enojada porque cambiaste el cielo (es decir, el IVE) por el infierno (es decir, mi familia). Te mereces el infierno y te llevas a tus familiares contigo». A este mensaje respondí con igual desenfreno diciéndoles que ya viví un infierno en su congregación y ahora soy libre y estoy en el cielo.
No se dieron por vencidos y siguieron amenazándome, enviándome mensajes amenazantes a través de conocidos en común. Me amenazaron con la excomunión de la Iglesia. En ese momento se me acabó la paciencia y le respondí con aire fuerte diciendo que, si no me dejaban en paz, mañana iría al obispo y le contaría todo sobre ellos y serían ellos los que tendrían miedo a la excomunión y no yo. Tuve que mudarme a otra ciudad para estar lejos de ellos y nunca volver a verlos. Pero siguieron buscándome, tenían miedo de mí y de lo que pudiera hacer contra ellos. Mis familiares me informan de todo y a través de ellos he mandado mensaje a los sacerdotes y monjas para que dejen de perseguirme porque mi paciencia tiene límite y pueden tener grandes problemas. No me han molestado desde entonces.
Trataron de ser amables con mis familiares, me pidieron mi número de teléfono porque «solo» quieren estar en contacto conmigo. Nunca les he dado esta satisfacción.
Cada vez me doy más cuenta de que esa Congregación es una verdadera y propia secta, tienen actitudes que, para permanecer intactos ante la Iglesia y la gente, destruyen la vida de aquellos miembros que se rebelan y se van.
Este testimonio mío es una pequeña parte de lo que viví: para contarlo todo en detalle tomaría mucho tiempo y muchas páginas, pero mi intención aquí es mostrar y hacer entender qué tipo de religiosos son los del Verbo Encarnado y cómo son. Pueden arruinar tu vida. Le doy voz a todos aquellos que no tienen el coraje de contar o que ya no tienen la cabeza porque se enfermaron de esquizofrenia y ya no pueden decir nada, como una amiga mía que se enfermó allí e incluso intentó suicidarse queriendo tirarse por la ventana para salvarse de ellos; la atrapamos a tiempo, está viva, pero su vida está arruinada y es joven.
Cierro aquí esperando que mi testimonio pueda abrir los ojos de aquellos que están “hipnotizados” por la fingida alegría de las monjas y sacerdotes del IVE. Si sientes vocación, sigue otras órdenes o congregaciones que se han fundado hace muchos años, aunque tengan pocas vocaciones, pero al menos, que vivan bien el Evangelio en la libertad de los hijos de Dios, y así serás feliz y te sentirás realizado en la vida. Y sobre todo en la verdad.
Aclaración:
Los hechos aquí descriptos por la ex religiosa de SSVM, quien nos ha pedido mantener su anonimato, sucedieron, por autorización suya de ser aclarado aquí, entre los años 2005 y 2014 en Ucrania e Italia.
Lamentablemente la mayoría de los institutos con rasgos sectarios suelen tomarse años para formar en sus miembros una conciencia, pudor espiritual y dependencia psicológica tal que no puedan transmitir sus sufrimientos, pensamientos o intimidades más que a aquellos designados, y así utilizan al director espiritual para que sea el único con quien un joven o una joven religiosa pueda consultar. Se les prohíbe las amistades particulares (para que los religiosos no sepan qué piensan los demás o qué sufren, o se unan a él; eso sería peligrosísimo para ellos…), se les prohíbe consultar con gente de afuera de la orden, o con la familia, etc…
Así lo hicieron mucho tiempo los legionarios de Cristo, bajo el 4°voto de caridad en el que no podías faltar la caridad con nadie, por lo tanto los que veían algo raro sobre el fundador no podían decir nada para no faltar a ese voto….tal extremo hizo que los desórdenes morales del fundador crecieran en años y nadie se dé cuenta, aparte de que se cuidaba la figura de Maciel como un santo, por lo tanto nadie se atrevía ni siquiera pensar mal; tenían terror de faltar al voto, aun cuando Maciel ingresaba su esposa e hijos a los seminarios, (hay testimonios de sacerdotes que aunque se daban cuenta de que eso no era normal o dudaban, por el voto de caridad preferían salvarle la intención pensando que esa familia sería algún benefactor que lo llamaba “Papá” —o mejor no pensar nada y enfocarse en la santidad y así tranquilizaban sus conciencias).
Esto hizo que la iglesia, luego de la sentencia de Maciel, les suprimiera el 4° voto a los legionarios, considerándolo terrible ya que apunta contra la libertad de las personas impidiéndoles pensar y actuar libremente. Si hubiesen hablado antes, tal vez la iglesia hubiese tomado medidas a tiempo y Maciel hubiese sido condenado por muchísimos abusos de menores y muerto en una cárcel, no rodeado en su convento lleno de honras y lujos; muchos crímenes se hubiesen evitado.
El Verbo Encarnado no llegó a un 4° voto como ese, pero desde el noviciado se insta a la santidad, y quien aspira a la santidad, no debe “murmurar”, como le llaman ellos, (por lo tanto, no puedes pensar distinto, porque si lo haces, estás “murmurando”); no debes tener amistades particulares (“hace mal al alma”); no debes hablar las cosas internas que te pasan con nadie, sólo con tu director y superior/a. Todo bajo la máxima de “ser santo”, y ese es el camino.
Con esto lograron que generaciones de chicos y chicas excelentes, que, al pasar los años, y ante tanta presión decidieron dejar la vida religiosa, aun afuera del sistema les cueste hablar. Han logrado que se convenzan que están “traicionando” la institución, que no están siendo agradecidos ni virtuosos, que harían daño a la Iglesia hablando, que generarían escándalo, etc. Y esto mientras la misma institución sí se dedica a hablar mal de ellos desacreditándolos, para que nadie más siga su ejemplo yéndose, ni les crea.
Nuestro equipo recibe a diario consultas en privado, de gente que vivió en el IVE y en las SSVM, algunos más de 20 años, y la mayoría recién ahora se dan cuenta que cometieron un gran error en no hablar en su momento, y en dar vuelta la página de sus vidas apresuradamente, sin cerrar etapas y sanar heridas. Muchos vieron o escucharon los desórdenes de su fundador, los abusos psicológicos, el mal uso del dinero de los bienhechores, la cantidad de gente enferma psicológicamente, las vocaciones forzadas etc. y decidieron alejarse… y en muchos casos es entendible. ¿Pero por qué el silencio?
Algunos tienen todavía familiares adentro y por no crear divisiones en las familias sólo se alejan despacito, sin explicaciones de lo que verdaderamente sucedió.
Otros le tienen terror a la lengua de Buela y su séquito, ya que se los desacredita moralmente con falsas acusaciones y los aduladores son fáciles para repetir lo mismo. Con eso logran que los demás miembros no se acerquen, y si no, dentro de los conventos y seminarios, cuando ven que un sacerdote o monja ejemplar deja la vida religiosa, ellos no dan explicaciones de lo sucedido a los miembros, y simplemente dicen: “Fulano está mal, no podemos hablar, pobre…, se volvió loco/a, pobre…no fue fiel… Dios lo dejó de lado, no fue fiel al carisma”, etc. y no se habla más de esa persona, dejando que cada uno imagine qué habrá sido lo “terrible” que hizo.
Otros sólo piensan que la iglesia no hará nada al respecto, que todo está corrupto, entonces no servirá de nada…
Otros simplemente vivieron situaciones traumáticas tan duras que sus mentes bloquean muchos recuerdos para salvaguardarse y no quieren revivir ciertos hechos.
Otros recibieron tantos años la bajada de línea de que hay que guardar la imagen del instituto, no escandalizar a los laicos, etc. que es mejor alejarse, convencerse de que el problema fueron ellos mismos, y así se libran de los ataques por parte de la Tercera Orden y fanáticos, y la vida, obviamente, les resulta más llevadera.
Lo dicho es totalmente entendible, pero lo cierto es que estas buenas personas se alejan en silencio de la comunidad a la que ayudaron con su trabajo por muchísimos años, y que ahora son abandonados al mundo, sin estudios válidos, sin aportes jubilatorios, sin familia, sin amigos —ya que los “amigos” del IVE le dan vuelta la cara y no los reconocen. Es por este “silencio de los buenos” que dichos manipuladores siguen haciendo daño a tantas almas que ingresan con la ilusión de “ser santos”, y que, con el paso del tiempo, salen quebrados psicológicamente.
El IVE perdió más de 100 sacerdotes en los últimos años. Las Servidoras no tienen religiosas de edad adulta, ya que la gran mayoría salió y sigue saliendo… Ingresan 30 novicias, y después de 10 años quedan 10 y después de 20 años quedan 2. Y en algunos noviciados no queda ninguna.
Nos podemos preguntar con sentido común: ¿Vale la pena seguir callando?… ¿cuántas personas más deben seguir siendo afectadas?
La iglesia tuvo que intervenir a estas órdenes de actitudes sectarias enviando Visitadoras y Comisarios, pero es muy difícil que alguien pueda pensar distinto, puesto que eso sería faltar la caridad o tener mal espíritu, y no ser tan santa. En las charlas y ejercicios espirituales se lava tanto el cerebro sobre “defender el carisma” (entiéndase no autocrítica), que adentro nadie se atreve a pensar distinto, ya que se iría contra el mismo carisma y se sentiría un hereje.
Pero Dios existe y la verdad tarde o temprano sale a la luz.
Al final el tiempo va haciendo salir grotescos abusos de todo tipo y los pone a la luz, aunque traten de tapar todo, y esto, de parte de los más indefensos y débiles. Dios es grande.
Y ya son muchos los que, al alejarse de la situación y del lugar, pueden ver con claridad la manipulación sufrida y desean no callarse más, por el bien de los que ingresan cada año sin saber la historia real.
Muchos tuvieron sólo algunos años y vivieron sólo la experiencia buena de que “la finca es como el cielo en la tierra”. Éstos deberían sentirse agradecidos de no haberse dado cuenta de nada. Otros, sin embargo, fueron parte del gobierno y pudieron escuchar y tomar decisiones que afectaban a muchos, sólo por defender la imagen de Buela y sus locuras. Otros recibieron abusos sexuales por parte de Buela u otro sacerdote degenerado. Otros simplemente los enviaban con corta edad a misiones sumamente difíciles para terminar luego con tratamientos psicológicos donde ellos mismos los medican.
Pero a pesar de todo este infierno, nunca sospecharon que espíritus libres fueran capaces de pensar por sí mismos y decidir romper el silencio, simplemente contando su experiencia. Estos espíritus no tienen de qué esconderse, (por el contrario, el IVE tiene una deuda con ellos: los enviaron a pedir para la construcción de muchos de sus proyectos, y ellos iban obedientes a defender fanáticamente al instituto que ahora les da la espalda, repitiendo las mismas mentiras que recibían de arriba)
Y el hecho de hablar hizo que se ayude a muchos a no sentirse solos, a saber que la culpa no era de ellos sino del sistema que los tensaba tanto hasta enfermarlos; saber que ellos no le debían nada y no le tenían miedo a la crítica de los “manijeros” de siempre. Esos espíritus libres se convirtieron en cable a tierra de cientos que pensaban lo mismo y no se sentían capaces de expresarlo, y hoy decidieron contar su verdad.
Que el IVE no es el único medio de salvación y que la vida y Dios es mucho más que el IVE, y aunque hayas estado más de 20 años adentro y piensas que perdiste gran parte de tu vida en una mentira colectiva, es hora de ayudar a otros a que sepan la verdad, tu historia, y luego, ellos también serán libres para decidir lo que quieran para sus vidas.
Hay espíritus sublimes en muchos lugares, más de lo que nos imaginamos. Por ejemplo, en los Miles Christi, gracias a dos o tres que descubrieron las mentiras del fundador y gracias a que rompieron el silencio, se lo pudo allanar al fundador al estado laical. A los legionarios se los obligó a hacerse cargo de las aberraciones del fundador y destituir a los miembros del gobierno general que había tapado todo. Tantas otras congregaciones tuvieron que cerrarse en estos últimos tiempos por los desórdenes y abusos psicológicos hacia sus miembros, gracias a que las víctimas hablaron.
El IVE no está exento de todo esto y la iglesia lo sabe. Sabe de los abusos del fundador, sabe que a los miembros les minimizan todo y nunca les llega la información real, y menos a la Tercera Orden, a la cual sólo le dicen lo que ellos quieren y los cuidan de cualquier información escandalosa, ya que de los laicos se sustentan, y no les conviene perder la gallina de los huevos de oro.
En fin, sabemos que Buela tendrá pronto su sentencia por la cantidad de abusos, pero también esperamos justicia para el gobierno que siempre lo acompañó y tapó sus excesos de alcohol, sus largas noches de tv, sus abusos en el manejo del dinero mientras en muchas misiones los misioneros pasaban necesidad. Esperamos que también tengan su merecido y la iglesia castigue a los cómplices, sin los cuales, toda esta farsa no sería posible.
Pero lo más importante es que las victimas ya han perdido el miedo, y el que tenga que hablar, hablará.
Muchos decidieron denunciar a la autoridad correspondiente para que se tomen medidas correspondientes.
El que no quiere denunciar formalmente, al menos puede dejar su testimonio en este blog para que le sirva a otros.
Ojalá Dios nos conceda muchos espíritus sublimes con agallas de enfrentar lo que está mal, y sacar a luz lo que tantos años escondieron, como es el caso de Luis, que siempre aporta al equipo de este blog y su fortaleza es admirable. ¡Nuestro aplauso y apoyo para este valiente joven!
Esperemos que “el silencio de los buenos” que solo ayuda a que el mal se desparrame más, se acabe pronto, y la verdad triunfe a la luz de todos.
Lo llamaban “Luisito” … Y escribía con bastante frecuencia. Por eso, para los conocidos, era «el blog de Luisito».
Pocos sabían que, en verdad, el tan temido blog no era suyo, sino de otras personas que, desde mucho antes, venían escribiendo y aumentando día a día la audiencia. Ahora, por esta inconveniente aparición en escena del Luisito, el blog pasaba a robarse su nombre.
El joven escritor ya no era tan joven, y ese diminutivo en verdad ya no le cabía. Los años habían pasado y la época en que lo identificaban así ya había quedado bastante atrás.
Sacerdotes, religiosas, maestros, profesores, amigos, padres y madres de familia lo habían visto crecer al nuevo autor del blog: “El Luisito”.
Muchos de ellos no lo podían creer: de repente, el tan inocente Luisito se da vuelta y empieza a “atacarnos” …
Se trataba de todo un grupo de gente, muy aficionados a una orden religiosa joven, que, en vez de detenerse a ver las cosas que el antiguo alumno hacía notar en su blog, preferían seguir defendiendo la imagen idílica de su fundación y, sobre todo, de su fundador.
Muchos de los aficionados a la orden decían no interesarles los escritos del molesto autor, -porque en verdad les molestaba-, y, sin embargo, se dedicaban a leerlos y comentarlos con llamativa curiosidad.
De ahí que, además de los chismes de pasillo en la “curia” de la orden, se usara el diminutivo semi cariñoso para comentar en el blog, la mayor parte de las veces, en contra de su persona. Ya no era sólo en los corredores de la alta curia: “¿viste que Luisito volvió a publicar más desvaríos?”, sino también en los espacios de la web: “Luisito, Luisito, ¿por qué atacás una obra tan buena? ¿no te das cuenta del daño que hacés a las personas y a la Iglesia? ¿con qué autoridad decís estas cosas?”. Etc. Etc. Etc.
Eran los comentaristas “moderados” que no querían ser censurados de entrada por utilizar vocabulario no aceptable para Luisito.
Después de todo, había que tratarlo bien. De lo contrario, ya tenían experiencia de ser cancelados, y no les agradaba la idea de haber perdido tiempo en tipear un comentario que al final no lo leería nadie. Mejor jugar con sus reglas.
Una vez más se repitió el chismerío en los pasillos sanrafaelinos:
-Che, de vuelta el “loquillo” sacó otra pavada de las suyas que anda circulando entre los laicos- avisó Alcahuete a Chupamedias.
-Bah, ¿qué me importa? -le respondía el obsecuente con algo de interés oculto. – ¿qué pone?
-Nada. Más de lo de siempre: mentiras, indirectas, verdaderas calumnias. Avisále a Plim Plim si lo ves.
-Ah, pero si Plim Plim seguro que ya lo leyó- dijo con evidente desgano el Chupamedias.
– ¿Cómo sabés?
-Se fija todos los días a ver si hay alguna entrada nueva en el blog. Lo marca de cerca.
El Alcahuete se desentendió, pero igualmente quiso ser precavido y alertar: -Pero mirá que ya están preguntando los laicos, muchas monjas y familias. Dicen que hagan algo, que expliquen o que desmientan las acusaciones…
El miedo de Alcahuete se olía a la distancia.
-Quedáte tranqui, hermano- le palmeó la espalda el grandote Chupamedias. -Plim Plim lo tiene controlado. Le compete a él: vos quédate en el molde.
La conversación fue esa: un circunloquio verbal ya conocido. Se trataba, después de todo, de un artículo más del “blog de Luisito”
La primera parte de esta “advertencia” la encuentran en este mismo blog, haciendo clic AQUÍ.
Con esta segunda edición, lo que quiero simplemente es, advertir a los lectores de buena voluntad, sobre algo más.
Decíamos que “el que avisa no traiciona”, y cuando yo contaba mi testimonio de abuso en el seminario menor del Instituto del Verbo Encarnado, lo hacía para “avisar”. Cualquier persona de buena voluntad y sentido común lo toma bien; es más, agradeciendo, porque éstas son cosas que, si han pasado, pueden pasar. Pienso en muchos padres que envían a sus hijos con total confianza y desconocimiento.
En cambio, no faltan aquellos que se lo toman mal, diciendo que publicar estos hechos es un escándalo, y que no se debe hacer, porque el instituto de marras es bueno y hace el bien. Con este tipo de pensamiento, han mostrado la hilacha muchos aficionados al IVE, demostrando con su comportamiento que lo que denunciamos no está del todo alejado de la realidad: síntomas de deriva sectaria, cuando no se puede criticar una institución, y otros etcéteras.
A mí ya me conocen bien. Y este artículo va especialmente dedicado a los laicos que pertenecen al círculo del IVE, sea porque tienen sus hijos en los colegios o internados (menor y aspirantado), o por su simple cercanía, y se han enterado de mis denuncias. A ustedes, que me conocen, les quiero hoy advertir una segunda vez, sobre algo que quizás ya se han dado cuenta.
Y es lo siguiente:
Por experiencia, por haber estado allí desde los 12 años y haber defendido la institución siendo ya profeso, conozco muy bien los apelativos con los cuales se descalifican y desautorizan a los que se atreven a hablar.Loco, enfermo, necesitado de oración, pobrecito, rencoroso, influenciado, desagradecido, e incluso, malvado.
Lo digo porque me lo han dicho en el seminario. Salió Fulano… “pobrecito; fue víctima del demonio; allá afuera no va a ser feliz; se dejó influenciar por los que nos persiguen; siempre tenía juicio propio; no fue humilde” etc., etc.
Yo, una vez me lo creí: Había salido un sacerdote del instituto y se había hecho diocesano. Mis compañeros, que se habían enterado antes que yo, y que se lo había contado algún superior, me lo contaron a mí, diciéndome literalmente: “Fulanito enloqueció” …
¿A qué voy con esta advertencia?
Que es muy fácil, (y no menos cobarde), defender la institución atacando a los que la dejan. Simplemente porque la dejan. Y si se atreve a hacer públicas las críticas, ese tal es un perseguidor, y de ahí, todos los
calificativos imaginables. Como no hay un argumento lógico ni un confrontamiento intelectual, se lo suele calificar de “loco”, haciendo referencia, justamente, a que todo lo que afirme, es fruto de su “delirio”.
En este mismo blog, AQUÍ, por ejemplo, pueden encontrar un resumen de las características de las comunidades con deriva sectaria. Y una de ellas acierta con llamativa exactitud: el trato que se le da a los que dejan:
«Un síntoma muy fuerte de sectarismo es tratar con indiferencia, rencor o desprecio a los exmiembros de la comunidad. E inclusive se puede llegar al extremo de tratar con desconfianza a los miembros que mantienen relaciones con las personas que se retiran de la institución».
Y continúa:
«Es una actitud demoníaca que golpea muy duro a las personas que durante muchos años entregaron su vida al servicio de la comunidad. ¿Somos capaces de entender esto? De un momento a otro, por el hecho de haber decidido dejar el movimiento, el grupo o la familia espiritual —por las razones que fueran—, los compañeros y los amigos que hiciste ahí te cierren las puertas y te traten con distancia y sospecha.»
Por experiencia… Sí… por experiencia lo digo. Existe un prejuicio contra el que sale. Yo lo tuve, al menos inconscientemente. Gracias a Dios, siempre me hizo ruido ese aspecto, y terminé percibiéndolo claramente, y ahora me doy cuenta con total conciencia.
Los argumentos, cuando los hay, suelen ser “ad hominem”, es decir, simples y directos ataques a la persona, sin ningún razonamiento ni autocrítica de lo que la persona denuncia. Así de simple se los sacan de encima.
¿Será tu caso, hoy, que te preguntas si lo que Luis de la Calle anda diciendo, es fruto de su imaginación o delirio?
Quizás no lo piensas, pero te lo han dicho. Lo sé, porque es la línea oficial que se ha bajado desde arriba para desacreditarme y así sacar de circulación las cosas que vengo exponiendo.
Han preguntado algunos padres de alumnos, qué pasa con lo que dice este blog, con lo que dice Luis, y le han respondido exactamente eso: está loco, está delirando.
Pues yo les digo que, por lamentable experiencia propia, es cierto: así se quitan las objeciones de los laicos y de los mismos religiosos que preguntan. Con esa cobardía y miseria se escapa a la realidad que deberían afrontar.
Yo siempre he dado la cara, he dado mi nombre y apellido. No así los comentadores anónimos que, con sintomática reacción sectaria, han saltado a insultarme.
Me he abierto también al diálogo, dejando incluso mi correo electrónico (luismdelacalle@gmail.com) para que el que quiera me pregunte directamente sobre lo que denuncio. ¿Qué cuesta ir a la fuente, informarse honestamente, dialogar con apertura y respeto?
Con respecto a las mentiras, lean cómo se cae en un “acostumbramiento” a ellas, en el artículo anterior, cuando se las usa, justamente, para distraer la atención de las objeciones reales y totalmente lícitas que empañarían la imagen idílica, la fachada impecable de la institución y su fundador.
Con esta segunda advertencia que les hago, por un lado, me defiendo, por supuesto, de las cosas que se afirman solo para desacreditarme. Pero sobre todo lo hago para que los lectores honestos no sean tan ingenuos como para creerles, y se detengan por un instante a ver si lo que vengo denunciando no tiene alguna lógica.
No se olviden: muchas personas de sano juicio y sentido común ya han agradecido por mi advertencia. Muchos, incluso, han aportado su testimonio, al menos contándomelo como secreto. No caigan en la trampa del sectarismo, por la cual, directamente se anula toda capacidad de juicio personal independiente, faltándote de esa manera a la caridad y al respeto.
Si alguien, por más dotado y encumbrado que esté, no te permite, por ejemplo, leer un libro en particular… Mala señal. Por algo será. ¿No será que teme que lo leas y llegues a saber algo más? Si realmente te quisiera, te formaría los criterios como para que seas capaz de leer cualquier libro, y puedas discernir con sabiduría y humildad. Pero no. En vez de eso, bajo pretexto de que “te hará daño”, directamente te prohíbe. Extraña libertad.
En base a mi experiencia…
Y sí… Porque aun estando adentro, un respetado sacerdote que escribe muchos libros y se lo tiene por referente y autoridad, me decía de no leer ciertos libros, uno en particular que me acuerdo: “Derrota mundial”. Yo incluso me sentía despreciado. Obvio que no le hice caso. ¡Y qué buen libro resultó ser!
No se dejen embaucar. Busquen la libertad de los hijos de Dios. El libro que yo recomiendo y que vengo resumiendo en este mismo blog, para facilidad de los lectores, no puede ser temible, “diabólico”, como dicen ellos. Si desaconsejan leerlo… Por algo será… Sospechoso.
Aún si el autor no fuese un sabio, como lo es en este caso, habría que recordar lo que el mismo Santo Tomás de Aquino dice con respecto a la verdad: “Todo lo que es verdad, sea quien sea quien lo haya dicho, tiene su origen en el Espíritu Santo”
Y para concluir la advertencia de hoy, hablando de la verdad; sigámosles la corriente a los manipuladores, y concedamos que estoy loco: Peor para ellos, porque, como dice el dicho: “Los niños y los locos dicen la
verdad”