Responde Ludovicus – Caminante Wanderer
Brevemente, porque esto lo hemos tratado muchas veces.
Si la buena fe, convicción o heroísmo de sus integrantes fuera la regla para juzgar la bondad de una institución, la Iglesia de los Testigos de Jehová o Al Qaeda serían el summum.
Una institución se estructura alrededor de una serie de principios y normas ordenadoras. En la Iglesia Católica, los principios y normas de las congregaciones o movimientos, desde hace unos siglos, dimanan de su respectivo fundador, como recuerda la Lumen Gentium. De tal modo, un fundador con serias fallas daña severamente la organización, corrompiendo la estructura y por ende dañando a los miembros.
Estos daños, que son mensurables en sufrimiento, peligro para la fe, daño psicológico, ruina económica, pérdida de expectativas, etc, convierte a los integrantes de la organización en rehenes por partida doble de la estructura dañada. En efecto, sufren las deformaciones estructurales, y a la vez su heroísmo es utilizado por la organización como evidencia de su propia bondad.
Mi respeto a los miembros de la organización, pero un movimiento o congregación se juzga por su ortodoxia y por su ortopraxis, esto es, por la salud de su fe y de sus prácticas. Una organización sana puede estar llena de miembros podridos. Una organización podrida puede estar llena de miembros santos.
Si la organización está podrida y está llena de miembros sanos, generará sufrimiento, espiritual, psicológico y físico. Sólo la reforma radical de dicha organización, desde sus principios, criterios y normas, podrá ser efectiva.
Dicho de otra manera, y sin alusión personal, «¡Es la estructura, estúpido!» y «¡Es el Fundador!».
Toto corde
Ludovicus
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