Problemas en el IVE – El Árbol y la Maceta

Creo que la mejor manera de explicar el tema del IVE y de la mayoría de los Institutos neoconservadores es la metáfora del árbol y la maceta. La estructura de estos institutos es la maceta, la mayoría de ellos llenan la maceta con la mejor tierra propia del fruto de la tradición católica, por lo tanto se presentan frente a un mundo inmanentista con un alto grado de atractivo. Eso es lo que muestran, como se dice ahora «los trapos» de la tradición y eso suscita grandes ideales sobre todos en jóvenes que viven en la antrópica modernidad que nos circundan. 

Entonces comienza el proyecto del árbol, se planta la semilla en esa tierra riquísima y naturalmente florece, crece, se desarrolla feliz y campante. Hasta que… el tamaño del árbol se hace inadecuado para la maceta, las raíces comienzan a tocar las estructuras que son propias de estos institutos endógenos y no de la tradición católicas de modo que el árbol comienza a experimentar un sufrimiento que lo deja en una encrucijada: adaptarse a la maceta a costo de la propia identidad o romperla. Casi la mitad elige romperla, como es natural, la otra mitad se acomoda como puede a la vida de Bonsai. 

¿Los que se adaptan son por eso gente mala? De ningún modo, son gente con la mejor intención de ser fieles a la tierra donde fueron plantados, y gente muy buena haciendo cosas heroicas. 

¿Dónde está el problema entonces? En la perversidad del sistema, que en primer lugar, en lo que tiene de maceta es intrínsecamente endógeno, es decir que crea de un modo totalmente inmanente los parámetros de medir la calidad del miembro de la institución, como se dice en la jerga del IVE del que «anda bien». Ese «anda bien» viene regulado normalmente desde arriba y no quiere decir «anda bien según los parámetros de la espiritualidad católica” sino “anda bien según los parámetros de pertenencia al grupo”, “responde a nuestras expectativas”, “se adapta sigilosamente a la maceta, sin hacer lío, sin marcar los enormes problemas con los que cargan la institución”, es decir “tiene buen espíritu”

¿De dónde nació la perversidad de la estructura? En la mayoría de estos casos de la estructura psicopata del fundador que arma estructuras de control y de ascenso social dentro de la estructura misma a la cual se adaptan y llegan a ser superiores los que mejores captan el “espíritu del fundador”, el resto es tropa que “no anda” tan bien como ellos.

Como dice Pithod los que se van tienen el enojo de los que han sido sorprendidos en su buena fe, porque en realidad fue una enorme estafa, pero bueno, siempre estará la posibilidad de ser definidos como resentidos, desde adentro de la estructura.

Una estructura religiosa que fuese verdaderamente portante de los valores de la catolicidad debería tender a no engendrar resentidos (según la visión de los defensores) ni estafados (según la visión del éxodo), al menos globalmente uno debería poder recordar con alegría el paso por la institución, esa es la piedra de toque del hecho que no se estuvo siendo parte de nada más que un grupo de pertenencia, donde se es algo en la medida que se está allí, ni, que, como dice Lerner “después de ti no hay nada”

Esa estructura hace que la mayoría de los que han abandonado el sacerdocio en el IVE hayan perdido la fe (no liberamos de responsabilidad a la insondable y soberana libertad de cada individuo, pero al hablar de “mayoría” ya caben responsabilidades atribuibles también al sistema). 

La estructura se define a sí misma como una especie de paraíso en la tierra sin osmosis comunicativa con la catolicidad toda, porque el resto que no sea IVE está “hecho mierda”, entonces no sorprende que una vez que se cae del cielo la próxima parada es el infierno, o un efecto más concreto y menos metafórico: la pérdida de la fe.


Comentado por Psique y Eros – 25 de julio de 2013, 17:50


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