- El periodista italiano
desvela en su libro las terribles consecuencias de los abusos de poder y de
conciencia en la Vida Consagrada. - Entrevista completa para suscriptores
Salvatore Cernuzio |
Vida Nueva – 14/11/2021 – Dario Menor (Roma)
Con
‘Il velo del silenzio’ (San Paolo), el periodista italiano
Salvatore Cernuzio hace un servicio a la Iglesia católica en general y a la
Vida Consagrada en particular: poner el foco sobre las
terribles consecuencias de los abusos de poder y de conciencia sufridos por
algunas religiosas dentro de sus congregaciones.
“Es
un lento y agotador trabajo de deconstrucción de la persona”, lamenta una de
las 11 monjas y exmonjas cuyos duros testimonios han sido recogidos por el
autor, que trabaja en los medios vaticanos. El volumen destapa la
necesidad de prestar una mayor atención y acogida a las
religiosas que abandonan sus institutos.
PREGUNTA.- Tanto el relato de las religiosas como las
entrevistas y artículos de expertos que ofrece en el libro reflejan que los
abusos de poder y de conciencia no son episodios aislados. ¿Hay un problema
estructural? ¿Dónde está la raíz?
RESPUESTA.- La clave está en la falta de
apertura hacia el exterior. Puede parecer algo banal, pero
no lo es. Este encierro dificulta que reciban ayuda externa. Cuando una monja tiene
ataques de pánico, depresión u otros problemas de salud mental, ¿por qué no
pedir ayuda a un psicólogo? Los monasterios, conventos e institutos son en
ocasiones como islas en las que rige la arbitrariedad, y la autoridad está en
manos de una sola persona, formada a veces en un ejercicio erróneo de esa
autoridad. Este mal se repite de unas a otras generaciones.
P.- ¿No se ha completado la reforma del Concilio Vaticano II?
R.- En algunos casos no del todo, de
manera que se tiene la idea de que una persona cuenta con la autoridad suprema
hasta para decidir sobre la vocación de los demás. Es una
especie de clericalismo de los conventos del que habla el Papa.
Sor Nathalie Becquart, subsecretaria de la Secretaría General del Sínodo, habla
en el prólogo del estilo sinodal como antídoto para estos problemas. Las
ciencias humanas pueden ayudar mucho a la Iglesia si no se enroca en sí misma.
Racismo
P.- Otro de los problemas es el racismo. ¿No se ha superado?
R.- Por desgracia todavía persiste, como
en la sociedad en general. Lo encuentras en Europa y
Estados Unidos y también lo sufren las religiosas italianas del sur cuando van
al norte del país. En comunidades pequeñas, de ocho o nueve
miembros, se puede llegar a casos extremos, como refleja uno de los testimonios.
Son situaciones duras a nivel humano, más allá de ser o no religiosa, y sobre
las que deberíamos reflexionar para lograr superarlas.
P.- Su libro revela situaciones de superioras que parecen
desconfiar de la inteligencia y creatividad de las novicias. ¿Buscan algunas
congregaciones que las religiosas sean uniformes y manipulables?
R.- Hay una preocupación latente por
evitar escándalos. Esto lleva a algunos institutos a
pensar que es mejor deshacerse de quien parece rebelde o hace demasiadas
preguntas. Pero es triste comprobar que cuando una hermana se rompe
un brazo o tiene un tumor, recibe mucha asistencia, pero si tiene un problema
psicológico, en ocasiones surge un sentimiento de vergüenza que impide
afrontarlo. La idea de fondo en algunas realidades parece ser conseguir que las
religiosas sean como soldados, obedientes y calladas. Uno de los testimonios
que recojo en el libro habla precisamente de la cultura del silencio.
P.- En ese ambiente puede resultar más fácil el encubrimiento de
los abusos sexuales…
R.- Así es. Es lo que dice el Papa: el
abuso de poder es la antesala del abuso sexual. Si tienes
controlada a una persona y la tratas perennemente como si fuera menor de edad,
el abuso sexual puede llegar tarde o temprano. Pero
hay una diferencia entre abusos. El sexual es horrible, aunque quien lo sufre
es consciente de ello. En cambio, en el abuso de poder y de conciencia, estas
mujeres no se dan cuenta de lo que han pasado hasta mucho después. Piensan que
es todo culpa suya, que es un castigo de Dios por no trabajar o rezar bastante.
Tardan tiempo en tomar conciencia de que son víctimas. Por eso es tan necesario
hablar del tema: es un problema que no resulta evidente, pero que lleva a
muchas personas a la desesperación.
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