Un viaje de locos

Hoy considero que, lo que voy a pasar a contarles, es de suma y especial importancia.

Muchos ya me conocen: me llamo Luis de la Calle, escribo en este mismo blog que, gracias a Dios, cada vez está llegando a más personas. De hecho, quisiera que este artículo en particular llegue a más personas, e incluso que se pueda traducir al inglés, francés, italiano y portugués. Pueden encontrar mi testimonio AQUI, y la segunda parte AQUI, titulados ambos «advertencia por experiencia».

Hoy utilizaremos el estilo directo y claro para que todos los lectores, de cualquier cultura e idioma, puedan entender sin enigmas. He usado otro estilo más indirecto en mis «fábulas», que, a propósito, les dejo el enlace al blog de fábulas AQUI.

No falta quien dice: ¿con qué autoridad escribe este señor, habiendo sido él mismo infiel a la vida religiosa?

Le respondo por adelantado: justamente con la autoridad que me otorga el haber estado adentro del IVE por casi 20 años. Hablo de lo que conozco. Los testimonios basados en experiencias reales cobran aún mayor credibilidad que las simples informaciones carentes de vivencia personal. Lo mío es el relato de una experiencia vivida, verdadera e impactante, para quien quiera verla abriendo los ojos de una buena vez.

Cada palabra empleada en mis testimonios es verdadera. No he mentido jamás en lo que conté. Los mismos superiores del IVE lo reconocen al admitir la veracidad de mis denuncias. Por ejemplo, cuando denuncié el abuso recibido en el IVE en el seminario menor, el vocero oficial publicó un comunicado, y para quien no lo ha visto, lo ofrezco a continuación:

Ahora sí, podemos comenzar el relato de mi «viaje de locos».

Realmente, locos fueron los que me mandaron hacer dicho viaje. Pero no nos adelantemos.

Me encontraba yo misionando en la isla de Irlanda, muy contento con mi trabajo sacerdotal, cuando tuve que ser internado de urgencia: neumotórax severo. El médico mandó operación de urgencia, porque la situación así lo requería. Gracias a dicha operación, que resultó exitosa, hoy estoy aquí, contándoles la historia.

Pero, ¿de qué «viaje de locos» estoy hablando, entonces? La historia no termina allí.

Lo que sucedió, realmente de locos, fue la orden que recibí de un superior mío, nuevo superior mío a partir de ese momento, ya que me cambiaron de Irlanda a Italia. Dicho mandato consistió en emprender el viaje a mi nueva misión, (que en teoría comenzaría ni bien llegase), por medios terrestres y marítimos.

¿Por qué extraña razón me mandarían en barco y en tren a Italia, desde Irlanda, siendo que existen aviones mucho más económicos y veloces? Esa es, justamente, la locura.

Resulta que el doctor que me dio el alta me prohibió volar al menos durante los próximos dos meses, para evitar las consecuencias de un estrés post operatorio, y, por supuesto, el riesgo que conlleva el neumotórax con las presiones de los aéreos. En otras sencillas palabras, el médico, con la autoridad que lo respaldaba, me estaba prescribiendo reposo durante dos meses.

El impaciente y menos prudente superior de Italia desoyó la indicación profesional, y con una genial inteligencia deductiva, concluyó que el problema se solucionaba recurriendo a otros medios de transporte: ya que en avión no puede viajar, que viaje en barco y en tren.

No fue suficiente mi humilde comentario sobre la diferencia de precios en los medios de transporte mencionados. No fue suficiente la negativa del párroco de Irlanda, que se opuso a dicho viaje. Tampoco valieron las voces de algunos laicos que pidieron suspender la travesía que, a todas luces, era una decisión carente de luces. Nada sirvió el sentido común para un superior privado del mismo. La locura era evidente. 

Ni hablar de la naturaleza de dicho viaje: consistía, nada más ni nada menos, que en el traslado de un sacerdote misionero, que partía de una misión a otra, como si de una mudanza se tratara. Por más pobreza y desprendimiento que el religioso deba profesar, el mínimo de provisiones necesarias cae de maduro que debe tener. En cambio, yo tuve que hacer un viaje de 5 días, con todo lo que pude cargar en un bolso de ropa, una mochila y mi instrumento musical, (un violín), con poco dinero, ya que el precio del ferri y de los trenes era elevado y no me dieron para otra cosa más que eso. Tuve que gastar el poco dinero sobrante en un hotel en Paris que parecía una pocilga, más el alimento para 5 días, un taxi en la frontera de Ventimiglia, entre Francia e Italia, por un inesperado paro de trenes, y basta. Se acabaron las provisiones y esa noche en Ventimiglia tuve que mendigar el alojamiento en una parroquia que, gracias a
Dios, me concedieron una frazada en un aula de catecismo. Recuerdo que era invierno, sin colchón, a las dos semanas de una grave operación de neumotórax, contra la explícita indicación médica de hacer reposo.

El que quiera ver, que vea. Quien quiera entender a lo que me refiero, que entienda. Hay que abrir los ojos y darse cuenta: en el IVE no siempre están los superiores indicados para tales cargos.

Para terminar este relato de locos, debo aclarar que, ni bien llegado a Segni, una pequeña ciudad en la montaña, de noche, a las 23 horas, cansadísimo de un largo viaje que abarcó un ferri, 4 trenes, un colectivo y un taxi, me encuentro que los sacerdotes estaban reunidos en la «Beato Pro», una reunión exclusiva para ellos, donde se bebe whisky y se habla mucho, generalmente de informaciones que por otros medios no se conocerían, y el provincial me recibió con un abrazo, una sonrisa, algo para tomar, y el saludo de buenas noches. Al día siguiente me comunicó que no tenía mi destino todavía definido. Mientras tanto, me dijo, andá a ayudar a la Parroquia de Prato, y de paso vas aprendiendo italiano.

No quiero ser aún más largo ni explayarme más en este viaje que, en aquel momento, me lo tomé como una aventura y ni siquiera advertí la evidente imprudencia. Lo que quiero decir es que, estando adentro del IVE, muchos miembros no se percatan de cosas que, quizás más adelante y desde afuera, se darían cuenta mucho más fácilmente.

Me dirá alguno que mi historia no representa ningún patrón de comportamiento. Sin embargo, yo puedo constatar que dentro del IVE la salud y el bienestar de las personas son constantemente descuidados. Quizás se utilice como excusa los votos religiosos, el desprendimiento, la imitación de Cristo, etc., etc. Sin embargo, aquí estamos hablando de cosas básicas, humanas. Pero como en el IVE enseñan, «la gracia supone la naturaleza». Por lo tanto, habría que afilar todavía mucho más el aspecto humano de esta congregación.

Hoy he hecho público un viaje que hasta el momento no había contado abiertamente.

Hoy tomo conciencia de la gravedad de dicho viaje, y no me queda otro calificativo que «un viaje de locos».

Luis de la Calle

 

 


Publicado

en

por

Comentarios

6 respuestas a «Un viaje de locos»

  1. Anónimo

    fui testigo de que enviaron a nuestro párroco con problemas de salud en un viaje loco similar a otro país

    1. Luis

      Me imagino que, como el mío, tienen que haber habido muchos casos más, tanto de sacerdotes como monjitas. Quizás empiecen a contar sus experiencias. Bajo ningún punto de vista es justificable cometer estas locuras.

  2. Anónimo

    Al menos te diste el lujo de pasar una noche en Paris Luisito!! No te podes quejar

  3. Anónimo

    Luisito…por qué no publicaste mi anterior comentario?? Veo que no querés que exponga mi punto de vista…
    Te quejas del autoritarismo de tus antiguos superiores y vos haces lo mismo…
    Ante la mínima discrepancia con tu modo de ver las cosas censuras.
    Que lastima.

    1. Luis

      No soy quien regula los comentarios. Yo no soy el administrados principal de este blog. Ni siquiera vi tu comentario.

    2. Anónimo

      Típico comentario de mafioso y patotero. Ya me imagino de quien viene.