Dime de qué presumes y te diré de qué careces

 

«Dime de qué presumes y te diré de qué careces», dice un refrán muy usado. Suele suceder que
quien alardea de algo precisamente carece de ello. Claro está que esto no pasa
en todos los casos, de modo que no cabe aquí establecer una ley universal; y cuando
esto sucede, tampoco hay una relación de causalidad necesaria entre el alarde
manifestado y la carencia oculta. 

Hay distintas explicaciones científicas de este mecanismo, que
corresponden a los especialistas. El ego en Psicología, no obstante, puede
quedarse en un nivel fenoménico e introspectivo.

Dicen los psicólogos que un síntoma característico de este mecanismo de
presumir de lo que se carece es el hecho de enfatizar demasiado en ello,
haciendo de un punto concreto bandera y hasta cruzada.
Así, la persona que
incurre en esta presunción se utiliza a sí misma, o a su grupo más inmediato de
pertenencia, como modelo de lo que alardea. Aunque su intención no sea tanto
convencer a otros, como persuadirse a sí misma de que esto es verdad.
Por
ejemplo, quienes desean comer hasta hartarse, pero temen engordar y ser
rechazados, por lo cual se dedican en forma fanática a promover dietas y a
asquearse de la comida chatarra.

En la Iglesia ha habido casos escandalosos de este tipo de
conductas. Por lo general, la presunción se manifiesta diluida en la afirmación
de “virtudes colectivas”. Así, por ejemplo, se ha dado el caso de un “fundador”
que predicaba -con demasiado énfasis- dos cualidades de su grupo:

1. Fortaleza exterior. Esta nota venía afirmada por medio de
prácticas de mortificación externa. El uso de cilicios y disciplinas era
resaltado como señal de identidad colectiva, para “demostrar” el fervor del
propio grupo, y contrastarlo así con la relajación de otros. Ciertamente la
mortificación externa tiene un papel en la espiritualidad tradicional. Pero
todos los santos, y autores espirituales, enseñan al mismo tiempo la enorme
importancia de la mortificación interior. Porque el cuerpo humano puede
acostumbrarse al dolor con mayor facilidad que el alma a la mortificación
interna. Esta requiere muchas veces la renuncia de la propia voluntad por la
obediencia, el control de la imaginación y de la memoria, la rectificación de
los movimientos del amor propio, de la soberbia, del afecto desordenado, etc.
Es mucho más trabajosa. 

2. Heterosexualidad. Aunque la sola inclinación homosexual
constituye un desorden mientras no se manifieste en actos voluntarios, no hay
pecado. Quienes poseen esta tendencia desordenada deberán santificarse cargando
con esta cruz. 

La Iglesia tiene una experiencia secular para discernir, en estos
casos, quiénes son ineptos para el sacerdocio o la vida religiosa.
Lamentablemente no se han aplicado los criterios tradicionales de modo
suficiente, al menos desde la década de 1950, lo cual ha causado grandes daños
eclesiales y personales. 

Pero lo que ha llamado la atención respecto de cierto “fundador” ha sido
su insistencia –casi obsesiva- en presumir de heterosexualidad. En este caso,
el alarde se ha visto desmentido por testimonios creíbles y finalmente por una
condena de la autoridad eclesiástica.
El “fundador” de marras no sólo tiene una
tendencia homosexual, sino que la ha puesto en acto, aprovechándose de su
condición de sacerdote y superior religioso. Triste, lamentable, pero real…

También se observa que otras personas, distintas de este “fundador” y a
veces pertenecientes al estado laical, hacen alarde explícito y persistente, o
dan por sobreentendido, que son heterosexuales y muy “machotes”. ¿Acaso
presumen en exceso de lo que quisieran ser, pero no son? ¿Alardean como un
mecanismo de defensa? Es un misterio mientras quede en el fuero interno; los
hombres no podemos juzgar con certeza, aunque a veces podamos sospechar sin
temeridad.

En todo caso, hay que rezar por ellos para que, si tienen una tendencia
desordenada, no la pongan en acto y correspondan a las gracias necesarias para
llevar esa pesada cruz. Y también, si no tienen ese desorden, para que no
olviden la sentencia paulina: El que crea estar seguro, mire no caiga (l
Cor 10,12).

Fuente Infocaótica AQUI

 


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