Cómo el IVE recicla sus fracasos como victorias, exhibe “trofeos de redención” y nunca reflexiona internamente.
A principios de los años 2000, Fernando Caretta, entonces sacerdote del Instituto del Verbo Encarnado (IVE), protagonizó uno de los mayores escándalos internos de la congregación: durante su misión en Ecuador, tras iniciar una relación con la maestra de novicias de las Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará (SSVM) —rama femenina del mismo instituto—, abandonó repentinamente el ministerio y huyó del país con la dicha maestra de novicias hacia Argentina. El hecho provocó un terremoto en los círculos internos del IVE.
En su momento, el caso fue silenciado. No hubo comunicado público, ni pedido de disculpas, ni una sola palabra de examen o autocrítica. Cualquier congregación religiosa normal hace un examen de conciencia en esos casos. En el Verbo Encarnado, nunca hay reflexión interna: todo se tapa, todo se interpreta según la conveniencia del momento. Después de todo, tenemos vocaciones, somos elegidos de Dios, ¿por qué tendríamos que corregir algo?
Tiempo después, ya fuera del Instituto, Caretta pidió y obtuvo la dispensa pontificia del estado clerical, y se casó válidamente por la Iglesia.
El retorno inesperado
Dos décadas más tarde, el IVE lo invita con regularidad a dar charlas a los seminaristas del Seminario «María, Madre del Verbo Encarnado», en San Rafael (Argentina). Esto contradice de manera flagrante no solo el espíritu del derecho canónico, sino también el sentido común eclesial.
Además, en un video difundido por la Diócesis de San Rafael durante las celebraciones del día de San Rafael Arcángel 2025, se lo ve ejerciendo como guía de la procesión, arengando a la multitud, ¡¡¡invitando a los padres y madres presentes en la procesión a ofrecer a sus hijos para el sacerdocio y a sus hijas para la vida religiosa!!!
En un video difundido por la Diócesis de San Rafael, se escucha a Fernando Caretta arengando a la multitud, ¡¡¡invitando a los padres y madres presentes en la procesión a ofrecer a sus hijos para el sacerdocio y a sus hijas para la vida religiosa!!!
Varias personas contactaron este medio para manifestar su escándalo ante tal situación incomprensible.
La escena es casi alegórica: el hombre que encarnó un escándalo que el Instituto quiso olvidar reaparece como voz institucional, exhortando a nuevos jóvenes a entregar su vida al mismo sistema que él quebró.
Y, una vez más, ninguna reflexión interna: ni sobre el pasado, ni sobre el mensaje, ni sobre la incoherencia moral de exhibirlo como ejemplo. El IVE no se pregunta por qué estos patrones se repiten: prefiere celebrar la obediencia antes que examinar sus errores.
El precio humano y la interpretación del dolor
En los años 2000, Fernando Caretta y su mujer sufrieron una de las pérdidas más dolorosas que puede experimentar un ser humano: la muerte de una hija. En lugar de acompañar ese dolor con compasión, ciertos miembros del IVE lo interpretaron como un “castigo de Dios”. (A descargo del IVE, el Padre Fuentes y un par de miembros del IVE asistieron a los funerales).
El IVE no reflexiona, solo juzga. Para el Instituto, apartarse del “carisma” merece castigo; el sufrimiento se lee como señal de error. Es una teología del miedo: si te apartas, algo terrible te ocurrirá.
Ahora el IVE lo vuelve a incorporar, probablemente sin ningún pedido de disculpas por la crueldad ejercida en el pasado. Su historia pasó de “castigado por Dios” a ejemplo de fidelidad restaurada: culpar para controlar, perdonar para usar. Nunca hay reflexión. Nunca.
Una falsa misericordia y un pasado sin examen
Cuando el IVE mantiene cerca a quienes se fueron, lo hace bajo el pretexto de la “misericordia”. Pero esa misericordia es solo aparente. Muchos de los que abandonaron la vida religiosa en el IVE salieron con profundo sufrimiento, sin apoyo económico, sin vivienda, sin una red humana que los sostuviera; a menudo sin carrera ni jubilación. Aun así, el Instituto los exhibe como prueba de su magnanimidad, sin cuestionarse jamás por qué entraron en un sistema que los quebró y en qué condiciones salieron. Nunca hay examen, aprendizaje o reconocimiento del daño. Cuando alguien «sale», es siempre SU culpa. Nunca la culpa de los superiores, del sistema, de la formación humana deficiente.
Ese mismo patrón se repite en la rama femenina. Decenas de antiguas religiosas de las SSVM han quedado en la calle: sin recursos, sin vivienda (muchas se deben ir a vivir con sus padres ya ancianos) y sin derechos sociales reconocidos. Muchas terminan aceptando empleos precarios en obras vinculadas a la congregación para subsistir. El Instituto lo presenta como “acogida” y “misericordia”, pero en la práctica es dependencia económica. No se trata de misericordia, sino de control; y, sobre todo, no se habla de justicia: ni reparación, ni salarios dignos, ni pensiones. Una vez más, nunca hay reflexión interna.
Los trofeos de Buela: Caretta y Furlán como símbolos del poder redentor
Juan Esteban Furlán es otro exsacerdote del IVE, compañero de promoción de Fernando Caretta, que también dejó el ministerio en Brasil de manera escandalosa a comienzos de los años 2000.
El caso de Fernando Caretta y Juan Esteban Furlán muestra la instrumentalización de las personas como símbolos de victoria espiritual. Ambos provenían de contextos mundanos, sin espiritualidad sólida ni verdadera inclinación al sacerdocio. En una época más exigente, o incluso en una congregación religiosa normal, difícilmente habrían superado un discernimiento pre-vocacional serio. Pero Carlos Buela vio en ellos la oportunidad de exhibir el supuesto poder transformador de su fundación.
Caretta y Furlán eran, en ese sentido, trofeos de redención: ejemplos exhibidos para demostrar que el IVE no era una congregación más, sino una especie de hospital espiritual de los extremos, capaz de moldear santos a partir de materia humana ordinaria. Lo mismo sucedió con decenas de casos. Personas que claramente no hubieran sido aceptadas en ningún seminario ni orden religiosa por falta de idoneidad psicológica, moral etc.
El experimento, sin embargo, era peligroso. En nombre de la redención se reclutaban almas frágiles, necesitadas de afecto o de pertenencia, que terminaban siendo piezas del engranaje del carisma y aumentaban las estadísticas (el placer intoxicante y adictivo de Buela y Nieto: los números), instrumentos de validación del mito fundacional. El resultado era previsible: personas quebradas, pero convencidas de haber sido elegidas. El Instituto encontraba en su debilidad la prueba de su propia fuerza.
Con el tiempo, los mismos “trofeos” se volvieron símbolo de la pérdida de rumbo institucional. En lugar de revisar sus errores de formación y discernimiento, el IVE recicla estas figuras como emblemas de fidelidad restaurada. Nada se revisa, nada se aprende, porque nunca hay reflexión interna.
Un patrón que trasciende al Verbo Encarnado
Este fenómeno no es exclusivo del IVE. En el Opus Dei, quienes dudan o cuestionan son apartados discretamente, mientras que exmiembros no críticos se mantienen “cerca” para preservar una imagen de armonía.
Entre los Legionarios de Cristo, tras el escándalo de Marcial Maciel, se reubicaron figuras que habrían salido, pero eran leales, y se marginó a quienes estaban adentro, pero pedían transparencia.
En los Heraldos del Evangelio, los exmiembros que defienden la ideología reciben cercanía; los críticos son estigmatizados. En todos los casos, la constante es la misma: la obediencia pesa más que la conciencia y nunca hay reflexión interna.
Conclusión
El caso de Fernando Caretta es más que una anécdota: es un espejo de cómo ciertos movimientos religiosos construyen su poder, castigando la duda, exaltando la lealtad y reutilizando el escándalo como prueba de vitalidad espiritual. Detrás de la retórica de la vocación y el sacrificio se esconde una lógica más humana: proteger la institución a cualquier precio, incluso a costa de quienes alguna vez dijo salvar.
Núcleo del problema: nunca hay reflexión interna. Nunca. Ni sobre el pasado, ni sobre el presente, ni sobre el dolor, ni sobre las víctimas. Solo continuidad, silencio y autopreservación.

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