Víctimas de abuso espiritual de congregaciones religiosas: ¿por qué prefieren el anonimato?

Salir de una secta no es simplemente alejarse de un grupo: es, en muchos casos, reconstruirse desde cero. Muchas víctimas de abusos espirituales, psicológicos o incluso físicos por parte de grupos sectarios deciden no dar la cara públicamente. A menudo se mantienen en el anonimato, y esto no debe interpretarse como cobardía, sino como parte de un proceso profundo y doloroso de sanación. Aquí exploramos las razones más frecuentes detrás de esta decisión.

1. Vergüenza y culpa internalizada

Las sectas son expertas en manipulación emocional. Una de sus tácticas más efectivas es hacer que la víctima sienta que lo que vive es culpa suya. Aún después de salir, muchas personas sienten vergüenza por “haber caído”, y prefieren guardar silencio para evitar juicios externos.

2. Miedo a represalias

Algunos grupos funcionan con dinámicas de tipo mafioso: intimidan, amenazan, difaman o chantajean emocionalmente a quienes los denuncian. El temor a ser perseguidos, hostigados o incluso demandados lleva a muchas víctimas a optar por el anonimato.

3. Pérdida de relaciones significativas

Salir de una secta suele significar perder la red afectiva construida dentro del grupo. Denunciar públicamente puede cerrar la puerta a una posible reconciliación con familiares o amigos que aún permanecen dentro.

4. Trauma no resuelto

Muchas víctimas sufren trastorno de estrés postraumático (TEPT). Volver a hablar de lo vivido reabre heridas. En vez de exponerse públicamente, eligen protegerse emocionalmente guardando silencio.

5. Falta de escucha y validación

Cuando una víctima se anima a hablar, muchas veces se encuentra con frases como “¿Cómo te dejaste engañar?”, “Seguro exagerás” o “Yo fui y no me pasó nada”. Esta falta de empatía puede retraumatizar y hacer que prefieran callar antes que exponerse al descrédito.

6. Proceso interno de reconstrucción

Salir de una secta implica reaprender a pensar, a decidir y a confiar. El testimonio público requiere haber atravesado un proceso interno que lleva tiempo. No todos están preparados para hablar en voz alta sobre lo vivido.

7. Falta de apoyo institucional o legal

Los abusos espirituales no siempre son reconocidos por la ley. Muchas personas sienten que denunciar no servirá de nada porque no hay un marco legal que las proteja ni instituciones que les den respaldo.

8. Lealtad emocional residual

Incluso fuera del grupo, algunas personas aún sienten afecto por miembros de la comunidad o por los ideales que compartieron. Hablar mal del grupo puede percibirse como una traición, y muchas víctimas prefieren no herir a quienes alguna vez amaron o admiraron.

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