Autor: admin
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El cardenal Santos Abril «pierde la paciencia» con el Instituto del Verbo Encarnado, del que es comisario
«Es el ‘basta ya’ del cardenal Santos Abril, nombrado por el papa Francisco comisario pontificio del Instituto del Verbo Encarnado (IVE), creado en Argentina en 1984 por el sacerdote Carlos Buela, y que fue intervenido por el Vaticano en 2010, fecha desde la cual el fundador fue separado de toda tarea de gobierno y enviado a residir en un monasterio»
«Según una carta fechada el 5 de octubre y enviada por el purpurado español al ex superior general, Gustavo Nieto, ‘compruebo con dolor la existencia de un gobierno en la sombra, como ha sucedido con todos los anteriores Comisarios, lo cual resulta muy triste’», señala el purpurado español.
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Advertencia por experiencia, segunda parte: «El loquillo»
La primera parte de esta “advertencia” la encuentran en este mismo blog, haciendo clic AQUÍ.
Con esta segunda edición, lo que quiero simplemente es, advertir a los lectores de buena voluntad, sobre algo más.
Decíamos que “el que avisa no traiciona”, y cuando yo contaba mi testimonio de abuso en el seminario menor del Instituto del Verbo Encarnado, lo hacía para “avisar”. Cualquier persona de buena voluntad y sentido común lo toma bien; es más, agradeciendo, porque éstas son cosas que, si han pasado, pueden pasar. Pienso en muchos padres que envían a sus hijos con total confianza y desconocimiento.
En cambio, no faltan aquellos que se lo toman mal, diciendo que publicar estos hechos es un escándalo, y que no se debe hacer, porque el instituto de marras es bueno y hace el bien. Con este tipo de pensamiento, han mostrado la hilacha muchos aficionados al IVE, demostrando con su comportamiento que lo que denunciamos no está del todo alejado de la realidad: síntomas de deriva sectaria, cuando no se puede criticar una institución, y otros etcéteras.
A mí ya me conocen bien. Y este artículo va especialmente dedicado a los laicos que pertenecen al círculo del IVE, sea porque tienen sus hijos en los colegios o internados (menor y aspirantado), o por su simple cercanía, y se han enterado de mis denuncias. A ustedes, que me conocen, les quiero hoy advertir una segunda vez, sobre algo que quizás ya se han dado cuenta.
Y es lo siguiente:
Por experiencia, por haber estado allí desde los 12 años y haber defendido la institución siendo ya profeso, conozco muy bien los apelativos con los cuales se descalifican y desautorizan a los que se atreven a hablar. Loco, enfermo, necesitado de oración, pobrecito, rencoroso, influenciado, desagradecido, e incluso, malvado.
Lo digo porque me lo han dicho en el seminario. Salió Fulano… “pobrecito; fue víctima del demonio; allá afuera no va a ser feliz; se dejó influenciar por los que nos persiguen; siempre tenía juicio propio; no fue humilde” etc., etc.
Yo, una vez me lo creí: Había salido un sacerdote del instituto y se había hecho diocesano. Mis compañeros, que se habían enterado antes que yo, y que se lo había contado algún superior, me lo contaron a mí, diciéndome literalmente: “Fulanito enloqueció” …
¿A qué voy con esta advertencia?
Que es muy fácil, (y no menos cobarde), defender la institución atacando a los que la dejan. Simplemente porque la dejan. Y si se atreve a hacer públicas las críticas, ese tal es un perseguidor, y de ahí, todos los
calificativos imaginables. Como no hay un argumento lógico ni un confrontamiento intelectual, se lo suele calificar de “loco”, haciendo referencia, justamente, a que todo lo que afirme, es fruto de su “delirio”.En este mismo blog, AQUÍ, por ejemplo, pueden encontrar un resumen de las características de las comunidades con deriva sectaria. Y una de ellas acierta con llamativa exactitud: el trato que se le da a los que dejan:
«Un síntoma muy fuerte de sectarismo es tratar con indiferencia, rencor o desprecio a los exmiembros de la comunidad. E inclusive se puede llegar al extremo de tratar con desconfianza a los miembros que mantienen relaciones con las personas que se retiran de la institución».
Y continúa:
«Es una actitud demoníaca que golpea muy duro a las personas que durante muchos años entregaron su vida al servicio de la comunidad. ¿Somos capaces de entender esto? De un momento a otro, por el hecho de haber decidido dejar el movimiento, el grupo o la familia espiritual —por las razones que fueran—, los compañeros y los amigos que hiciste ahí te cierren las puertas y te traten con distancia y sospecha.»
Por experiencia… Sí… por experiencia lo digo. Existe un prejuicio contra el que sale. Yo lo tuve, al menos inconscientemente. Gracias a Dios, siempre me hizo ruido ese aspecto, y terminé percibiéndolo claramente, y ahora me doy cuenta con total conciencia.
Los argumentos, cuando los hay, suelen ser “ad hominem”, es decir, simples y directos ataques a la persona, sin ningún razonamiento ni autocrítica de lo que la persona denuncia. Así de simple se los sacan de encima.
¿Será tu caso, hoy, que te preguntas si lo que Luis de la Calle anda diciendo, es fruto de su imaginación o delirio?
Quizás no lo piensas, pero te lo han dicho. Lo sé, porque es la línea oficial que se ha bajado desde arriba para desacreditarme y así sacar de circulación las cosas que vengo exponiendo.
Han preguntado algunos padres de alumnos, qué pasa con lo que dice este blog, con lo que dice Luis, y le han respondido exactamente eso: está loco, está delirando.
Pues yo les digo que, por lamentable experiencia propia, es cierto: así se quitan las objeciones de los laicos y de los mismos religiosos que preguntan. Con esa cobardía y miseria se escapa a la realidad que deberían afrontar.
Yo siempre he dado la cara, he dado mi nombre y apellido. No así los comentadores anónimos que, con sintomática reacción sectaria, han saltado a insultarme.
Me he abierto también al diálogo, dejando incluso mi correo electrónico (luismdelacalle@gmail.com) para que el que quiera me pregunte directamente sobre lo que denuncio. ¿Qué cuesta ir a la fuente, informarse honestamente, dialogar con apertura y respeto?
Con respecto a las mentiras, lean cómo se cae en un “acostumbramiento” a ellas, en el artículo anterior, cuando se las usa, justamente, para distraer la atención de las objeciones reales y totalmente lícitas que empañarían la imagen idílica, la fachada impecable de la institución y su fundador.
Con esta segunda advertencia que les hago, por un lado, me defiendo, por supuesto, de las cosas que se afirman solo para desacreditarme. Pero sobre todo lo hago para que los lectores honestos no sean tan ingenuos como para creerles, y se detengan por un instante a ver si lo que vengo denunciando no tiene alguna lógica.
No se olviden: muchas personas de sano juicio y sentido común ya han agradecido por mi advertencia. Muchos, incluso, han aportado su testimonio, al menos contándomelo como secreto. No caigan en la trampa del sectarismo, por la cual, directamente se anula toda capacidad de juicio personal independiente, faltándote de esa manera a la caridad y al respeto.
Si alguien, por más dotado y encumbrado que esté, no te permite, por ejemplo, leer un libro en particular… Mala señal. Por algo será. ¿No será que teme que lo leas y llegues a saber algo más? Si realmente te quisiera, te formaría los criterios como para que seas capaz de leer cualquier libro, y puedas discernir con sabiduría y humildad. Pero no. En vez de eso, bajo pretexto de que “te hará daño”, directamente te prohíbe. Extraña libertad.
En base a mi experiencia…
Y sí… Porque aun estando adentro, un respetado sacerdote que escribe muchos libros y se lo tiene por referente y autoridad, me decía de no leer ciertos libros, uno en particular que me acuerdo: “Derrota mundial”. Yo incluso me sentía despreciado. Obvio que no le hice caso. ¡Y qué buen libro resultó ser!
No se dejen embaucar. Busquen la libertad de los hijos de Dios. El libro que yo recomiendo y que vengo resumiendo en este mismo blog, para facilidad de los lectores, no puede ser temible, “diabólico”, como dicen ellos. Si desaconsejan leerlo… Por algo será… Sospechoso.
Aún si el autor no fuese un sabio, como lo es en este caso, habría que recordar lo que el mismo Santo Tomás de Aquino dice con respecto a la verdad: “Todo lo que es verdad, sea quien sea quien lo haya dicho, tiene su origen en el Espíritu Santo”
Y para concluir la advertencia de hoy, hablando de la verdad; sigámosles la corriente a los manipuladores, y concedamos que estoy loco: Peor para ellos, porque, como dice el dicho: “Los niños y los locos dicen la
verdad”El Loquillo
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Capítulo 4: Pequeña radiografía de la mentira
Continuamos ofreciendo resúmenes del libro prohibido
1. Una mentira puede ocultar otra mentira
Muchos niveles de mentiras pueden ir anidándose y las más visibles no son las más serias.
Una joven monja deja la comunidad. La priora anuncia: La hermana N. ha sido enviada a otra casa. A las pocas hermanas que saben la verdad les explica: Digo esto para no perturbar a la comunidad.
La primera afirmación, explícitamente contraria a la verdad, cumple perfectamente la definición de mentira: decir algo falso sabiendo que es falso. Tenemos una mentira en palabras, fácil de identificar. Mientras uno permanece consciente de que es una mentira y por lo tanto que no debería haber dicho aquello, el mal no es irreparable, un día u otro se puede corregir. Si el mal es llamado mal, es posible una conversión.
La segunda afirmación: Digo esto para no perturbar a la comunidad, nos lleva a una gravedad muy superior porque esta vez se justifica la mentira. Una mentira que nos escapa, no tiene consecuencias muy graves si al menos tomamos consciencia que es una mentira. Incluso si no tenemos el coraje de desmentirla, al menos nuestra conciencia permanece intacta. Desde el momento en que uno trata de justificar la mentira, uno comienza a oscurecer la conciencia, el sentido de la verdad es atacado. ¿O quizás ya se ha perdido la conciencia de que se trata de una mentira?
Tanto más que esta afirmación tiene grandes chances también de ser una mentira, pero más oculta porque está camuflada por una verdad a medias: no es inexacto que queremos evitar perturbar a la comunidad, pero ¿es esto todo? En realidad, el propósito de la mentira ¿no es ocultar a la comunidad un
evento vergonzoso porque empaña la imagen idílica, la fachada impecable que a uno le gustaría mantener? En resumen, ¿no será que sobre todo se tiene miedo de que la comunidad se ponga interrogantes?Si eso fuera cierto, entonces tendríamos un tercer nivel de mentira: la intención de mantener a la comunidad en la ignorancia de aquello que es negativo. Mientras solo sea un error por sorpresa y más tarde reconozcamos abiertamente la realidad, no hay consecuencias. La admisión de la mentira es, a
su manera, un testimonio de la verdad. Por el contrario, si el proceso se vuelve habitual, se entra en el fraude serio y probablemente en la manipulación. Cultivamos una fachada para atraer o retener a las personas, para valorizar la comunidad al precio de un camuflaje de la realidad.2. La más perniciosa es la más oculta
Remarcaremos la graduación:
1. La hermana N. fue enviada a otra casa. Mentira en palabras, muy visible, pero la menos seria. Se la puede corregir fácilmente, solamente requiere un poco de coraje y sobretodo el sentido de la verdad.
2. Digo esto para no perturbar a la comunidad. En palabras, es solo una media mentira, pero esta vez es el verdadero sentido de la verdad el que es atacado.
3. El tercer grado es el más oculto porque no se expresa en palabras sino en una forma de ser, o más bien de aparecer. Y cuando nos acostumbramos a aparecer lo que no somos, ya sea personalmente o a nivel de una comunidad, o de un instituto, ya no se anda más en la verdad, se ha tomado el hábito de vivir en la mentira.
El contra-testimonio es impresionante cuando se pretende ser discípulos de Aquél que murió por decir la verdad. Los jóvenes no se equivocan: muchos de los que salieron de los institutos marcados por este defecto, salieron «por mentiras.” Cuando vieron que estaban siendo engañados, se sintieron traicionados.
3. Cómo se pierde el sentido de la verdad
No lo idealicemos: ¿quién de nosotros puede jactarse de vivir enteramente en la verdad? Sin embargo, hay un criterio simple para ver dónde uno comienza a cruzar los límites de lo que se vuelve grave: que las mentiras se nos escapan, que no tenemos el coraje de decir siempre la verdad, es humano.
Pero mientras lo sepamos, siempre que lo percibamos como un camino de conversión, el progreso es posible y, sobre todo el sentido de la verdad no ha sido alcanzado o sólo superficialmente. A partir del momento en que se comienza a justificar la mentira se entra en un espiral que puede llegar hasta profundas perversidades.También debemos recordar que el Príncipe de la mentira conoce su negocio y que sabe perfectamente que una pequeña mentira que se la justifica es para él una primera victoria. Se ha realizado una brecha, bastará con ampliarla gradualmente, como lo enseña la experiencia de la rana.
Un equipo de investigación hizo un experimento con una rana. La tomaron y lo arrojaron a una olla de agua hirviendo. La rana naturalmente tuvo un reflejo salvavidas y saltó instantáneamente de la olla. Salió un poco mareada, tal vez un poco chamuscada, pero viva. Luego tomaron la misma rana y la pusieron en una cacerola de agua fría. Comenzaron a calentar el agua lentamente. ¡Y la rana terminó cocida! Porque en ningún momento un indicio brutal la hizo reaccionar. Ella se fue aturdiendo poco a poco hasta que perdió la conciencia del peligro.
Así se van formando las mentiras. Comenzamos con una pequeña mentira, justificándola. Si ésta fue justificada, ¿por qué no lo será la que es un poco más grande? Sabemos que una mentira entraña otra. Finalmente venimos a justificar cualquier cosa.
Nemo fit repente pessimus. Nadie se pone muy malvado de repente. Más prosaicamente, un conocido proverbio dice: «Quien roba un huevo roba un buey.”
En cuanto a la justificación de la mentira, otro proverbio dice: A fuerza de no vivir como se piensa, se termina pensando como se vive. Y al acostumbrarse a justificar pequeñas mentiras, se termina perdiendo el sentido de la verdad.
Tenemos ante nosotros un terrible ejemplo de este fenómeno de progresión. En el momento de debates sobre el aborto, hace cuarenta años, se presentaron situaciones de angustia. Algunas voces habían anunciado que el aborto se consideraría normal, y que seguirían la eutanasia y la eugenesia.
Habían sido tachados de manifiesta exageración, incluso de fanatismo. Hoy vemos que fueron proféticos.